JUAN TERRANOVA y ENZO MAQUEIRA (comps.). Región. Antología de cuento político latinoamericano. Buenos Aires: InterZona editora, 2011.
JUAN TERRANOVA y ENZO MAQUEIRA (comps.). Región. Antología de cuento político latinoamericano. Buenos Aires: InterZona editora, 2011.
En esta antología los escritores bonaerenses Juan Terranova y Enzo Maqueira reúnen dieciocho cuentos de autores provenientes de quince países latinoamericanos. Según se asienta en el prólogo, los compiladores contactaron a los escritores por medios electrónicos y les solicitaron un «cuento político» sin especificar a qué se referían con ello. El resultado es un interesante volumen que aborda transversalmente la esfera privada y la pública, lo individual y lo social de múltiples formas. Como bien afirman Terranova y Maqueira la antología comprende un mapa, un testimonio de una época; es un pulso de lo que sucede en la América Latina contemporánea.
A cuatro años de la publicación de este volumen esto se hace más evidente, pues, aunque pocos, los años transcurridos y los cambios políticos acaecidos refuerzan el anclaje temporal de los relatos y hacen resaltar la dimensión crítica de los mismos. En el ya aludido prólogo, los compiladores destacan la escritura de los relatos en un contexto en el que Latinoamérica hay un rebrote de la izquierda y:
Por ello justifican el interés en esta antología ante un contexto que identifican como inédito:
Tras la muerte de Hugo Chávez, los recientes cambios en las relaciones Cuba-eua, las reelecciones de Dilma Rousseff y Evo Morales, el regreso a la presidencia de Michelle Bachelet y los nuevas problemáticas del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, el contexto se transforma; podemos percibir el tiempo de los relatos y nuestro tiempo de lectores, lo que se torna fugaz y lo que permanece. En ese sentido esta antología se vuelve reveladora y representativa de un pasado fresco.
Cabe señalar que, pese a que los compiladores sugieren que localizaron y contactaron a los escritores convocados en el libro por medios electrónicos, no especifican cuáles fueron los criterios de inclusión, ni la selección de la representación de los países, pues destaca que sólo hay dos escritores por país en el caso de Cuba, Venezuela y Argentina. Tampoco es explícito el criterio bajo el cual se organizaron los cuentos, más el orden sugiere una especie de viaje del norte al sur, pues se inicia con Cuba y México y finaliza con Argentina, Chile y Uruguay. Asimismo, el volumen reúne a autores nacidos entre 1967 (el paraguayo Cristino Bogado) y 1983 (la salvadoreña Cristina Venegas), por lo que podemos dilucidar una intención también de reflejar una visión generacional, una compartida con los compiladores, aunque esto tampoco se comenta en el prólogo. Quizá, los detalles anteriores hagan que el volumen constituya tanto una unidad al mismo tiempo que presenta una multiplicidad de miradas y perspectivas.
Los cuentos forman un amplio espectro de recursos y de tonos. Por un lado, varios cuentos recurren a un tono realista (hiperrealista inclusive), mientras que otros optan por la experimentación, la parodia, la alegoría o el absurdo. Un ejemplo de lo anterior son los dos cuentos cubanos que inauguran el volumen. Por un lado, Michel Encinosa Fú, en «Aquí yace cualquier hombre», narra en tono íntimo y realista, a través de un diálogo, la despedida de una artista ―forzada a salir de la isla― y un amigo. Por otro, Jorge Enrique Lage, en «El color del verano (Mockumentary)», con una evocación a Reinaldo Arenas, puebla el relato de muertos vivientes, fuera y dentro de la isla; un mundo narrado por el protagonista, Baby Zombi. Mientras Encinosa Fú evidencia la tragedia que significa partir de la isla y tematiza el suicidio, el Baby Zombi de Lage es Hi-Fi ―profesa una alta Fidelidad (a Fidel)― y acepta ser una especie de espía del mundo fuera de la isla a cambio de tocar la barba de Castro. Así, las narraciones esbozan claroscuros entre el tono realista y el absurdo.
Al mismo tiempo, podemos encontrar textos más realistas: Georgina Venegas (salvadoreña) relata en un tono un tanto irónico la difícil vida de un político («El Diputado»); David Cruz (costarricense) narra las penurias del desempleo de una mujer («Otro par prometedor»); Andrea Jeftanovic (chilena) ficcionaliza el episodio de los mineros atrapados («Instantes para el primer, el último hombre»); las tribulaciones de un militar («No es país para milicos viejos») aparecen en el relato de Héctor Kalamicoy; Inés Botagaray pone en escena un encuentro ingenuo entre presente y pasado en la entrevista que una estudiante de comunicación hace a un supuesto revolucionario; y Margarita García Robayo (colombiana), en «Colombia diamond», problematiza la profunda penetración del narcotráfico en la sociedad a través de la relación entre dos amigas, una de ellas hija de un traficante.
Pero también hay textos que hiperbolizan, alegorizan o se internan en el absurdo, lo fantástico o inclusive en la ciencia ficción. El puertorriqueño Pedro Cabiya hace una interesante problematización del papel de los medios de comunicación en la manipulación de la información en «Channel Surfing», mientras que la guatemalteca Denise Phé-Funchal llega a tintes orwelianos al narrar una sociedad totalitaria que inicia a sus jóvenes en la ciudadanía convirtiéndolos en asesinos. El venezolano Slavko Zupcic en «Doble Chávez» imagina la suplantación del comandante bolivariano; el narrador de «Película B», del ecuatoriano Eduardo Varas, comenta el hallazgo de una cinta muy particular, «El ataque de los monstruos presidenciales»; y el paraguayo Cristino Bogado propone, desde el ejercicio más experimental del volumen, una narración de una secta caníbal que elimina yankees («Empanada de ñato. O cómo hacerse rico cocinando carne yankee»). Giovanna Rivero en «Pasó como un espíritu» imagina un momento en el que mujeres se ofrecen como ofrendas para tener al heredero de Evo, y la tijuanense Mayra Luna en «Que siga la fiesta» narra de forma carnavalesca la celebración del bicentenario de la independencia nacional ―que recuerda el Cristobal Nonato de Carlos Fuentes en varios sentidos―, mientras el país se desquebraja, sus penínsulas se separan y el resto del territorio nacional es absorbido por la especie de hoyo negro que traga al país desde palacio nacional.
Resalta en los relatos la desacralización de figuras políticas, el ejercicio de llevar al límite las tendencias de las realidades nacionales, la puesta en evidencia de lógicas nacionales y el cómo los problemas sociales tienen efecto determinante en las historias personales. En suma, un interesante acercamiento al modo en perciben la dimensión política de sus contextos dieciocho narradores latinoamericanos, a cómo cuestionan el impacto de esta dimensión en la historia.
Investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Doctora y maestra en Letras por la UNAM. Licenciada en Lengua y Literatura de Hispanoamérica por la UABC…
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