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La necesidad de ficción y la imposibilidad de huir de ella en Sangre en el ojo (2012) de Lina Meruane

Elia Angélica Saavedra Sánchez (Ciudad de México, 2000) estudió la licenciatura en Escritura Creativa y Literatura en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Durante 2020 y 2021 fue parte del equipo editorial de la revista Celdas Literarias, donde publicó su cuento «Manuela» y su reseña «Alucinaciones digitales, futuros calculables y otros terrores de ingenio». Actualmente dedica su tiempo libre a la escritura.

Meruane, Lina. Sangre en el ojo. Santiago de Chile: Random House Mondadori, 2012: 177 pp.

Si bien desde hace siglos muchos autores han escrito sobre sí mismos y se han insertado en sus historias, no fue hasta hace unas pocas décadas que el mundo literario comenzó a hablar de la autoficción: un género «a medio camino entre la autobiografía y la ficción» (Martín Jiménez 163), donde el acuerdo tácito entre el autor y el lector es confuso y ambiguo. En la autobiografía el pacto es claro, pues el lector asume que lo que se cuenta en la obra es verídico y ocurrió en la realidad (Martín Jiménez 163); en la novela el pacto es igual de nítido: el lector sabe que lo que se cuenta es ficcional. En la autoficción, en cambio, uno no tiene certezas sobre qué ocurrió y qué no. Hay una infinita variedad de autoficciones y en algunas es muy sencillo darse cuenta de que lo que se narra no es verídico. Por ejemplo, si a un personaje le salen plumas o si se transforma en lobo durante las noches de luna llena, como sucede en Las malas (2019) de Camila Sosa Villada, todo lector es consciente de que eso no sucedió en la realidad. Sin embargo, muchos autores exponen sus vidas en sus novelas de una manera muy realista, como Knausgård en su interminable saga de Mi lucha (2009-2011). Y allí nos es muy complicado determinar si algo de lo contado es ficción. Por otra parte, algunos autores deciden jugar entre estos límites, entre lo que es verdad y lo que no. Este ensayo se enfocará en la obra de una de estas autoras que escriben en lo indeterminado, en el límite entre la verdad y la ficción. Se trata de Sangre en el ojo de Lina Meruane, una novela autoficticia con la que la escritora ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en el 2012.

Meruane se inspiró en su propia vida para escribir Sangre en el ojo (Pascua Canelo 82-83). La escritora chilena sufre diabetes desde niña, lo que eventualmente le trajo, durante un par de meses, una pérdida de visión casi total en su adultez (Meruane, “Lina Meruane”). La protagonista que nos presenta en su novela es muy similar a ella: le diagnosticaron diabetes en la infancia, es hija de médicos, es escritora y ha sido periodista y las venas dentro de su retina explotaron un día, la sangre coaguló sobre su ojo y dejó de ver. Al igual que su protagonista, Meruane temió por años que eso pudiera sucederle, pues siempre supo que era uno de los riesgos que corría como diabética (Meruane, “Lina Meruane”). A diferencia de su personaje, Meruane no perdió la vista para siempre. Más importante, Meruane no es su protagonista, a pesar de que ambas sean muy similares. Y es que Meruane jugó con una de las características principales de la ficción: la del nombre. Para que un libro se considere autoficcional, debe haber una concordancia nominal entre el autor, el personaje, en la mayoría de las ocasiones, el narrador (Martín Jiménez 165). Meruane no cumple con esto, pero tampoco se sale completamente de esa descripción. La protagonista de Sangre en el ojo se llama Lucina, mas como escritora utiliza el seudónimo Lina Meruane. Así, personaje y autora comparten el nombre sólo en ocasiones. Para el lector, éste es un juego confuso: ¿entonces lo que se cuenta es real o no? ¿Por qué ponerse Lucina en vez de Lina? Al respecto, Meruane (la autora) confesó en una entrevista que su intención era desconcertar a los lectores:

En la primera versión de esta novela, el nombre del personaje no era Lina, ni tampoco era Lucina. Creo que ni siquiera tenía nombre mi protagonista. Pero cuando terminé la novela sentí que era importante reponer mi nombre para indicar que había un trasfondo referencial, un trasfondo verdadero, y también porque me interesaba jugar con las expectativas del lector y la lectora. Los lectores suelen asumir que los escritores, especialmente las escritoras mujeres, siempre escriben sobre ellas mismas, así que decidí jugar con eso, permitirles pensar que todo lo que pasaba en la novela era cierto. Ponerlos en jaque en relación a su propia lectura y ver qué pasaba cuando llegaban al final, qué pasaría si seguían pensando que en realidad todo, todo, todo, era verdad (Meruane, “La enfermedad”).

Es curioso, además, que la protagonista esté intentando dejar de llamarse Lina. Al ser Lina un seudónimo, la figura autorial se vuelve un «ente diferenciado» (Pascua Canelo 99-100). Es decir, Lucina siempre se pensó a sí misma como dos seres distintos: Lucina en el día a día, Lina al escribir. Y Lucina se niega a escribir mientras no vea. De esta manera, el personaje se distancia de la autora. Es cada vez menos Lina Meruane y cada vez más sólo una enferma en busca de una cura.

Los seres queridos de Lucina son un ancla que no la permiten renunciar totalmente a su identidad de Lina. Su asesora de tesis la llama y, al encontrar negativas por parte de Lucina a escribir, no puede evitar preguntarle «¿Vos te das cuenta de que estás haciendo desaparecer a Lina Meruane?» (Meruane, Sangre 156). Su amiga Raquel, una poeta, le dice «Tú sólo puedes ser tú en la proximidad de la palabra escrita», intentando animar a Lucina a retomar su novela (Meruane, Sangre 83). Para los otros, Lucina y Lina son la misma, por más que ésta quiera negar su identidad. Incluso su pareja no quiere que Lucina se aleje de la escritura, para lo que la pone a resolver crucigramas: «Crucigramas, dijo él, y yo, ¿crucigramas? Para qué lo quiero. Los queremos, corrigió Ignacio, para no olvidarnos de las palabras» (Meruane, Sangre 103).

A diferencia de sus amigos, Lucina afirma que ya ni siquiera está interesada en la escritura. «Incluso ahora, incluso aquí, incluso en este fragmento, confieso que no me fue difícil dejar de escribir. Mucho más arduo era encontrar un lápiz, poner los dedos alrededor, saber que sobre la página caían palabras chuecas e ilegibles incluso para Ignacio» (Meruane, Sangre 82). Y, sin embargo, la primera vez que conoció a su pareja, comentó algo curioso sobre su nombre: «¿Entonces eres o no Lina Meruane? A veces soy, dije, cuando los ojos me dejan; últimamente cada vez soy menos ella para volver a Lucina. La sílaba extra sangraba a veces» (Meruane, Sangre 31). La sílaba extra es la que sangra, Lucina es la que tiene problemas en la vista. Por lo tanto, Lina, la escritora, no es afectada por la sangre. «No se escribe […] únicamente con los ojos y las manos» (Meruane, Sangre 83), le dice Raquel a la protagonista, recomendándole que escriba con la mente. Y Lucina conscientemente se niega, pero en el fondo está escribiendo en su mente todo el tiempo; sus palabras llegan incluso a ser poéticas: «Tengo el pasado amontonado en los ojos, le dije» (Meruane, Sangre 72), «Los ojos se me iban vaciando de todas las coas vistas» (Meruane, Sangre 104), «Mi memoria era otro apagón» (Meruane, Sangre 82). Además, Lucina es incapaz de escapar de las historias, es adicta a ellas, a escuchar audiolibros, a oír las anécdotas de los desgraciados pacientes de su madre, a encender la radio y la tele con tal de desconectar del mundo. Lucina necesita de las historias y, sobre todo, necesita de la ficción. Tiene esta conversación con su asesora de tesis: «Dictale a una grabadora, eso es lo que tenés que hacer, dictá. No es lo mismo escuchar novelas que dictarlas, le dije. Dictá un diario, entonces, dijo ella. Y dije yo, mi impulso siempre ha sido la ficción» (Meruane, Sangre 155-156).

Pareciera que no sólo Lucina necesita de la ficción, sino también la verdadera Lina Meruane. En Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Nietzsche señala que los seres humanos jamás podemos vernos a nosotros mismos: «¿Qué sabe el hombre sobre sí mismo? ¿Sería capaz de percibirse a sí mismo, aunque fuese por una vez, como si estuviese tendido en una vitrina iluminada?» (Nietzsche 24). Y quizás eso es lo que está haciendo Meruane al escribir sobre Lucina, una Lina que es y no es Lina. Meruane está viéndose a sí misma a través de una vitrina, la vitrina de la ficción. Y si bien lo que narra no corresponde totalmente con los hechos, que escribiera tal cual lo que le sucedió no haría la novela menos ficticia. Después de todo, el escribir las memorias ya sería un filtro, sería imposible captarlas tal cual sucedieron. Sólo recordar los sucesos probablemente ya incluye un poco de ficción, pues la memoria puede alterarse según nuestras emociones. No hay manera de ser fiel a la realidad, ni siquiera en la autobiografía, aunque así lo prometa su pacto. Y, si retomamos la idea de Nietzsche de que «las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son» (Nietzsche 28), no hay manera de acceder a la realidad, ni a través de textos ni sin ellos, pues en primer lugar no hay realidad. La vida de Meruane, la autora física, es tan ficcional como la de Lucina.

A pesar de que Lucina insiste en no ser Lina, Ignacio, su pareja, jamás deja de llamarla de ese modo. Ignacio, quien se vuelve los ojos de Lucina cuando ella no puede ver con los propios, la cuida, la ayuda a moverse, le permite ser. Ignacio, a quien Lucina le pide un ojo para que ella se lo trasplante. «Me agarraba a la ficción como a Ignacio» (Meruane, Sangre 154), admite la protagonista, una mujer que necesita de la ficción. El personaje de Ignacio es curioso porque pareciera que no tiene agencia. Aunque se frustre de los berrinches y el malhumor de la protagonista, siempre está alrededor de ella, sufriendo por ella, dispuesto incluso a considerar darle un ojo. Lo más extraño es que Lucina le pida el ojo justo a él, un hombre que, aunque ve, utiliza anteojos, así que claramente no tiene la mejor visión.

Durante mucho tiempo se creyó que los sentidos no eran confiables. Nuestros oídos, nuestro tacto y nuestros ojos nos pueden engañar. Nuestra percepción no está en contacto directo de la realidad. Percibimos la realidad permeada por nuestros sentidos. Es decir, percibimos una ficción. Lucina insiste en que quiere alejarse de la ficción, de la escritura, quizá porque ha perdido un sentido que creaba la ficción que era su vida. Y, sin embargo, desea la ficción de nuevo, desea la vista. Si no puede conseguir que sus ojos funcionen, desea un ojo de Ignacio: un ojo que no ve bien, que está aún más lejos de poder percibir la realidad. Lucina cree que está enterrando a Lina, pero en realidad sólo está buscando recuperarla, recuperar la ficción.

Sangre en el ojo no es una autoficción que busque simplemente desahogar las penas de su autora. De hecho, es una ficción muy consciente, que más allá de quedarse en la anécdota de la ceguera, cuestiona la realidad, cuestiona la escritura, cuestiona la ficción y se cuestiona a sí misma. Meruane juega con los lectores, con el género y consigo, nos lleva a los límites y nos muestra que éstos no son tan claros, que quizás ni siquiera existen. No estaremos leyendo su vida en el libro, pero estamos leyendo algo igual de real, o bien, algo igual de ficcional.

Bibliografía:

Martín Jiménez, Alfonso. «Mundos imposibles: autoficción». Actio Nova: Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. 0 (2016): 161-195. UAM Ediciones. Web. 17 mayo 2022. <http://dx.doi.org/10.15366/actionova2016.0>

Meruane, Lina. «La enfermedad como normalidad: una entrevista a Lina Meruane». Entr. Victor Meadowcroft. Latin American Literature Today, 1.15. Agosto 2020. Web. 17 mayo 2022. <http://www.latinamericanliteraturetoday.org/es/2020/agosto/la-enfermedad-como-normalidad-una-entrevista-lina-meruane>

Lina Meruane. «Lina Meruane: El secreto de sus ojos». Entr. por Patricio de la Paz. Letras s5. Proyecto Patrimonio. 25 mar. 2021. Web. 17 mayo 2022. <http://letras.mysite.com/lmer050421.html>

Meruane, Lina. Sangre en el ojo. Santiago de Chile: Random House Mondadori, 2012: 177pp.

Nietzsche, Friedrich. «Sobre verdad y mentira en sentido extramoral». En Sobre verdad y mentira en sentido extramoral y otros fragmentos de filosofía del conocimiento. Madrid: Tecno, Madrid, 2017: 21-37. 

Pascua Canelo, Marta. «Ojos Enfermos: Discapacidad, Escritura y Biopolítica En Halfon, Nettel y Meruane». Revista Letral, 26 (2021): 75-106. EBSCO. Web. 17 mayo 2022. <https://web.p.ebscohost.com/ehost/detail/detail?vid=0&sid=7f4c4dac-0ea9-4c7c-ae5d-07403118640b%40redis&bdata=JnNpdGU9ZWhvc3QtbGl2ZQ%3d%3d#AN=150480705&db=fap>

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