Gabriela Wiener es reconocida como una de las cronistas más importantes en el ámbito latinoamericano. El periodismo que practica se centra, sobre todo, en una forma muy específica: lo que algunos llaman periodismo gonzo, periodismo de inmersión o periodismo encubierto. Éste consiste en investigar el tema o la problemática sobre la que se busca escribir, no desde la lejanía del reportero que entrevista y recolecta testimonios de quienes participaron de los hechos, sino desde un yo que simula ser otro, y a partir de esa experiencia personal, indaga de un modo heterodoxo las vivencias y formas de vida ajenas, los valores y modos de pensar a los que de otro modo sería difícil acceder.
Esta técnica tiene una larga tradición que va de los escritos de Nellie Bly a finales del siglo XIX, hasta los libros de Antonio Salas y Lydia Cacho, pasando por las obras paradigmáticas de Hunter S. Thompson, Günter Wallraff y Bill Buford. Hablamos, sin duda, de un artificio. El periodista de inmersión no consigue ser el otro, pero al vivir cierto tiempo (a veces años) de manera encubierta, simulando conscientemente ser alguien que no es, construye un espacio de subjetividad que le permite de cierta forma salir de sí mismo, tender un puente hacia experiencias ajenas, para luego narrarlas desde un yo narrativo sui generis. Así, periodismo y confesión autobiográfica se dan la mano gracias a esta práctica que constituye al mismo tiempo una poética y una política. Cada vez que aparece un trabajo de este tipo, derivado de mucho tiempo de investigación y escritura, nos hallamos ante una ficción estratégica que transgrede los presupuestos básicos del periodismo ortodoxo, que dictarían que el cronista debe ser lo más objetivo posible, debe invisibilizar su parcialidad y reprimir su subjetividad, dado que lo esencial son las palabras de los otros, el testimonio ajeno, la exterioridad. Digo que es una ficción estratégica porque la identidad narrativa que se crea, en la medida en que intersecta lo personal y lo colectivo, genera, necesariamente una subjetividad política derivada de una ficción. Al inicio de su libro Cabeza de turco, Günter Wallraff afirma que se hizo pasar por un inmigrante turco en Alemania porque “hay que enmascararse para desenmascarar a la sociedad, hay que engañar y fingir para averiguar la verdad”. Algo similar ocurre con Gabriela Wiener.