Si en La cifra impar Antín había desplegado algunas estrategias sumamente novedosas para la época, en Circe logra superarse al construir secuencias complejas en las que se desarrolla la misma escena con los tres novios de Delia, e incluso hay intercalación de diálogos en los cuales los vivos hablan con los muertos. A través de estas secuencias de repetición se construye una dinámica del relato que pareciera condicionar el desenlace final: la muerte del último de los novios; sin embargo, en la película aparece un personaje no contemplado en el relato: al asistir a una fiesta Mario conoce a Raquel, una «mujer normal» (como se define ella misma) plenamente instalada en las dinámicas de libertad de la época y que salva a Mario del influjo de Delia. Finalmente, mientras en el cuento es más claro que Delia posee ciertos poderes sobrenaturales, en la película se plantea que la singularidad de este personaje proviene de la locura.
El trabajo de producción de Circe coincidió con la época en que Cortázar revisó y publicó Rayuela, por esta razón no pudo ver la película; en 1964 Cortázar trabajaba como traductor en Berlín y la película de Antín fue enviada al festival de cine de la ciudad, pero el novelista tampoco pudo asistir a su proyección porque se encontraba trabajando. Para Jorge Rivera el interés que Manuel Antín demostró por la obra de Cortázar anticipó la fama que alcanzaría después de la publicación de Rayuela e incluso estas adaptaciones sirvieron para difundir entre públicos más amplios el trabajo de Cortázar.
La última película que Manuel Antín filmó a partir de la obra de Julio Cortázar es Intimidad de los parques (1964) y en ella se condensan las historias de «Continuidad de los parques» y el «Ídolo de las Cícladas», ambos relatos de corte fantástico. Cuando Antín le envió el borrador del guión a Cortázar no recibió la respuesta que esperaba, pues había eliminado todo elemento sobrenatural para centrarse en el conflicto entre los personajes, situando la historia «en un terreno erótico-psicológico». En el «Ídolo de las Cícladas» Héctor y Mario encuentran por azar una ídolo de piedra que planean sacar de contrabando de las islas griegas para venderlo, durante el periodo de espera para lograr esto Mario se enamora de Teresa, la esposa de Héctor, y surge entre los tres una fuerte tensión no sólo motivada por el triángulo amoroso en el que participan, también el ídolo descubierto parece ejercer sobre ellos un poder sobrenatural que conducirá a los tres personajes a la locura y la muerte. En la adaptación cinematográfica Antín traslada la acción a Machu Picchu y el descubrimiento del ídolo sólo funciona como el detonante de la rivalidad entre Héctor y Mario, este último ya enamorado de Teresa desde hace mucho tiempo, y ciertamente correspondido por ella.
Cuando Cortázar leyó estos cambios le escribe a Antín: «En mi cuento el ídolo es activo, es el que exige los sacrificios. Aquí no se ve más que una turbia cuestión de celos, ni siquiera lo bastante definidos o justificados para explicar esa carnicería» (Fernández, 2014: 10), además le pide que no filme la película. La inclusión en la cinta de «Continuidad de los parques» se hace de otra manera, en la película Teresa le regala a Héctor el libro Final del juego, en donde aparece este relato, y mientras Héctor lee en voz alta la historia del hombre que lee la historia de los dos amantes, Teresa sufre una especie de ataque, lo cual le revela a Héctor que al igual que el personaje del relato él está siendo engañado por su esposa. En este sentido, la circularidad el cuento sirve para estructurar la película, hecha en diversas secuencias que parecieran no estar ordenadas cronológicamente, aunque al final resulta claro que el orden seguido es el de la repetición y la fragmentación temporal. En Intimidad de los parques Antín lleva el límite el silencio y la incomunicación entre los personajes, con largas secuencias en las que ellos recorren Machu Picchu acompañados por una fuerte música. Aunque ciertamente no es la mejor de las tres películas de este ciclo de Antín, el juicio de Cortázar parece demasiado severo, en una carta de 1965 a Francisco Porrúa le comenta que la considera una obra fallida e, incluso, «un fracaso de Antín».
Osías Wilensky fue otro de los directores argentinos que adaptó la obra de Cortázar, aunque es mucho más reconocido por ser compositor y pianista. En 1962 obtuvo los derechos para hacer una adaptación de «El perseguidor», relato que forma parte del volumen Las armas secretas (1959). El cuento de Julio Cortázar, a su vez, está inspirado en la vida del famoso saxofonista y compositor de jazz Charlie Parker (1920-1955), transfigurado literariamente como Johnny Carter, músico alcohólico y adicto a la marihuana que alterna días luminosos con periodos de tristeza y alucinaciones violentas; el cuento está ambientado en el París del medio siglo y es narrado por Bruno, especialista en jazz que ha cobrado cierta notoriedad al escribir la biografía de Johnny, a quien a veces ayuda económicamente.
La adaptación del relato de Cortázar estuvo a cargo de Ulises Petit de Murat, reconocido escritor de guiones argentino que cuenta en su haber decenas de películas realizadas en diversos países, quien optó por trasladar la historia al Buenos Aires de la época, haciendo que el Johnny de la cinta fuera un talentoso saxofonista atrapado en la adicción a la heroína y el poco reconocimiento que el jazz tenía en su país. Sergio Renán, quien también aparece en La cifra impar y Circe, es el actor que protagoniza la obra y en él recae el peso de la cinta, del cual a veces no sale muy bien librado, realizando una actuación que en ocasiones resulta exagerada; el resto del elenco está conformado por actores argentinos poco conocidos fuera de su país, salvo la en aquel entonces jovencísima Zulma Faiad, famosa en México por sus actuaciones junto a Mauricio Garcés, quien realizó un desnudo parcial en esta cinta, lo que ocasionó que un juez prohibiera su exhibición a los pocos días del estreno debido a que Faiad era menor de edad.