Alexandra Ortiz Wallner es una académica e investigadora dedicada al estudio y crítica de la literatura centroamericana. Hija de madre alemana y padre salvadoreño, nació en El Salvador en 1974. A finales de los años setenta, la situación política de su país comienza a agitarse hasta que estalla la Guerra Civil, por lo que migra con su familia primero a Nicaragua y después a Costa Rica, para finalmente permanecer en dicha nación. Esta trayectoria entre países del Istmo marca profundamente su interés por estudiar la literatura de esta región, de tal manera que se forma en la Universidad de Costa Rica con un grupo de profesoras pioneras en dicha disciplina, quienes la exhortan a culminar su preparación fuera de Centroamérica para involucrarse en los debates teóricos más recientes. Viaja a Alemania con la finalidad de doctorarse en la Universidad de Postdam con Otmar Ette. Durante el periodo que vivió en tierras germanas, tuvo la oportunidad de dar clases en la institución antes mencionada, luego en la Humboldt y después en la Libre de Berlín, dentro del Instituto de Estudios Latinoamericanos. Es autora del estudio, El arte de ficcionar: la novela contemporánea en Centroamérica (2012) y editora de los libros: Trans(it)Areas. Convivencias en Centroamérica y el Caribe. (2011), con Otmar Ette; (Per)Versiones de la modernidad. Literaturas, identidades, desplazamientos (2012), con Beatriz Cortez y Verónica Ríos Quesada; Poéticas y políticas de género. Ensayos sobre imaginarios, literaturas y medios en Centroamérica (2014), con Mónica Albizúrez Gil; Zeugenschaft. Perspektiven auf ein kulturelles Phänomen (2014), con Claudia Nickel; y Sur↓South Politics and Poetics of Thinking Latin America / India (2016), con Susanne Klengel. Ha publicado numerosos artículos sobre la literatura y cultura centroamericanas en distintos medios y, actualmente, se encuentra dedicada a un estudio sobre el influjo de la teosofía en el campo cultural latinoamericano de la primera mitad del siglo XX.
Con el propósito de indagar tanto en la trayectoria académica de Ortiz Wallner, cuanto en la exploración, difusión, situación, crítica y circulación de la literatura centroamericana, surge la siguiente entrevista:
Karla Urbano: ¿Crees que existe una «literatura centroamericana»?
Alexandra Ortiz Wallner: Ése es el gran debate. Cuando empecé a trabajar en este campo, a principios del 2000, se trataba de una etiqueta que les parecía indeseable a los escritores que comencé a analizar y a leer con más profundidad, tales como: Horacio Castellanos Moya, Rodrigo Rey Rosa, Fernando Contreras y Franz Galich. Para mí, que era una joven crítica, no obstante, me parecía una etiqueta necesaria porque mi formación en la Universidad de Costa Rica fue en un círculo de profesoras recién doctoradas en la tradición francoparlante, cuyo compromiso con Centroamérica siempre apuntó a desarrollar un campo de estudios regional, a partir del cual se pudiera coordinar la producción cultural surgida al interior de los países y las relaciones entre éstos, lo cual me encantó e inspiró mucho. Sin embargo, hoy en día yo pienso que la etiqueta de Literatura Centroamericana se la ponen a cualquier cosa: ya sea si hablan sólo sobre Costa Rica, o si hablan sólo sobre Guatemala ¡Incluso a veces hablan sólo sobre México y también le ponen «Centroamericana»! Con base en ello, habría que ser más estricto, pero lo anterior también suele pasar generalmente con los estudios de América Latina, ya que se da el caso en que te venden un libro dedicado a dicho continente, pero sólo termina por analizar Chile –por poner un ejemplo. No obstante, en esos tiempos, tales investigadoras y profesoras estaban construyendo el campo desde la UCR, con la ventaja de que traían perspectivas muy frescas para esa época –los años ochenta–, tales como la sociocrítica, la deconstrucción y la narratología, entre otras. Incluso una de ellas se doctoró en el círculo de Genette, así que estaban al día con las teorías más novedosas. Estas escuelas se volvieron aire fresco para una academia muy reducida y, de esa forma, se circunscribió con mayor firmeza el intercambio entre los países de la región. Por eso, considero que fue una etiqueta funcional para amarrar un campo que estaba un poco huérfano, compuesto de literaturas nacionales pequeñas –en comparación con la mexicana, la colombiana o la argentina–, tanto en el sentido geográfico, como en el histórico, por cuanto las distintas historias de los países centroamericanos son más cortas y tienen menos posibilidades de reconstruir su propia tradición.
Además del campo armado en la Universidad de Costa Rica, hay otro acontecimiento muy significativo para la formación del área de estudios que nos ocupa: la publicación del libro La novela centroamericana: desde el Popol-Vuh hasta los umbrales de la novela actual (1982) del profesor y académico puertorriqueño, Ramón Luis Acevedo. Dicho trabajo fue un inmenso estudio pionero hecho por alguien de afuera de la región –¡además!–, donde se asentaron las bases para consolidar las relaciones y tensiones de la narrativa, existentes al interior del territorio.