Por su parte, María Carman, en “Las grandes intervenciones urbanas y la jerarquización de los afectados de la cuenca Matanza-Riachuelo de Buenos Aires”, nos presenta el complejo escenario de relocalización de la villa porteña 21-24 con el fin del saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo, “río fétido en cuyas orillas conviven industrias y villas y que provoca sufrimiento ambiental en los habitantes populares próximos” (plomo en la sangre, problemas respiratorios, padecimientos dermatológicos) (190). Este proyecto se da en un contexto de varios intentos históricos de saneamiento, siempre inconclusos o frustrados, siempre simulacros del estado, de donde nace un natural escepticismo de los habitantes en cuanto a la concreción de la obra y los nuevos hogares que les serán asignados (con mínima infraestructura y múltiples carencias). El proceso fue tortuoso, y el texto de Carman se encarga de mostrarnos “las graves falencias del Instituto de la Vivienda no sólo como ejecutor de la política de relocalización, sino como interlocutor con los afectados, su permanente actitud omisiva, la información incompleta suministrada y su falta de búsqueda de consensos con las familias” (204).
“As representações de favela na América Latina”, de Teresa de Jesus Peixoto Faria, hace un eco con el artículo de Neiva Vieira da Cunha. Aquí, nos acercamos nuevamente al proyecto de pacificación y remodelación de las favelas en Río de Janeiro, de cara ante la Copa Mundial de Futbol 2014 y los Juegos Olímpicos 2016, el cual, afirma Peixoto, en un intento de cambiar la imagen negativa de las favelas con miras a la rentabilidad turística, ha consistido, básicamente, en una serie interminable de desalojos o reubicaciones arbitrarias y forzadas. En todo caso, lo que cabe destacar de este trabajo es la dimensión de “representación” de las favelas: “Por um lado, são vistas negativamente enquanto um problema social. Por outro, vistas positivamente de modo idílico e como solução para os problemas de habitação” (215). La representación ha variado, desde lo exótico o pintoresco hasta lo idílico y político, pasando por lo violento y la lucha contra el narcotráfico. Peixoto ejemplifica esto con diversas obras artísticas, sobre todo del terreno musical, pictórico y cinematográfico. El cometido actual parecería ser caracterizar a Río de Janeiro como una “ciudad-mercancía”, es decir, como turismo exótico.
El trabajo de Alejandro Sehtman, “Las evoluciones posneoliberales de la política de vivienda en la Argentina y Brasil”, es el que da título propiamente a este apartado (III. “Políticas públicas de vivienda”) pues va al fondo de la teoría de la política habitacional para después describir dos modelos impulsados y financiados enteramente por el estado, el argentino y el brasileño. En ambos casos, desde el año 2003 ha predominado el “enfoque facilitador” y subsidiario para los sectores bajos y medios bajos mediante “un programa de crédito para la vivienda financiado principalmente a través de fondos semipúblicos” (241). Hay tres ejes muy claros: el estudio y planeación de cuántas viviendas deben construirse para satisfacer la demanda, el subsidio proporcional a la capacidad de pago de las familias, y el uso de fondos públicos y semipúblicos para el “fondeo” (242). Sin embargo, el autor nos recuerda que el término posneoliberal no debe engañarnos: “el posneoliberalismo real no implica tanto un proceso de desmercantilización o de regulación del mercado como uno de participación estatal en él, como un agente económico cuya racionalidad está entremezclada con los mecanismos de legitimación política y con horizontes de mejora social” (243).
Para comenzar el apartado IV. “Gestión urbana”, Neli Aparecida de Mello-Théry y Hervé Théry nos entregan “Disparidades territoriais e capacidade de gestão dos governos locais no Brasil”, un estudio de las posibilidades de autogestión de los gobiernos locales en Brasil de cara ante lo que se conoce como el Proyecto o Agenda XXI. El trabajo se basa en un conjunto de “mapas temáticos” que permiten la evaluación “dos territórios e das políticas territoriais locais” (251). Dichos mapas se concentran en tres variables: la estructura organizacional (“a capacidade de cobrança de impostos e a legislação para conservação dos patrimônios”), las condiciones legales para la planificación municipal (“a existência de planos diretores e de distritos industriais planejados ou implantados”) y las condiciones de los recursos humanos (“capacidade do quadro de funcionários municipais, destacando se os mesmos são permanentes ou não”). Este mapeo muestra las “profundas disparidades” que aún marcan el territorio brasileño, pero también dan la pauta para que los gobiernos locales programen, ejecuten y monitoreen acciones públicas.
“El desafío metropolitano en Brasil: político, social e institucional”, de Sergio de Azevedo y Virginia Rennó dos Mares Guia, también aborda la dimensión municipal. Los autores hacen un breve balance histórico de la legislación urbana estatal y municipal en Brasil “en un contexto de una economía de mercado extremadamente jerarquizada y marcada por profundas desigualdades de renta” (264). Teóricamente, desde 1988 “se viene dando un tratamiento diferencial a las diversas regiones metropolitanas del país en función de sus peculiaridades políticas e institucionales”, pero esto está lejos de ser cumplido en su cabalidad. “El tema de las regiones metropolitanas”, afirman, “se caracteriza tradicionalmente por no ser el centro de las atenciones en las agendas políticas […] una vez que ellas no significan el usufructo de beneficios inmediatos” (273). Bajo este escenario, los autores están convencidos de que Brasil, en términos de gestión urbana, tiene de frente tres grandes desafíos: la consolidación institucional de las diversas cooperaciones federativas, la existencia de “un arreglo institucional intergubernamental de cooperación federativa para la gestión de las regiones metropolitanas” y evidenciar que los municipios no lograrán solucionar sus problemas de políticas públicas por sí mismos, sin ayuda del gobierno federal”.
El volumen cierra con el apartado V. “Prácticas de ciudadanía y apropiación del espacio urbano”, cuya primera contribución es “Desigualdades urbanas y acción pública local en la ciudad de México”, de Alicia Ziccardi y Arturo Mier y Terán. Los autores parten de la premisa de que “la desigualdad urbana amplifica las condiciones de pobreza [estructural] que existen en nuestras ciudades [latinoamericanas]” (287), es decir, “el cúmulo de obstáculos que existen para el ejercicio […] [del] derecho a la ciudad”: hacinamiento, acceso restringido al agua, horas perdidas en el transporte público, acceso diferencial a la educación y a la salud, se suman al ya de por sí multifactorial fenómeno de la pobreza. La Ciudad de México es un paradigma de esta relación entre desigualdad estructural y desigualdad urbana. Ziccardi y Mier detallan los aspectos del “Programa Comunitario de Mejoramiento de Barrios, Colonias y Pueblos”, para evidenciar un ejemplo de acción gubernamental que mitiga la desigualdad urbana, pues busca “un modelo urbano, orientado al uso equilibrado y justo del espacio público […] [capaz de] generar procesos de inclusión social y participación ciudadana” (293).
En “Los ‘barrios porteños en disputa’”, Silvia Hernández, a través de un muy agudo y concienzudo análisis de algunos discursos públicos emitidos por integrantes de la comunidad política y ciudadana de Buenos Aires, formula una relación directa entre la noción de “patrimonio” e “identidad”. La calidad de “lo patrimonial”, en este caso, es el resultado de una construcción cultural alrededor de un espacio (un parque, un monumento, una plaza), que puede devenir en un “branding urbano” o en una “identidad vecinal” (303). Este proceso, afirma la autora, conlleva una “moralización de los usos del espacio”, pues tiene como resultado la discriminación de usos “correctos e incorrectos”, “tolerables e intolerables”, “deseables e indeseables”. Esto “no sólo avala una expulsión simple de los [sujetos] ‘indeseables’, sino que además da consistencia a una figura del sujeto con legítimo derecho al disfrute del espacio urbano: ‘el vecino’” (311). Hernández hace evidente el problema: bajo la apariencia de legitimación “democrática” de los usos del espacio, se condena la diferencia y, con ello, la ciudad queda autorizada para “repeler” la alteridad en un acto de intolerancia.
El cierre del apartado, y prácticamente de todo el libro, lo encontramos en “Década por una educación para el desarrollo sostenible”, de Pablo Rivera, Ricardo Ibarra, Elena Sánchez y Claudio Milano. Este texto a cuatro manos nos sensibiliza ante un hecho que, de cierta forma, atraviesa (o debería atravesar nuestra lectura de) todos los artículos y todo el volumen: la proyección de un futuro sostenible impulsado por una conciencia ambiental inculcada y promovida desde las escuelas. Destacando los valores del diálogo y del trabajo conjunto, el aprendizaje y los cambios de comportamiento, los autores sugieren el programa de la “Educación Ambiental para el Desarrollo Sostenible” (ONU-UNESCO) como camino a seguir. El artículo realiza un recuento pormenorizado de gran parte de la experiencia chilena respecto de este compromiso, desde la adición oficial de Chile a este proyecto global, hasta su implementación en la región metropolitana de Santiago, pasando por el proceso de certificación por parte del Sistema Nacional de Certificación Ambiental de Establecimientos Educacionales. Al final, los articulistas nos regalan un hermoso ejemplo de viabilidad del proyecto en la experiencia del Complejo Educacional Maipú, en Santiago de Chile.
Al final del recorrido, es obligatorio hacer dos críticas. En primera instancia, al ser una publicación la Coordinación de Humanidades, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, y del Posgrado en Estudios Latinoamericanos, se extraña la integración de más artículos que versen sobre la dimensión discursiva, cultural, representacional, o en torno a las subjetividades de la urbe, al estilo de los textos de Teresa Peixoto o Silvia Hernández. La cuestión económica, arquitectónica y política de la ciudad es tan fundamental como su aspecto intersubjetivo.
En segundo lugar, llama mucho la atención, por no decir que consterna, que un libro que habla sobre segregación y desigualdad sea académicamente canónico y desigual al estudiar los mismos países (en ocasiones las mismas ciudades) una y otra vez: Brasil, México, Argentina y Chile, como si el resto de los países y ciudades latinoamericanas no se enfrentara a problemas urbanos de la misma magnitud, o incluso mayor, que los aquí consignados. Desde luego, no se cuestiona la selección y edición de los coordinadores del volumen, pero sí se destaca la falta de perspectiva al respecto.