En varios aspectos el compendio es desigual: desde el punto de vista tipográfico y de diseño, no todos los nombres de autores están acompañados de su fecha de nacimiento y ciudad de origen, sin embargo de los años que sí están señalados sobresalen las fechas de nacimiento de la década del 40 a la del 60, pero no se registra nada de los 80 en adelante, por lo que no sabríamos cuáles son los autores jóvenes anunciados en la “Presentación”. Al final del libro hay una bibliografía que no sigue el orden alfabético, sino que se presenta por el orden de aparición de los textos, en la que se aclara de dónde se desprenden la mayoría de ellos; en ésta podemos aseverar que algunos relatos fueron retomados de publicaciones más recientes, hay material de los 90 y hasta el 2005, es decir, dos años antes de la publicación de esta antología; asimismo es visible la importancia de la revista Imaginación, mencionada más arriba, así como la Revista de la Asociación Hondureña de la Lengua, de donde se retoman algunas minificciones
Por otro lado, se recopilan cinco autoras, frente a 31 autores, este desfase es habitual en la literatura de todos los tiempos, incluso podría celebrarse la inclusión de al menos esas cinco (Eva Thais, Rocío Tábora, Lourdes Núñez Ortíz, Débora Ramos, Mónica Romero Lepe); sobre la muestra literaria, algunos autores presentan hasta seis microrrelatos y otros tan sólo uno. Respecto a los temas, dado que se trata de una compilación cuyo eje es el país de origen y no los tópicos literarios, por supuesto que hay temas variados. Por ejemplo, de Rodolfo Alirio Hernández se rescatan cinco textos pertenecientes a la seria titulada “Vocales en vacaciones”, donde predomina el juego con vocales ausentes; es decir, restricciones autoimpuestas en cuanto al tipo de palabras que se deben utilizar, tal como experimentaba en Francia el grupo OuLiPo alrededor de la década del 60, y que continúan experimentando autoras como Luisa Valenzuela y Dina Grijalva.
Estos textos conviven con otros autores que prefieren aludir a problemáticas cotidianas, algunos temas políticos, recordar a los mayas, narrar sobre animales, sobre los sueños, y las fotografías. Como una muestra que atiende a la perspectiva hondureña contenida en la antología, aquí un microrrelato de Julio Escoto quien coordinó la revista Imaginación.
Del país
Relatan los habitantes de Dulce Nombre de Culmí, Honduras, que en la Mosquitia hay un lugar plano y arbolado, de flores carnosas como manos, de insectos con larguísimo aguijón de unicornio, donde al lanzar una piedra sobre la arena forma círculos concéntricos que desaparecen rato después, hojas que si caen en el agua se transforman en peces y en la tierra se vuelven aves de fúlgido plumaje y cuello corto capaces de extraer en el hombre los recuerdos del sueño y en las mujeres el temor de la muerte.
Surge la duda de por qué el autor más representativo de la minificción, nacido en Honduras, no está compilado en esta antología: Augusto Monterroso. En la “Presentación” se explica que a pesar de haber vivido en Tegucigalpa hasta la adolescencia (al igual que Rafael Heliodoro Valle), se nacionalizó como guatemalteco, pues su madre era hondureña y su padre de Guatemala. Además, es sabido que gran parte de su obra la publicó en México. Resulta curiosa esta diferencia de inclusión, pues en su libro Monterroso por él mismo (2003), el autor fundacional menciona cómo sus textos se compilaron paulatinamente en antologías mexicanas y fue adoptado por la literatura de este país. Como contraparte, no está publicado en los compendios centroamericanos de minificción.