Ana Negri nació en 1983 en la Ciudad de México. Estudió la carrera de Lengua y literaturas hispánicas en la UNAM y luego hizo la maestría en Literatura latinoamericana en esa misma institución. Durante este periodo fue becaria en el COLMEX, donde trabajó para el Programa de poesía del exilio español en México, coordinado por James Valender. Cursó su doctorado en Hispanic Studies en la Universidad McGill, en Montreal.
Ganó la beca del FONCA en la generación 2017-2018. Su novela, Los eufemismos, fue publicada primero en Chile por la editorial, Los libros de la mujer rota, en el 2020. Vio la luz en nuestro país en el 2021, a cargo de Ediciones Antílope y, en marzo del presente año, circulará en España. Además, el libro será traducido al francés, por Lise Belperron, en Éditions Globe, y al inglés, por Ellen C. Jones, en Charco Press.
Ha colaborado en varias revistas, tales como Letras libres, La Revista de la Universidad de México, Este país, Oculta Lit, Reporte Sexto Piso y Hoja crítica. Un cuento suyo aparecerá en la antología Mexicanas vol. II, México, Fondo blanco, 2022, también en marzo.
Los eufemismos narra la pugnaz relación entre Clara, hija de inmigrantes argentinos que huyeron de su país tras la dictadura de 1976, y su madre, una de las víctimas de la catástrofe. La complejidad del vínculo afectivo que une a ambas mujeres se caracteriza por tensar ideas tales como la identidad, el exilio, la memoria, el trauma y la herencia. Se trata de un libro con estructura fragmentaria, en donde abunda la ambigüedad y el empleo de los indicios. No se esclarece cuánto tiempo pasa ni se sabe efectivamente dónde acaba la palabra de la madre y empieza la de la hija. Esto termina por volver porosa la relación entre las dos mujeres, hasta el punto de trastocar el mismo lenguaje: «- Bueno, perdoname, hija, sabés que mamá no quiere molestarte. – No, a veces no sé, y menos cuando hablas de ti en tercera persona como si fueras una voz en mi cabeza, como si yo sólo fuera el recipiente para lo que tú dices.», (98).
En palabras de la autora, hay dos líneas centrales que pueden describir la trama del libro, considerando la recepción en los distintos países donde ha circulado: la primera es el tema del exilio y las segundas generaciones después de las dictaduras, en específico la argentina; y la segunda, la relación materno filial de los personajes, que está marcada por el antecedente de una historia familiar que ha padecido la diáspora y la violencia. Esas dos líneas son las que dirigen la novela y ambas desarrollan la historia de Clara y de la madre, al tiempo que se despliega un panorama donde es posible abrir una ventana hacia lo que tienen y pueden decir las segundas generaciones.
Con el propósito de conversar sobre su proyecto literario y, además, difundir la importante novela que nos ocupa, Ana accedió a sostener conmigo el siguiente diálogo.
Karla Urbano: ¿Te sientes cómoda con categorizaciones teóricas, tales como la autoficción?
Ana Negri: De hecho, me cuesta mucho trabajo ese lugar. Siempre he creído que cualquier ejercicio de escritura es ficción porque ya hay un proceso de creación intermedio, o bien, mediando la experiencia y la (re)construcción de lo ocurrido, por más que se trate, o no, de representar los acontecimientos tal como sucedieron –lo cual, personalmente, no fue mi intención en Los eufemismos. No obstante, sé que es un término utilizado con mucha frecuencia en la crítica. A mí me cuesta trabajo. A veces lo he tomado porque tampoco siento que en todos los espacios uno pueda ponerse a discutir acerca del lugar de la ficción, aunque sí me interesa indagar cuáles son las posibilidades de esta última y no tanto la pretensión de recrear una realidad cotejable con el correlato.
KU: Pensé en preguntarte lo anterior porque, al leer otras entrevistas y reseñas que te han hecho, vi que no se hacía una distinción entre tu vida y lo que se cuenta en Los eufemismos. Parto del supuesto de que algunas experiencias propias inspiran lo ocurrido en el texto, pero no sé hasta qué punto valga compararlas con lo que vive Clara en el relato. Una vez establecida esta distancia ¿De dónde surge el interés por desarrollar la dilemática relación entre madre e hija?
AN: Pues, en realidad, creo que justo tiene que ver con la intención de trabajar el exilio. La relación madre e hija surge de la necesidad de explorar cómo esas violencias se perpetúan en el tiempo y cómo los vínculos se dislocan, se enquistan o se pudren. Hay muchas cosas que pueden pasarle a los afectos, y siento que tales consecuencias son de las menos apuntadas en la observación de todas esas violencias que el exilio trae consigo. Es decir, cómo lo cotidiano o la vida pueden continuar tras experiencias atroces, cuya violencia exacerbada perturba desde lo más íntimo. Me pareció importante detenerme en el posiblemente conflictivo vínculo específico de una mujer con su madre –yo siento que siempre hay un conflicto en esa correspondencia–, porque puede iluminar relaciones fuertes que eventualmente establece el sujeto. Finalmente, el reconocimiento a la madre es la primera relación que los seres humanos tenemos en nuestra vida y, por mucho que se romantice, puede minarse por vivencias de desamparo. No voy a decir que fue un pretexto, porque fue muy orgánica la manera en que pasé del enfoque del exilio al de la relación materna y, desde ese hallazgo, fui cruzando unas líneas con otras. Bien considerado todo, sí me pareció que había algo al menos muy valioso para mí, ¿no? Una de las ideas que siempre tuve clara es que no quería contar «La historia» porque, ¿qué es eso? Y tampoco quería contar «Mi historia». Quería contar algo de esa historia cercana a Mí que, además, es algo en donde pueden identificarse muchos otros relatos. Entonces, en ese sentido, centrarme en el vínculo madre e hija era una manera de acercar el obturador, digamos, a lo íntimo y relacional, lo personal que se transforma, se hiere y se rompe –en el sentido de los rotos– cuando aparecen estas historias.