Para Felipe Garrido, “Arreola no necesita parecer mexicano. Su mexicanidad es una fatal manera de ser. Su mexicanidad no reside en los personajes ni en la anécdota, sino en la manera de sentir y construir la narración” (Garrido 15). Arreola se sustenta en los elementos mexicanos, como el ajolote, las diosas aztecas, las piñatas, no para hablar de ellos exactamente, sino para tratar otros temas que, como se ha comentado, son perfectamente universales: las mujeres, los sueños y el embarazo, los cuales pueden ser comprendidos por los lectores sin importar su nacionalidad.
c) La mujer
En la tesis doctoral de Dolores Koch dedicada a la obra de Julio Torri, Juan José Arreola y Augusto Monterroso, la especialista menciona la vertiente misógina de Juan José Arreola. Comentario con el que muchos otros críticos, a su vez, han etiquetado al autor. Arreola en su momento, comentó: “padezco la nostalgia de esa separación [refiriéndose al mito platónico] y he tratado de expresarla en textos que pueden ser erróneamente interpretados como una crítica antifeminista. Desde la infancia he sido un ser ávido que busca completarse en la mujer” (en Garrido 21).
En una lectura apegada al texto, lo que es posible atestiguar es la frecuencia con la que los personajes femeninos tienen cualidades impositivas que se traducen en seres poderosos e inasibles. Concretamente, Arreola habla de la imposibilidad de dominar a la mujer y la dominación de ella sobre el hombre, o de las relaciones conyugales que terminan en la monotonía, donde la solución se reduce a idealizar a la mujer perfecta.
Un ejemplo del poder femenino y el temor del hombre frente a éste se aprecia en “Insecticida”, donde el narrador detalla: “Las hembras van tras de nosotros, y nosotros, por razones de seguridad, abandonamos todo alimento a sus mandíbulas insaciables” (Arreola 85). Arreola comenta en una entrevista con Emmanuel Carballo que este relato: “ejemplifica esa actitud natural de toda mujer que consiste en absorber al hombre”. Además agrega, “toda mujer, aún la mujer víctima, tiene algo de devoradora” (Carballo 570).
En cuanto a la seducción se refiere, la mujer es un arquetipo para representar un ser recóndito e incomprensible, algo aterrador, pero no en un sentido despreciativo sino como un modo de mostrar el poder femenino sobre el masculino. La imagen de las hembras que van tras el macho, refleja un terror hacia la atracción, refleja a la mujer seduciendo al hombre, y a éste sin saber qué hacer.
El tema sobre lo femenino también remite a la imposibilidad para que la relación entre amantes prospere, los personajes que se aman nunca pueden estar juntos. En el relato “La trampa” aparece un narrador que inevitablemente cae en las redes femeninas: “cada vez que una mujer se acerca turbada y definitiva, mi cuerpo se estremece de gozo y mi alma se magnifica de horror” (Arreola 124), pero al final la relación es imposible: “Y yo sigo otra vez volando solo, fatalmente, en busca de nuevos oráculos” (Arreola 124). Por lo tanto, el resultado de estos encuentros nunca es fructífero y el narrador masculino queda desdichado. Lo mismo sucede en “Luna de miel”, “Armisticio”, “Gravitación”, “El encuentro”, “Teoría de Dulcinea”, “Epitalamio” e “Insecticida”, por nombrar algunos casos.
Los encuentros amorosos sin solución son construidos con metáforas o con humor, como ocurre en “Duermevela”: “En el momento preciso en que los dos van a llegar a su apogeo, suena el despertador con retraso. ¿Qué hacer? ¿Desayunar a toda velocidad y olvidarla para siempre en la oficina?” (Arreola 335). En cualquier caso, las relaciones amorosas fallidas o imposibles ocupan buena parte de la temática arreoliana para sumarse a la perspectiva sobre la mujer como un ser inasible debido, sobre todo, a su poder, un poder que Arreola relaciona incluso con la tierra: “por eso el amor viene a ser una metáfora de la muerte, porque en una y otra situaciones nos sepultamos. Cuando amamos físicamente a una mujer, aunque sea de una manera parcial, nos insertamos en la tierra” (Carballo 571).