La protagonista de Ygdrasil es Marina, una asesina adicta a una droga sintética llamada “maíz”, cuyo cuerpo será cibernéticamente modificado mediante implantes nanotecnológicos que le permitirán conectarse a redes informáticas y robar datos de diversas instituciones. De inmediato, Mariana nos recuerda a la mayor Motoko Kusanagi de la serie de manga y anime, Ghost in the Shell, creada por Masamune Shirow. Conforme se desarrolla la novela, pueden ser trazados algunos paralelismos con otros personajes femeninos, como Sarah Connor, de la franquicia Terminator; Molly Millions, del Neuromancer; e, incluso, con la teniente Ellen Ripley, de la franquicia Alien. En cuanto a la figura del hacker informático pueden trazare vínculos, por ejemplo, entre Mariana y Neo, de la franquicia Matrix, o con el propio Henry Case de Gibson. A través de misiones suicidas, chantajes y misterios tecnológicos, que poco a poco serán revelados, Mariana nos conducirá al origen y propósito del proyecto Ygdrasil, una suerte de red biológico-cibernética que necesita de almas humanas para convertir a la Tierra en un gran ordenador, una especie de anima mundi de la cual todas las almas del planeta participan y en la cual se fusionan.
Este elemento es, a mi parecer, el más perturbador e interesante de la propuesta de Baradit, pues está en estrecha relación con las representaciones del poder presentes en el desarrollo de la ciencia ficción, las cuales delineé al comienzo: el Estado totalitario mundial, la corporación globalizadora y, ahora, la red mundial cibernética que no necesita de mecanismos de control, pues ha suprimido todo forma de individualidad y resistencia. El proyecto Ygdrasil, tal como ha sido concebido por Baradit, hace patente una de las grandes preocupaciones éticas la ciencia ficción cyberpunk y pone de manifiesto la consecuencia última del Internet y la interconexión: la disolución del individuo y, por tanto, de la identidad, en el momento en que la sociedad deviene un amasijo homogéneo donde las consciencias particulares son indiscernibles.
Este asunto no es nuevo en el género y quizá las más importantes referencias de Baradit sean los mangas y animes japoneses Akira y Neon Genesis Evangelion. Al final de Akira, los poderes telekinéticos del adolescente Tetsuo se desbordan y, de tan ilimitados, comienzan a expenderse en una suerte de materia orgánica-cibernética que amenaza con abarcarlo todo y destruir por completo a la humanidad. Por su parte, en Neon Genesis Evangelion, el Eva 01, piloteado por el adolescente Shinji, se convierte en una especie de médium con la capacidad de culminar el Proyecto de Complementación Humana. Este proyecto, similar a la postulación ética de Akira, pretende forzar la evolución humana fusionando las consciencias (y las almas) individuales en un solo ente metafísico que lo abarca todo. No he pretendido aquí desentrañar el complejísimo significado y las múltiples lecturas de estas obras, sino dilucidar los vasos comunicantes y las referencias con las que dialoga Baradit. No olvidemos que, en la mitología nórdica, el Yggdrasil es el árbol de la vida que comunica y unifica los reinos y universos que conformaban el imaginario religioso vikingo, aquellos que Odín tuvo que recorrer para conocer el secreto de las runas.
En última instancia, la teoría de la unicidad del universo y de un anima mundi unitaria que pone en movimiento a todos los seres, puede rastrearse en diferentes discursos filosóficos y mitológicos, desde el Timeo de Platón, la filosofía estoica, el dios uno de Spinoza, la monadología de Leibniz, la Hipótesis Gaia de Lovelock y, como propone Baradit, en la mitología chilota y la religión mapuche. En Ygdrasil, la estética del manga y el anime japonés, las referencias al cristianismo, la mitología nórdica o el pensamiento occidental, conviven con el chamanismo mapuche, la teoría de chakras, una desconcertante sexualidad y referencias a la historia latinoamericana. Esto es patente a lo largo de la narración, por ejemplo, donde se lee:
En 1971, un equipo del área esotérica del Ministerio del Interior del gobierno de Salvador Allende descubre que se está construyendo una runa en cobre, de doce kilómetros de diámetro, en un área boscosa del sur de Chile. Esta esvástica levógira sería el primer electrodo de un circuito impreso planetario; un nuevo intento, luego de milenios, de estimular los chakras del mundo con acupuntura geodésica para fines desconocidos. Una tosca inscripción hecha con un clavo rezaba: “Esta es la semilla del Ygdrasil”. Allende confisca el cobre y exige explicaciones. Es borrado del mapa, el orden se restablece y los trabajos continúan. (198).
Si los autores norteamericanos especulan sobre la posibilidad de que las máquinas adquieran consciencia, aniquilen a la mitad humanidad y se libren batallas futuristas en los remanentes de ciudades como Nueva York o Los Ángeles; si los japoneses especulan con un estado de evolución humana potenciado por la tecnología que desencadenará la destrucción de Tokyo; ¿por qué no habremos de especular con chamanes que orbitan la Tierra y acupuntura geodésica en el sur de Chile? Esto es lo que habilita la narración de Baradit, donde vemos implicada a la geografía latinoamericana:
El Ygdrasil es una estructura desaforada y monstruosa que nace desde el suelo marino del océano Atlántico […] La resistencia que regula la energía-información que se desplaza desde la parte sumergida a la parte superficial es la catedral de Cuzco […] Un chamán se desplaza en órbita geoestacionaria sobre el desierto de Atacama. Es tan perfecto que ha reemplazado sus funciones biológicas por los cantos y oraciones que lo sostienen. (201-38).
El gran mérito de Ygdrasil de Baradit es, quizá, su mayor debilidad: tanto en la trama como en los temas, la ambición por conjuntar tantos y tan variados elementos provoca confusión y dispersión. Ygdrasil confecciona un delirante pastiche futurista que incorpora y asimila cinematografía, anime, literatura, religiosidad, mitología, biotecnología, redes informáticas, realidad virtual, viajes astrales, chamanismo, drogas sintéticas, tortura y perturbadoras prácticas sexuales. El autor nos ofrece todos estos elementos bajo el formato de novela detectivesca de ciencia ficción, con largas secuencias de acción narrativa. Los cabos son tantos que es inevitable que varios queden sueltos; debido a ello, el argumento de la novela algunas veces divaga y, para poder ser efectivo, el autor debe poner en boca de sus personajes explícitas aclaraciones y justificaciones. Sin embargo, Baradit ha asimilado un conjunto de referencias culturales tan variadas y, a la vez, definitorias de una generación de amantes de la ciencia ficción en Latinoamérica que, inevitablemente, genera y potencia una multiplicidad de lecturas. Una aguda lectura es la de Juan Ignacio Muñoz Zapata, quien ve en las prácticas de coerción y tortura de la novela una metáfora del trauma social que la dictadura militar implantó en la sociedad chilena. A partir de los derroteros abiertos por El Manifiesto Cyborg (1983) de Donna Haraway, Macarena Areco ve en la fragmentariedad de los sujetos y personajes de la novela de Baradit una denuncia con tintes apocalípticos de los discursos alienantes de la globalización.
Tras un largo tiempo despreciada en Latinoamérica, entre otros motivos por sus referencias y su anclaje en la cultura popular, la literatura que podemos tildar como cyberpunk no ha tenido la atención que merece por parte de la crítica. Sin embargo, como atestiguan recientes publicaciones en revistas, suplementos y sitios de internet, existe un creciente interés en el estudio y revalorización de la literatura cyberpunk latinoamericana. Considerando la situación política, económica y social por la que atraviesan nuestros países, así como la geopolítica de la región, el estudio de la literatura de ciencia ficción cyberpunk podría brindarnos posibilidades de especulación crítica sobre nuestro futuro y actualidad. Literaturas que desmenucen los derroteros del poder y la tecnología en Latinoamérica parecen más necesarias que nunca.
Obra citada:
-Araya Miranda, Jaime. “Ygdrasil, una novela cyberpunk chilena”. Puerta de Escape. 2011. Recuperado el 27 de octubre de 2019 de: http://www.puerto-de-escape.cl/2011/ygdrasil-una-novela-cyberpunk-chilena/#_ftn3
-Areco, Macarena. “Más allá del sujeto fragmentado: las desventuras de la identidad en Ygdrasil de Jorge Baradit”. Revista Iberoamericana, 76 (232), Julio-Diciembre 2010, pp. 839-853.
-Baradit, Jorge. Ygdrasil. Chile: Ediciones B, 2005.
-Bell, David, Loader, Brian D., et al. Cyberculture. The Key Concepts. New York: Routledge, 2004.
– Brin, David. The Transparent Society: Will Technology Force Us To Choose Between Privacy And Freedom? New York: Basic Books, 1998.
-Haraway, Donna. Simians, Cyborgs, and Women: The Reinvention of Nature. London: Free Association, 1991.
-Huxley, Aldous. Un Mundo Feliz. Barcelona: Plaza & Janés, 1969.
-Muñoz Zapata, Juan Ignacio. “Jorge Baradit’s Ygdrasil: Simulacra and Virtual Trauma in Chilean Cyberpunk”. Recuperado el 27 de octubre de 2019 de: https://www.academia.edu/36081529/Simulacra_and_Virtual_Trauma_in_Chilean_Cyberpunk
-Nitschack, Horst. “Antropofagia cultural y tecnología”. UNIVERSUM, 31(2), 2016, pp. 157-171.
-Sterling, Bruce. Preface. Burning Chrome, by William Gibson. HarperCollins, 1986.