Portada. Fotografía tomada de www.goodreads.com

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Casas vacías para albergar la vida o la muerte: entrevista a Brenda Navarro

Casas vacías es, sin duda, una de las mejores novelas que se han publicado en años recientes. Tuve la valiosa oportunidad de conversar con su autora, la escritora mexicana Brenda Navarro, afincada en España. Hablamos de esta obra, editada en 2017 por Kaja Negra, y de otros temas ligados a la maternidad y la escritura. Agradezco a Brenda Navarro su tiempo y su disposición para llevar a cabo esta charla.

 

BM-Tienes estudios en sociología, derechos humanos y género ¿por qué decidiste dedicarte a la literatura?

BN-Nací en una familia pobre. Mis padres han tenido que trabajar desde que eran niños y para mí estudiar o dedicarme a “escribir” como profesión era algo que ni siquiera podía pensarse. Soy de las pocas personas en mi familia que tiene un título universitario y mucho tiempo de mi juventud algo de mí se aferraba a buscar algo que me ayudara a sentirme conforme con esta necesidad de crear “realidades alternas”; lo intenté muchas veces y la mayoría del tiempo no pude seguir porque dedicarse a leer y a escribir cuesta dinero, colegiaturas y tiempo que yo no podía permitirme; en ese sentido, siempre me negué a escribir como profesión porque no podía darme el lujo de llevar una vida llena de nuevas frustraciones económicas.

Como la mayoría de la gente que escribe, lo hago cuando puedo, casi robándole el tiempo a mi familia, es decir, no me dedico a la literatura como tal, y conforme pasan los años sé que cada vez lo haré menos, no me da la vida y también sé que las condiciones actuales del mercado literario me resultan denigrantes.

A lo que sí le apuesto es a compartir mi necesidad de crear esas realidades alternas a mi vida y lanzarlas al aire, como hicimos con Casas vacías, y la ficción me ayuda mucho. Me siento cómoda ahí. Que sean personajes, no yo, quienes salgan a cuestionarse y a conversar con el mundo. Que ellas, –las personajas– que ya han conversado conmigo y se han vuelto una historia, sean las que platiquen con la gente que quiera leerlas. Esa es quizá la magia de poder escribir sin tomarlo como una profesión, que el proceso creativo sirva como inicio de conversaciones que empiezan contigo, pero que van hacia otras personas sin que tú tengas control de esto.

BM-Dentro del panorama de las letras mexicanas, ¿quiénes son tus influencias?

BN-Yo pondría como libro indiscutible en mi formación como lectora y escritora Los hijos de Sánchez del antropólogo Oscar Lewis. Lo leí cuando tenía diez años y me marcó muchísimo. La forma en que Lewis plasma el lenguaje de la Ciudad de México me impresionó porque parecía que escuchaba a cualquier persona de mi entorno. Es un libro muy actual. Luego, diría que Nellie Campobello, Josefina Vicens, Elena Garro y el trabajo magistral de Sara Uribe en Antígona González han sido fundamentales. Seguro que hay más pero ahora se me vienen a la mente ellas.

BM-Casas vacías es tu primera novela, ¿cómo la describirías a un lector que quisiera acercarse a ella?

BN-Siempre me cuesta responder esta pregunta porque siento que la voy encasillando en temas que quizá no le corresponden, pero diría que es una novela que habla de la soledad que tenemos las mujeres ante las constantes desapariciones de nuestras vidas: desaparece nuestro yo al convertirnos en madres, esposas, novias, trabajadoras. Siempre estamos cumpliendo un mandato social, nos escondemos detrás del maquillaje, de la profesión, etc. Somos un desaparecer constante siempre en pos del bien general. Hablo, quizá, de lo que significa la soledad que te da estar viva y constantemente silenciada porque lo que vende, lo que importa no está en lo que les pasa a las mujeres. Pero quizá vaya de otra cosa y todavía no lo sé.

BM- ¿Por qué elegiste ese título?

BN-Esta novela ha tenido muchos títulos, el más cercano fue “Los pájaros se estrellan en el cielo” pero en el proceso de escritura lo peloteé con colegas y el título no terminaba por encajar ni gustarme del todo. Casas vacías vino perfecto porque creo que es una buena forma de describir lo que somos las mujeres para la sociedad: casas que se construyen con todo el esmero y el decoro pero que terminamos por ser deshabitadas cuando ya no le gustamos a las personas que van y habitan otra, pero también, ahora con esto de la gentrificación de las ciudades en donde es más fácil que Airbnb sea dueña de la mayoría de las viviendas para el bienestar de unos pocos, mientras los demás vivimos hacinados; es una buena metáfora que habla de las mujeres como cuerpos que se habitan mientras se necesitan para después quedarse vacías.

BM-Todos los epígrafes son de Wisława Szymborska, cuéntanos un poco sobre esta elección paratextual.

BN-Wislawa Szymborska es mi escritora favorita. Tiene esa capacidad de decir en unos cuantos versos lo que yo me tardé en más de cien páginas. Entonces creo que esta novela era una manera de conversar con ella: ¿a ésto te referias Wislawa cuando hablabas de ese árbol, de esa madre, de eso que no fuimos? O: Wislawa, cuando te leí, pensé esto, me hiciste sentir esto y esta personaja lo vive así. Gracias por escribir el verso, Wislawa. Es mi muy humilde homenaje-conversación con mi escritora favorita.

BM-Tu novela toca muchos temas (violencia de género, feminicidios, violencia obstétrica, acoso, incesto, autismo, maternidad, desapariciones, migración, precariedad, entre otros) pero ¿crees que podría decirse que es un relato sobre el dolor? Las historias de dos madres se imponen como los ejes de la novela, a través de ellas, de su cuerpo y de sus pensamientos, los lectores vemos un profundo dolor.

BN-Sin duda va del dolor y el dolor tiene que orearse. Cuando te raspas, cuando te cortas, tienes que dejar que la piel se reconstruya mientras respira. Y el dolor es así, si te duele algo, gritas, te quejas, te sobas, lloras; porque de lo contrario se vuelve algo más fuerte, algo innombrable y con consecuencias funestas. Creo que eso es lo que ha pasado con México, nos han estado doliendo muchas cosas y no hemos sabido dejarlas respirar y ha pasado todo lo que ha pasado. Yo misma tenía mucho dolor por ver lo que pasaba y la poca capacidad de incidencia que podría tener como persona. Necesitaba explicarlo y nombrarlo desde algo que me fuera cercano y que me doliera mucho, y creo que el dolor de las madres, –esas que son santificadas el diez de mayo y respetadas en el discurso, pero ignoradas todos los demás días– era una cosa que no me dejaba respirar bien mis propias heridas. Y cuando lo saqué a que se oreara y pasaron cosas maravillosas en el proceso de sanación, tuve la fortuna de terminar con un libro. Entonces, creo que, para erradicar el dolor, hay que hablar del dolor.

Fotografía tomada de: www.kajanegra.com

BM-Entre otros, abordas el tema de las desapariciones. En México el robo de infantes es un problema muy grave, sabemos las cifras de trata, venta de órganos o pornografía infantil.1 Frente a esto, una madre, además del dolor de no saber el paradero de su hijo/hija, se culpabiliza por haber tenido un descuido. En el caso de la protagonista incluso menciona que desearía que Daniel estuviera muerto y no sufriera alguno de los casos ya mencionados. ¿Qué te llevó a hacer este interesante cuestionamiento del rol de la “buena madre”?

BN-Siempre he estado en contra de ese rol de las buenas madres porque yo nunca he conocido a madres que sean puramente buenas y esto de invisibilizarnos como personas, con nuestro lado conflictivo es lo que hace que muchas mujeres se culpabilicen por no responder a los patrones identitarios impuestos desde las estructuras patriarcales. Yo no sé qué es lo que piensan todas las madres de personas que están desaparecidas, pero sí sé lo que es querer que un dolor pare, y a veces eso hace que quieras tener un final y una respuesta. El dolor al concebido como algo infinito es insoportable y esto lo están viviendo más de 37 mil madres en México. Esta situación es totalmente aberrante porque para sanar necesitamos una respuesta, –de ahí la importancia de la memoria histórica, de la necesidad de contar y de registrar–, no podemos conformarnos con el discurso público de “la buena madre” porque existen mujeres que con lo que tienen, con lo que pueden, con lo que creen, van sacando a sus hijos adelante para que tengan una vida lo menos dolorosa posible y “mejor” que la de una, entonces, que las personajas se presentaran sin este doble discurso era necesario para poder conversar con ellas. Fue una cosa como de: a ver, si quieres que cuente tu historia, me la cuentas sin las buenas formas en las que te quieren encorsetar y hablamos claro. Y eso intenté hacer con las dos voces.

BM-En varias ocasiones los personajes tratan de explicar qué es un desaparecido: “es un fantasma que te persigue como si fuera parte de una esquizofrenia” (p. 17); “Los desaparecidos son fosas comunes que se nos abren por dentro y quienes las sufrimos lo único que ansiamos es poder enterrarles ya. Dejar de desmembrarnos tendón por tendón, hilo de sangre por hilos de hiel, porque incluso para cada gota es un calvario caer (p. 118) o “Desaparecidos: ocultos, marchados, escondidos, desvanecidos, evaporados, faltos, deshechos, desintegrados, ausentes, disipados, eclipsados, evadidos, sin ánimo de comparecer ante nuestra propia existencia” (p. 129), ¿para ti qué es un desaparecido?

BN-Es alguien que está ahí pero que no podemos tocar y creo que esa perpetuidad del estar y no estar es lo que todavía nos cuesta comprender socialmente, porque cuando alguien muere o se va de tu vida, tu mente entiende que “ya no está” o que “ya se fue”, es decir, que ya acabó la historia, o que la historia sigue sin ti; pero cuando se queda en un instante congelado que no sigue, es algo con lo que no se sabe cómo lidiar. ¿Cómo lidias con algo que instantes antes estaba y no muta, no avanza, no se va, está ahí, sin que lo puedas tocar? Yo todavía no sé cómo lidiar con esto.

BM-La desaparición es un delito complejo porque implica privación de la libertad y ausencia del cuerpo, pero no puede confirmarse la muerte. Diversas organizaciones la consideran como una forma de tortura puesto que en los familiares la incertidumbre genera altos niveles de angustia. Un familiar de un desaparecido es también una víctima, le queda un vacío, los días se convierten en una repetición: repasar los hechos del día de la desaparición, recorrer los lugares, pensar si había alguna persona merodeando. ¿Cómo puede una madre que ha perdido a su hijo no ser vista con lástima o como la culpable?

BN-Creo que ese es uno de los cuestionamientos que me hice mientras escribía la novela y mi pesimismo me llevó a escribir lo que escribí. A las madres se les despoja de una identidad y se les envuelve en una mitificación que permite que desde esa imagen se lucre, de eso habla Federici en su libro Calibán y la bruja, 2 nuestros cuerpos como mujeres y los cuerpos de las mujeres como madres, permiten la acumulación del capital debido a la explotación de nuestros cuerpos, entonces, a las madres de personas desaparecidas, se les explota políticamente, económicamente, socialmente, unas veces como estandarte, otras como algo malo. Se vuelven “las madres” sin nombre, sin historia, se les condena a ser la extensión de esa persona que desaparece y se les achacan las posibles fallas de la persona desaparecida o se les echa en cara la bondad de los infantes y su “irresponsabilidad” porque es más fácil hacer esto, es más redituable y más oportuno que hablar justo de la ausencia del Estado, de la indolencia de la burocracia, de la normalización de la violencia, etc. Pero especialmente es más fácil hablar de madres que de personas, porque cuando tú hablas de una persona, le estás adjudicando derechos y las madres no tienen derechos, sólo obligaciones.

BM-En este sentido también se plantea la forma en la que una mujer enfrenta un duelo inconcluso ¿cómo puede seguir viviendo tras la desaparición de su hijo? ¿Cómo podría enfrentarse esa sensación de que el tiempo se detiene o más bien de que el personaje lo hace cuando el resto sigue con sus vidas?

BN-Es algo que yo no sé, pero sí que está pasando y eso es algo que me interesa mucho entender. ¿Cómo le hacen? Nosotras podemos verlo en las caravanas de madres que van recorriendo países enteros para visibilizar su situación, para exigir. Es decir, en la vida real, mientras tú y yo vamos teniendo una vida más o menos “normal” hay mujeres que se han unido, que han creado redes, que están planeando acciones, que se acompañan, que se escuchan, que interpelan a gobernantes, a policías, a legisladores, que caminan y se dan entre ellas agua y comida y seguramente abrazos y palabras de consuelo y eso es de una fortaleza tremenda. Mujeres que aún con ese dolor que sienten, se mueven, viven, dan de comer a otros hijos, cuidan de sus compañeras. ¿Qué es lo que ha hecho que hagan esto y no se tiren a la cama a lamentarse? Me preguntaban el otro día y yo pensaba, no, no, seguro que se tiran a la cama y se lamentan, pero son personas complejísimas, como todo ser humano, que unas veces ríe y otras llora y otras se quiere morir y otras quiere estar muy viva para exigir justicia. Es decir, son todo eso que el modelo de buenas madres quiere que no se vea porque lo que no se ve no necesita respuesta. Estoy convencida que las mujeres sostienen al país y que las mujeres desde las redes que tienen son capaces de tirar regímenes y estructuras políticas.

BM-Para un familiar de un desaparecido el tiempo transcurre de forma diferente, más pesado y más lento. La protagonista lo usa para imaginar otras vidas posibles para Daniel, vidas felices en las que no la recuerde. Sabe que incluso ella misma como madre puede llegar a olvidarlo, no por completo, pero sí su rostro, por ejemplo. ¿Qué papel juega la memoria para tus personajes?

BN-Creo que las dos personajas nacen justo cuando se dan cuenta que tienen que contar su historia para poder avanzar. Yo me imagino que ambas después de haber exorcizado sus dolores, no volvieron a ser las mismas. Me las imagino en el colofón del loop casi infinito al que se habían condenado ellas mismas y que cuando sienten que van a volver a caer, se re-leen y se acuerdan que ya estuvieron en ese infierno y no pueden volver a él. A veces me las imagino que se encuentran y hablan, pero eso daría para otra novela que no sé si quiera escribir.

BM-Cuando se menciona: “¿Qué se espera de una madre que ha perdido a un hijo? Que salga, que se mueva, que pegue carteles… Pero me quedé suspendida, aletargada, a veces despierta por instinto” (p. 21) nos remite a Meursault de Camus o a la madre de una de las chicas muertas de Selva Almada. Parece que hay también una imposición social del duelo, de cómo actuar cuando hay una pérdida y si no se actúa conforme a lo esperado se cuestiona a la víctima.

BN-Totalmente y si no te circunscribes a ese guion eres mal vista y se te condena. Esa, me parece que es la cuestión de la que habla la primera voz, cuando dice que, al principio, cuando desaparece Daniel, todos fueron a verla, pero como ella no daba pie al morbo, como ella no lloraba frente a ellos, como ella no respondía a lo que se esperaba de ella, todos se fueron porque era más entretenido ver la televisión que verla a ella, en ese estado entre el enojo y el dolor. La gente quiere ayudar a la gente buena porque es una especie de filantropía simbólica. Todos queremos ser buenos y ayudar a gente buena, nadie quiere ser malo, nadie quiere ayudar a los malos, porque en ese momento se reconoce que la humanidad es humanidad y no esa especie de buenas personas que nos obligan a querer ser desde pequeñas.

Brenda Navarro. Fotografía proporcionada por la autora.

BM-Me parece fundamental que se aborde el tema de la maternidad. Los dos personajes principales son madres, pero no hay una maternidad idealizada. Por el contrario, ambas mujeres cuestionan los roles de género, la necesidad o la imposición de ser madres. Se presentan maternidades no deseadas y maternidades inconclusas. En la historia de la literatura hay algunas obras que han cuestionado el rol de la maternidad, pero no hay muchos ejemplos latinoamericanos (pienso en Contra los hijos de Lina Meruane como el más claro ejercicio desde la no ficción). ¿A qué se debe que tú lo hayas hecho?

BN-Quizá sí los hay, pero no estamos poniendo mucha atención, casi que puedo decir que sí los hay. El problema es la distribución y la visibilización de lo que escriben muchas mujeres pero que no interesa al mercado literario. Dicho esto, podría decirte que sí creo firmemente que la gente escribe la novela, la serie o la película que no ha podido leer/ver. Y quizá eso es lo que me pasó, que yo quería leer algo sobre esto y no lo encontraba como yo lo necesitaba y por eso lo escribí. Estoy pensando en Apegos feroces de Vivian Gornick y en lo mucho que me hubiera servido leerla antes de escribir esto. O en Elena Ferrante, que también tiene historias complejas entre madres e hijas y ya si me apuras mucho, Teresa del libro La insoportable levedad del ser, de Kundera, también me marcó en el momento de analizar relaciones entre mujeres.

BM-En ambas protagonistas hay un arrepentimiento de ser madres, ambas (una más que otra) se cuestionan haber decidido tener hijos, atreverse a ser responsables de otro ser humano. En algún momento una de ellas afirma que “la maternidad es para siempre”. ¿Aún sin hijo ella seguirá siendo madre o deja de serlo cuando Daniel desaparece? ¿Por qué no hay una palabra que nombre la pérdida de un hijo?3

BN-Supongo que esto tiene que ver con la problematización filosófica que se le ha dado a la maternidad en la cultura occidental. A las mujeres se nos ve como proveedoras de cuidados, cumplida esta función ¿qué más da lo que nos pase? En el momento en el que te vuelves madre te vuelves un poco más invisible. Luego pienso en esto de una palabra que nombre la pérdida de un hijo y sé perfectamente que lo tomé de un capítulo de la serie Six feet under, de Alan Ball, y se me quedó atravesado porque es verdad, ¿por qué no hay una palabra para esto, qué clase de insensibilidad hay en nuestra construcción del lenguaje que se nos ha pasado poner nombre a algo tan común?

BM- ¿Qué representa ser madre en esta época? Parecería que la imposición de ser madres o la dificultad de compaginar la vida laboral con la maternidad sigue siendo un cautiverio para las mujeres, como señala Marcela Lagarde. Incluso ahora suele aceptarse que las mujeres deben ser madres y cumplir con ello un rol específico en la sociedad. Además, se les exige no sólo convertirse en madres, sino ser buenas madres (lactancia prolongada, colecho, crianza con apego, entre otros).

BN-Llevo discutiendo esto con personas allegadas a mí desde hace mucho tiempo. ¿Y sabes qué me molesta? Que la discusión se torna en “¿quieres ser madre o no quieres ser madre?” Ay, pues quién sabe qué quieran las mujeres en su vida privada. No nos debería de importar si quieres amamantar o no, si tienen colecho o no. La discusión que me interesa tener es por qué sólo un pequeño grupo de la población tiene derecho a discutir estas situaciones cuando ahora mismo hay millones de mujeres que no tienen ningún tipo de derechos, ni tiempo, ni cuerpo para salir a pedir que se les respete sus derechos y en vez de que las personas que pueden salir a debatirlo, a ponerlo en la mesa de discusión de lugares en los que se toman decisiones, se la pasan en una especie de espejo en la que es importante hablar de quién es o no es feminista, o buena madre o buena mujer, o lo que sea. La mayoría de los debates en torno a la maternidad me parecen tan estériles y tan poco productivos que me he alejado de esto. Y aquí va muy de la mano este movimiento anti-niños, no se es anti-niños, se es anti-madres, y por eso se burlan de “las mamás luchonas” y hay tanta violencia y feminicidios de mujeres que son madres, es que las madres, como te decía, sólo importamos para parir y luego que nos lleve el carajo. No hay, hasta ahora, una posición más terrible para una mujer que ser madre, pero no se quiere hablar de esto, porque no sólo se cuestionaría al Estado sino al propio sistema económico. Es decir, hablar de lo que implica ser madres, implica mandar al demonio al neoliberalismo y construir otro tipo de Estado o sociedad, pero me temo que me voy a morir y no voy a ver que esto suceda.

BM-La madre de Daniel cuestiona la vida cotidiana con un bebé, no es nada fácil la adaptación con su propio hijo y la lactancia. Normalmente de eso no se habla, suponemos que es un proceso natural y debe ser hermoso. Tu personaje señala las dificultades y hace sentir menos solas a las madres, por ejemplo, en los siguientes pasajes: “Daniel estuvo llorando y yo le ofrecía el pecho y él no chupaba y yo lo apretaba contra mí y lo alzaba en mis brazos para moverlo a la izquierda, a la derecha, arriba, abajo con la desesperación de la que no puede decir en voz alta: Cállate, no me dejas dormir. Y Daniel lloraba como el hombre que sabía que podía comer, dormir y llorar a la hora que se le antojara porque nosotras, aunque cansadas y somnolientas, estaríamos a sus pies. Finalmente, la realidad fue que Daniel se convertía en el carroñero que nos devoraba el tiempo y nos dejaba sudar la putrefacción que emana cuando lo humano se evapora ante el cansancio y luego, otra vez, nos volvía a comer” (p. 66), o “los primeros días con Daniel en mi vida, más que una dicha, eran un suplicio ahogado. Cállate, le decía en un silencio amordazado entre los ojos, por miedo a que alguien escuchara el escozor que me causaba oírlo llorar por ese no saber sobrevivir solo en el mundo… Daniel me causaba una incomodidad con la que no podía lidiar. Lo tomaba entre mis brazos y en el shhh, shhhh, shhh con el que me calmaba a mí misma le obligaba a chupar de mi pezón, no para que se alimentase, sino para mantenerlo ocupado y dejase de crisparme el sistema nervioso con su taladroso llanto. La lactancia es el reflejo de las madres que quieren ahogar a los hijos ante la imposibilidad de no poder comerlos. Les ofrecemos el pecho no solo por instinto sino por el deseo obliterado de acabar con la descendencia antes de que sea demasiado tarde. Craso error de cualquier forma” (p. 78). Las citas anteriores me recuerdan el poema que Rosario Castellanos dedicó a su hijo (“Se habla de Gabriel”) que es tremendamente sincero. Tanto el texto de Castellanos como el tuyo cuestiona las ideas románticas sobre el embarazo y la maternidad. Tus personajes hablan de la soledad de los primeros días siendo madre, del cansancio, del miedo, del dolor, del hartazgo y de la repetición. ¿Estarías de acuerdo en que uno de los rasgos que más caracterizan a tus personajes es justamente la sinceridad tan brutal con la que hablan?

BN-Totalmente, pero para que la madre de Daniel se atreviera a decir estas frases en voz alta, tuvo que pasar mucho tiempo, tanto que Nagore se convirtió en una mujer. Le costó mucho tiempo reconocer que ese shhh, shhh, sí lo había pensado y que sí tenía ganas de desaparecer a ese bebé que le cambió la vida. Por eso, cuando Daniel desaparece ella siente que todo es su culpa, porque algo de ella sí que lo quería, no quería cuidar de nadie a costa de su propio cuerpo y eso es súper normal, cuidar y responsabilizarte de una vida ajena es muy serio. Es que conozco a pocas mujeres que niegan que a veces quieran mandar a sus hijos a otro mundo, pero todas lo hemos querido, somos humanas y necesitamos descansar y tener una vida que no gire alrededor de los hijos. A mí me pasa que las mujeres se niegan a decir que hubieran preferido no ser madres, pero si les escarbas un poquito en la conversación, te dirán en otras palabras lo mismo, claro, es que ser madre y dejar tu cuerpo en otro ser es una cosa muy tremenda y muy dolorosa y cuando se hace en soledad es peor. Si ser madres fuera una cosa tan maravillosa como se nos dice, los hombres ya hubieran invertido la vida en hacerlo posible.

BM-En Casas vacías la madre de Leonel cree que una vida plena y feliz sólo se conseguiría con la llegada de un bebé. Considera que un hijo es el recurso para que su pareja deje de golpearla y sean una familia feliz. Centra su realización en tener un hijo y darle una familia como la que ella no tuvo. ¿Dirías que se convierte en una obsesión?

BN-Creo que la madre de Leonel lo que quiere es escapar de su vida, pero como no tiene los referentes ni las herramientas sociales para hacerlo, busca lo que tiene a la mano dentro de su imaginario social. Creo que ella lo dice claramente, yo quería criar a una hija como no me criaron a mí. Darle a esa hija la vida que ella hubiera querido tener, la madre, el padre, las condiciones que ella hubiera querido tener, ella buscaba cómo subsanar su vida a través de otra persona. Y cuando lo logra, se da cuenta que todo fue una falacia y por eso cuando Rafael va por sus cosas, ella misma dice: hubiera sido más fácil decirse adiós así, sin tanto teatro, hubieran hecho menos daño y es cierto. Aquí lo interesante es cuestionarse cómo algo que en algún momento de tu vida es tan importante, en otro momento deja de serlo. ¿Si la madre de Leonel hubiera tenido otra pareja, hubiera podido ser madre? No lo sabemos, pero sí que sabemos que pudo haberlo intentado y no supo cómo. Yo se lo achaco a la soledad, no tuvo a nadie a su lado para hacerla ver las cosas desde otro punto de vista. Las redes de amistad son fundamentales para este tipo de situaciones y ella no tenía a nadie que fuera su confidente.

BM-Los personajes femeninos tienen una gran fuerza, en particular me gustaría hablar de Nagore. Una niña que sufre una fractura familiar terrible pero que a lo largo de la novela muestra siempre una fuerza notable. ¿Cómo construiste a este personaje?

BN-Nagore se construyó sola y eso fue totalmente orgánico. Creo que si Nagore logra salir adelante de todo lo que le ha pasado es porque no se ha quedado sumergida en ese ambiente, cuando la madre es asesinada, su tío se la lleva de ahí, entonces no vive la total ausencia de su madre porque ella es la que se mueve de lugar, creo que si se hubiera quedado con los abuelos, el peso de la muerte de su madre hubiera sido más duro. Luego, cuando vive en México, en realidad vive apartada, como si estuviera sola, se le alimenta, se le cuida en lo necesario pero no se le incluye dentro del dolor y creo que eso es clave, Nagore no vive el dolor en carne propia porque no se le socializa, y creo que eso ayuda mucho en el crecimiento de las personas, cuando tú pasas de ser niña a mujer y de una u otra forma no estás inmersa dentro de los valores tradicionales, es más fácil romperlos y es lo que ella hizo. Es decir, como ella no perteneció a ningún dolor porque se le despojo de esa oportunidad, es que pudo construirse de manera distinta y por eso ella después quiere respuestas. Quiere saber qué pasó para que ella haya sido lo que es y creo que eso permitiría que una hipotética Nagore pudiera ver el sufrimiento de su familia, desde un punto de vista de la sanación y no del dolor.

BM-Los personajes femeninos están muy bien logrados, el lector siente empatía por las protagonistas a pesar de los actos que cometen. Los personajes femeninos secundarios también son muy complejos. Vemos la complicidad de la madre de Rafael y la madre de Fran, por su parte, también está viviendo un duelo por su hija y la ausencia de sus nietos. ¿Qué papel juegan ellas en la normalización de la violencia?

BN-Es muy interesante entrarle al tema de las abuelas porque creo que también hay muchos mitos que rascarle por ahí. ¿Qué están dispuestas a hacer las abuelas para mantener la paz que han construido por años a su alrededor? Muchas veces se normaliza el dolor porque es mejor lo malo por conocido que lo bueno por conocer. Quizá yo creo esto porque yo no tuve abuelas cercanas, no me tocó vivir ese amor incondicional de una abuela, pero creo que detrás de esa posible bondad, que seguro existe y que no discuto, hay también una dureza y una violencia incorporada porque es imposible sobrevivir en el mundo sin esto. Es decir, o te vuelves violenta para proteger a los tuyos, a lo que has construido, por lo que has dado la vida, o terminas muy infeliz. O pasan las dos cosas, que es más terrible pero también más verdadero.

Portada. Fotografía tomada de www.goodreads.com

BM-En Casas vacías también se cuestiona el ideal de la familia, no vemos parejas solidarias, al contrario, ni Rafael ni Fran ni Vladimir son un modelo ejemplar (ni de parejas ni de padres). ¿Qué podrías contarnos sobre tus personajes masculinos?

BN-Creo que las relaciones amorosas están construidas para que sean relaciones de poder y que sean además dicotómicas. Si tú eres de tal forma, entonces, yo tengo que ser tu contraria, se crea esta falsa idea de que hay que complementarnos. Y en el caso de Fran, Vladimir, y Rafael era algo así, si ellas eran las que se ponían tristes, ellos tenían que ser fuertes o viceversa. No creo que ningún personaje masculino en la novela salga bien parado, pero tampoco en la vida real. ¡Qué difíciles son las relaciones de pareja en un sistema económico-social como en el que vivimos! Muchos de los problemas que tenían entre ellos tenía que ver directamente con el acceso a oportunidades de los hombres y de cómo las mujeres tenían que supeditarse a ello. Si a Rafael le iba mal, a ella le iba mal. Si a Fran y a Vladimir se les ocurría hacer algo, lo decidían unilateralmente. Todos ellos son terribles.

BM-Me parece que hay preguntas que recorren toda la novela: ¿Qué es un hogar y de qué se conforma? O ¿En dónde empezamos a ser padres e hijos? Con esto quiero decir que es una novela sobre lo privado ¿cómo hablar de ello?

BN-Mi experiencia como lectora es que todas las novelas que se abocan a hablar sobre lo privado son las más completas y las más leídas. Estos relatos bélicos y de osadías masculinas pueden emocionar a muchas personas, pero a la humanidad en general nos gusta más leer cosas que nos atañen de manera directa. Todas tenemos una madre, todas tenemos una pareja, todas sabemos qué se siente vivir circunstancias de dolor. Por el contrario, yo siempre me he preguntado cómo le hacen quienes escriben de forma tan abstracta, pero para ser sincera no en el mejor sentido. Sin embargo, para todo texto hay un público, estoy segura de ello.

BM- ¿La elección del tema tiene alguna relación con tu experiencia personal como madre?

BN-Definitivamente sí. Siempre digo que mi militancia dentro del feminismo no surgió de leer a las feministas de la segunda ola, por el contrario, fueron mis experiencias personales como madre las que hicieron que yo quisiera expresarme en contra del sistema. Esta novela la terminé de escribir en Barcelona, después de pasar un embarazo complicado emocionalmente. Y tengo que decir que una versión anterior hablaba más de la vida amorosa de la primera voz, que de su experiencia como madre. En una de las últimas versiones, fue que decidí que lo amoroso no me llevaba a ningún lado y volqué todas las inquietudes que mi embarazo me dejó. Todo es personal.

BM-Es una novela que incomoda, me parece que se debe en gran medida a la forma en la que abordas diferentes maneras de vivir la maternidad ¿pensabas crear ese efecto en el lector cuando la escribías?

BN-La recepción de la novela me ha tomado por sorpresa. De pronto me llegan comentarios y mensajes de lectoras que me dicen su interpretación y me quedo muy sorprendida. Si te soy sincera, ya no estoy segura de qué era lo que yo realmente quería contar –además del dolor de ser madre y vivir con el dolor de una persona desaparecida– ahora mismo, lo que me parece más emocionante es decir: pues vaya, de esto que dicen las lectoras es de lo que va la novela y es maravilloso porque yo ya no tengo injerencia ahí, son las lectoras las que platican con el texto y me doy por bien servida. Que la novela se cuente sola, yo no quiero estorbar.

BM-Casas vacías es una novela brillante es muchos sentidos, confronta al lector, pero no puede parar de leerla. Es impresionante la forma en la que narras los episodios más crudos. Un ejemplo es cuando Daniel llora desconsoladamente, en esta escena el lector puede imaginar perfectamente a un niño asustado deseando ver una cara conocida. ¿Es difícil construir el personaje de un infante?

BN- ¡Es muy difícil! Daniel no existe y siempre que leía lo que le pasaba se me estrujaba el corazón. Creo que elegí que fuera un infante porque quizá metafóricamente es lo que estamos haciendo con la infancia en México, la estamos perdiendo, se nos está yendo de las manos, estamos dejando que crezcan niños y niñas en la orfandad, está normalizado que se les violente sistemáticamente en casa, en la escuela, en los espacios públicos. Es descorazonador hablar de la infancia en México sin sentirse un poco derrotada.

BM-Por otro lado, ¿podrías contarnos sobre tu proyecto editorial Enjambre literario?4 ¿Cómo surgió? ¿Cuáles son sus objetivos?

BN-El Enjambre Literario surgió de una necesidad de querer leer más mujeres que no fueran las que siempre nos están recomendando desde la industria editorial que, si bien pueden ser extraordinarias, siempre es bueno tener la oportunidad de leer diversidad de voces. Pasa que yo hago casi todo muy a la mexicana, primero me lanzo y en el proceso voy construyendo. Tuve la fortuna de contar con el apoyo de escritores que creyeron en mí y le dieron credibilidad a la convocatoria. Luego, todo lo demás ha sido maravilloso, me ha tocado crear sinergias con mujeres talentosas y que tienen unas ganas de construir redes que me emocionan mucho. Ahora mismo yo apuesto más a la creación de redes, de acompañarnos como escritoras, de compartir problemáticas que nos atraviesan e ir publicando de poquito a poquito libros que nos parezcan importantes y que queramos que todo mundo lea. Vamos construyendo sobre la marcha, con dos pesos, pero con mucho amor a los textos que publicamos e incluso a las escritoras que nos han brindado la confianza de publicar con nosotras. Inicié sola desde Barcelona y ahora tenemos 3 libros, 2 pendientes de publicar, y una segunda convocatoria que nos está dando textos increíbles. Ojalá pudiéramos publicar a todas.

BM-Todavía en esta época vemos menos mujeres publicadas, ¿se siguen enfrentando a mayores dificultades para hacerlo? ¿Las editoriales siguen haciendo diferencias de género?

BN-Sí a las dos preguntas. Las mujeres nos enfrentamos a las mismas dificultades que los escritores, escribir es un lujo que pocas personas se pueden dar, a pesar de que parezca que hay escritores hasta por debajo de las piedras. Los derechos de autor son mal pagados y se tiene muy mal enfocado el tema del copyright porque se sigue enalteciendo la figura del autor literario como si fuera un ser tocado por los dioses, aunque ello implique vivir una vida precaria. La realidad es que publicar un libro es un proceso colectivo en el que hay muchas personas involucradas y por ende gastos. Publicar no es barato pues se invierte dinero y tiempo y lo que actualmente hace la industria editorial es explotar algunos escritores “exitosos” que estando en esas “condiciones privilegiadas” –y lo entrecomillo porque aun así no existen muchos escritores que puedan vivir de su trabajo de escritor– en vez de solicitar que estas condiciones cambien, las perpetúan. También hay muchos actos de corrupción y de nepotismo que no se cuestionan. Entonces, es tremendo porque se publican siempre a las mismas personas, que suelen ser hombres, se reseñan entre círculos de conocidos, etc. Es difícil entrar al ámbito editorial, es pequeño, hay pocos lectores, etc. Y si a eso le añades que las mujeres viven acoso sexual y que se encuentran en condiciones dispares, ¡pues imagínate!

BM-En ese sentido, ¿podrías contarnos cuáles serían tus recomendaciones literarias de mujeres escritoras?

BN-Me gustan muchas y se me olvidarán todas ahora que me pides que las nombre, pero, así de bote pronto, me gustan mucho la poeta Abigail Rodríguez, la escritora Olivia Teroba y si me apuras tengo un crush con Wendy Treviño, autora en el Enjambre. Siempre recomiendo a Agota Kristof, Elfriede Jelinek y Alicia Erian, que hoy por hoy son mi top tres de escritoras favoritas.

BM-Tu libro es de descarga gratuita 5 pero el dinero recaudado por la venta de la versión impresa estará destinado a una buena causa, ¿podrías contarnos sobre esto?

BN-Esta iniciativa de que el dinero recaudado se destinase a organizaciones que están trabajando temas de migración surgió de la impotencia de ver esta vorágine y saber que nuestra injerencia personal es muy poca. Se cumplió con el objetivo de vender los últimos libros impresos que teníamos, pero creo que fue muy poco. Yo no creo que la literatura en sí pueda cambiar al mundo, pero sí que puede influir para ello, y cuando tienes la oportunidad de que la gente te escuche porque le gustó lo que escribes, lo que tienes que hacer es darle un amplificador a aquellas personas que también están hablando de cosas importantes. Si no usas esta oportunidad de ser escuchada para algo más allá que tú ego, pues yo no sé de qué va todo esto. Es mi apuesta de crear redes, de sentirnos unidas en un país donde nos matan, nos agreden y vivimos entre dos fronteras tan violentas.

BM-Por último, ¿cuál es tu próximo proyecto?

BN-Estoy escribiendo una novela que tiene que ver con la posibilidad de saber perdonar, de sanar. Siempre me ha interesado mucho la forma en la que se habla de “reparación del daño” jurídicamente y lo lejano que está de reparar algo más allá de lo simbólico, porque se sigue hablando de reparar el daño desde lo público sin tomar en cuenta lo privado. Todavía le falta, me da por escribir como si fuera algo que no pudiera contener y luego dejo reposar, no tengo prisa, ojalá la termine y la gente la pueda leer de la misma manera en que leyó Casas vacías.

Acerca del autor

Brenda Morales Muñoz

Licenciada, maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos (área de literatura) por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Realizó…

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Notas al pie:

  1. Según datos de la Asociación Mexicana de Niños Robados y Desaparecidos entre 2006 y 2017 se registraron 5, 500 casos de menores robados en territorio mexicano.
  2. Silvia Federici. Calibán y la bruja. Madrid: Traficantes de sueños, 2010.
  3. La protagonista señala: “No hay palabra que defina a una madre sin un hijo que ya parió, porque no soy amátrida ya que Daniel sigue vivo y yo soy la madre, soy algo peor, algo innombrable, algo que no se ha conceptualizado, algo que sólo el silencio hace llevadero” (p. 121).
  4. https://enjambreliterario.com/
  5. La novela puede descargarse en la siguiente liga: http://kajanegra.com/casasvacias/