Los ensayos recorren distintos caminos que tuvo el uso de la dialéctica en Revueltas. El compromiso y la compenetración con una prosa densa, cargada del contexto histórico en el que fue escrita, es perceptible por parte de los tres autores del libro que reseñamos. Quizá a un exceso tal que no se evalúen de forma crítica algunos de los postulados revueltianos que resultaron o bien fallidos o bien errados. Pensamos, por ejemplo, en el combate del duranguense contra el PCM en los años setenta, cuando este partido había emprendido ya un cierto camino de rectificación de sus anteriores errores, tránsito que lo llevará a su disolución en el temprano 1982. Así al releer algunos pasajes de Revueltas parecería que él sigue discutiendo con la organización de los años cuarenta o cincuenta. Lo mismo sucede con el crucial Ensayo de un proletariado sin cabeza, en el cual se nota aún una cierta ambigüedad con respecto a la existencia del poder soviético, en el cual alberga algunas esperanzas de tipo emancipador.
Sin embargo estos elementos no demeritan en lo absoluto la presentación de los puntos más sólidos, es decir, aquellos que refieren al problema de la conciencia, de la organización de ella, del proceso de totalización y des-totalización, así como la problemática de la enajenación, herencia indudable del joven Marx. Particular empeño sobre este último problema es colocado por Javier Corona en su ensayo “José Revueltas: la negatividad de la conciencia”, quien sin duda llega a una interpretación crucial del desgarro que provoca la enajenación. Pero además del desgarro, tan claro y tan movilizador de sentidos contradictorios en la narrativa revueltiana, también se evoca la necesidad de dicha enajenación y la imposibilidad de su superación. Ello mismo es lo que los personajes de Revueltas suelen presentarnos en sus dilemas existenciales: el desgarro entre la conciencia de la enajenación y la imposibilidad práctica de su superación total. Los comunistas que experimentan la vida en los recovecos de las ciudades al lado de prostitutas, lúmpenes y delincuentes, son la expresión más viva de este proceso.
El texto de Aureliano Ortega, titulado “José Revueltas: experiencia y dialéctica”, hace énfasis en la dimensión teórica revueltiana y en su empeño por desmovilizar los sentidos de un cierto tipo de “marxismo” atrapado por el poder soviético, es decir, encarcelado en la necesidad de justificar una ideología de Estado. Si bien es interesante, quizá sea la parte menos actual y más propia de un recuerdo histórico de una ideología que dejó de operar cuando cayó el poder que le deba vitalidad. No deja de ser interesante el recorrido revueltiano, que hizo parte de aquella ideología y que poco a poco se fue desprendiendo de ella, hasta llegar a la necesidad de categorizarlo en su especificidad. La racionalidad revueltiana sobre este fenómeno, es decir, la forma de operar la dialéctica en el seno de la teoría, es el punto máximo que debe ser recogido aquí con puntualidad.
El ensayo de Rodolfo Cortés, “La dialéctica que no se desvaneció en la trivialidad el desierto posmoderno”, se mueve en medio de los otros dos, complementando en gran medida las apreciaciones. Apuesta por reconstruir el problema de la totalidad en Revueltas, pero no de manera exclusivamente teórica, sino en medio de los debates y combates de su época. A la evocación y “forzamiento de la memoria” Cortés le denomina “inactualidad”. Ante la “inactualidad” de Revueltas, Cortés ofrece un panorama de los cruces que permiten efectivamente leer a Revueltas de manera plena, sin tapujos, en medio de sus complejidades y de sus oscuridades, pero también de sus aportes antes reprimidos.