Dina Grijalva. Goza la gula. Culiacán: Andraval Ediciones, 2012, pp. 112.
Dina Grijalva. Goza la gula. Culiacán: Andraval Ediciones, 2012, pp. 112.
Pocos son los escritores que se aventuran en el juego lingüístico. Vicente Huidobro fue uno de ellos; como representante del movimiento poético del Creacionismo, supo explotar la materialidad de las palabras. En su obra Altazor, la fonética de los signos se convierte en la verdadera protagonista mientras que las palabras juegan a reubicarse en la sintaxis o a reinventarse por completo.
Ahora bien, ¿cómo acontece el juego de palabras en la narrativa? En este terreno los ejemplos son poco comunes, pero nunca ausentes. Un referente necesario es Julio Cortázar, creador del lenguaje gíglico; en éste la gran mayoría de palabras es completamente inexistente, pero por su disposición sintáctica, y gracias a su poder fonético, es posible la comprensión.
Por su parte, la escritora argentina Luisa Valenzuela elige, dentro de los juegos de palabras, el tautograma: narración conformada por palabras que inician con la misma letra. Con esta elección lúdica construye un breve relato titulado «Palabras parcas»:
Abelardo Arsaín, astuto abogado argentino, asesino agudo, apuesto, ágil aerobista acicalado. Atento. Amable. Amigo asiduo, afectuoso, acechante. Ambicioso. Amante ardiente, arrecho. Autoritario. Abrazos asfixiantes, ansiosos, asustados. Aluvión apagado, artefacto ablandado, apocado. Agravado. Altamente agresivo, al acecho. Abelardo Arsaín. Arma al alcance, arremete artero, ataca arrabiado, asesina. Atrapado. Absuelto: autodefensa. ¡Ay! (Valenzuela, 2004, p. 17).
Otro autor lúdico con el lenguaje es el cubano Guillermo Cabrera Infante, quien en su libro Exorcismos de esti(l)o, se expresa a modo de manifiesto: “Los del Movimiento Pro Palabras Liminares, debemos tratar de lograr por todos los medios nuestros objetivos. ¡Ni una palabra que deje de ser liminar! ¡Todas las palabras como una sola en la lucha por el poder liminar! ¡Palabra o muerte! ¡Liminaremos!” (Cabrera Infante, 1976, p.13).
Es con esta tradición, siempre intertextual, que la escritora Dina Grijalva escribe su libro Goza la gula; donde conjunta 29 relatos breves, uno por cada letra del abecedario, siguiendo las reglas del tautograma y ubicando a los personajes en atmósferas de placer y, por supuesto, gula, pues la temática de la comida está siempre presente. En estos juegos lingüísticos, la autora tiende también a otro tipo de técnicas; por ejemplo, al «Juego de jitanjáforas»: «jimero se jocan las janos, juego juego se jesan los jabios, los jojos, la jara. Juegan al jíclope como nos enseñó Julio, el jran, jronopio…».
Como advierte Eduardo Mendicutti «el léxico es instrumento de seducción» y se percibe intensamente en Goza la gula. Es el trabajo lúdico, fonético y siempre narrativo lo que nos acerca con curiosidad a esta obra y a la autora, con quien tuvimos oportunidad de realizar una breve entrevista en torno a su proceso creativo y sobre la experimentación que lleva a cabo con el lenguaje.
Laura Elisa Vizcaíno: ¿Por qué escogiste un modo discursivo como la narrativa para el juego de palabras? ¿Por qué no la poesía? ¿Consideras que tu trabajo narrativo también se apoya en la poesía de manera híbrida?
Dina Grijalva: Los juegos de palabras están presentes en nuestra literatura, tanto en prosa como en verso. Me apasionan tanto los juegos literarios que, hace poco, he terminado un libro en donde ordeno mis juegos lingüísticos favoritos de la A a la Z (el espíritu de Goza la gula continúa vivo en mí); es una especie de antología, se publicará bajo el título de Fuegos de palabras, con prólogo de Lauro Zavala. Reúno textos muy interesantes (algunos extremadamente divertidos) desde la Edad Media hasta nuestros días. Allí se constata que la narrativa y la poesía pueden albergar por igual estos juegos de ingenio lingüístico que tanto me atraen.
Por otra parte, creo que la minificción –ese maravilloso género de la brevedad– en muchas ocasiones es muy cercana a la poesía. Tal vez sea el género narrativo que mayor elaboración lingüística exige; una especie de trabajo de orfebrería, como el del soneto, por ejemplo.
LEV: Aunque algunos de tus textos ocupan más de una página impresa, ¿por qué crees que estos ejercicios literarios encuentran un espacio acogedor en el formato breve?
DG: El juego de palabras que recorre Goza la gula es el tautograma y creo que si un tautograma se extiende demasiado, tiende a cansar a quien lo lee. Por no hablar de la dificultad que entraña el reunir palabras que inicien con la misma letra y que formen parte de un campo semántico específico.
LEV: ¿En algún momento te sentiste atrapada en este Abecedario? ¿A qué problemas te enfrentaste en este juego creativo con reglas tan marcadas?
DG: Escribí los 28 tautogramas y el abecegrama con ñ viviendo la escritura intensamente. Desde la noche en la que formé la frase «goza la gula» hasta el momento en el que terminé los 29 textos viví sumergida en las palabras y sus letras iniciales.
Viví la escritura con un intenso placer, en una especie de delirio o frenesí palabrero. Había ocasiones en las que sentía que eran las palabras las que se acomodaban solas, incluso en contra de mi voluntad, como si yo solo fuera un instrumento o una médium del lenguaje. Es la única feliz ocasión en la que he vivido ese estado de trance o de arrebato en la escritura, como el etat second 1 del que habla Cortázar.
LEV: ¿Cuáles fueron las letras que más trabajo te costaron y por qué? ¿Y las más fáciles? ¿Es verdad que «la ñ da ñáñaras»como indica el título de esa letra?
DG: Las letras más difíciles para elaborar tautogramas son la k, la ñ, la x y la w. Con la k y la w logré escribir breves tautogramas; con la ñ y la x me resultó imposible: no hay en nuestro léxico suficientes palabras que empiecen con esas letras. En ambos casos recurrí a diversas estrategias: con la ñ logré escribir un abecegrama en el que todas las palabras que lo forman, además de empezar cada una con una de las letras del alfabeto, contienen en su interior una ñ. Con la x lo que hice fue escribir el «Texto con léxico sexy», con palabras que si no empiezan con x, la contienen en su interior. Cuando buscaba y buscaba cómo resolver la minificción de la x, fue para mí una felicidad encontrar el texto del escritor español Eduardo Mendicutti, «X de sexo». Me sirvió como fuente de inspiración y lo tomé como epígrafe: encontrarlo fue una dicha porque me ayudó a destrabar la escritura de esa minificción y, además, me pareció que había un vaso comunicante entre su escritura y la aventura de palabras que yo vivía con arrebato y emoción.
LEV: ¿Cómo influye Julio Cortázar y Luisa Valenzuela en tu obra? ¿Puedes recomendarnos algún otro autor que se dedique a los juegos con el lenguaje? ¿Tienes otras influencias?
DG: Julio Cortázar y Luisa Valenzuela son dos autores por quienes tengo una especial predilección. No solo por su faceta lúdica; pero sí es parte de lo que me maravilla: esa deslumbrante capacidad que muestran ambos para jugar con las palabras. Sus frases y páginas en donde leemos cómo hacen malabares con el lenguaje son deliciosas. En su escritura el juego nunca es gratuito, siempre tiene un sentido; es un trabajo con las palabras que puede despertar alegría o risa pero jamás se acercan al chiste.
Otro autor que me encanta por sus juegos lingüísticos es Raymond Queneau, su libro Ejercicios de estilo me fascina; en español tenemos la espléndida traducción de Antonio Fernández Ferrer. Me seducen el espíritu y los experimentos literarios del grupo OuLiPo 2, grupo creado por Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais en París en 1960; entre sus propuestas destaca el aplicar consciente y razonadamente restricciones que propicien nuevas formas de creación.
Otro autor que juega de manera magnífica con la literatura es Georges Perec, también integrante del OuLiPo. Es célebre su novela La disparition, traducida a nuestra lengua como El secuestro. Esta novela está escrita como un lipograma, la vocal ausente es la e, la más frecuente en francés; en la traducción al español la letra que desaparece es la a. En cambio, en la siguiente novela de Perec, Les revenentes, es monovocálica: la única vocal presente es la e.
Me entusiasma leer una y otra vez el «Poemo», del barcelonés Jesús Lizano, en donde utiliza el divertidísimo recurso de los falsos derivados. Alegría similar despierta en mí leer el relato «Terrible Marcos en la calle de San Fuego», de Juan Pérez Zúñiga.
LEV: Además del trabajo que realizaste en este libro, ¿has intentado otro tipo de juegos con los léxicos? ¿Cuáles son y qué tan difíciles o fáciles te parecen?
DG: Además de los tautogramas y el abecegrama de Goza la gula, he armado algunos textos monovocálicos y anagramas. Escribí varios textos monovocálicos con la a y con la e (su grado de dificultad no tan alto me permitió escribir varios (sobre todo con la a); uno con i, otro con o y uno con u (con la i y la u es sumamente difícil); de allí se me ocurrió emprender la loca aventura de escribir textos monoconsonánticos. Fue una tarea casi imposible; pero perseveré tanto que finalmente logré escribir 15 microtextos con una sola consonante cada uno (con ligeras transgresiones de la constricción), que al lado de cinco de los monovocálicos formarán un minilibro objeto con el título de Abecé sexy; lo publicará la Editorial La Tinta del Silencio, en la colección Minitauro.
Fruto de mi primer viaje a Andalucía (sobre todo a Granada) fueron tres textos (dos en prosa y uno en verso) escritos únicamente con arabismos, uno de ellos se titula «Aires arábigos de Andalucía».
LEV: Para hacer estos ejercicios, ¿qué tanto te basaste en el diccionario y qué tanto en el habla coloquial?
DG: Para escribir Goza la gula creo que recurrí por igual a diccionarios como a palabras coloquiales. Fue un trabajo en medio de un fervor en donde leí una a una las palabras del Diccionario de la RAE y tres diccionarios de sinónimos y antónimos. Mi hija y su novio (que tenían, en esos días, 17 años de edad) me ayudaron haciendo listas de palabras (de las que ellos conocen) con cada letra. Así que eso enriqueció la cantidad de palabras que pude incluir. Hasta ahora que lo reflexiono, eso significó incorporar parte del léxico propio de una generación diferente a la mía.
Además de gozar la escritura, con este libro constaté la enorme cantidad de palabras que aparecen en el diccionario y no uso jamás, así como el gran número de palabras que usamos y no tienen cabida en el diccionario (por lo menos en el de la RAE).
LEV: ¿Podrías compartirnos tu reflexión respecto a la palabra-objeto o bien, materialidad de las palabras?
DG: En algunos textos literarios las palabras se hacen visibles, dejan de ser meros instrumentos de la comunicación para convertirse en lo esencial del mensaje. Cuando escribimos o leemos palíndromos, calambures o retruécanos, la materialidad de las palabras se hace presente, cada una de las letras que la forman es importantísima; lo mismo el orden en el que las colocamos. Esa importancia de las palabras en sí y su alineación son en buena medida lo que diferencia al texto literario de otros textos (cotidianos, periodísticos, científicos, lo han señalado los formalistas rusos y otros estudiosos de la literatura); en los juegos de palabras esto se vuelve más evidente; pero lo mismo –con otros matices– sucede en la poesía y en la minificción (pensemos en el soneto).
LEV: Entre tus libros Las dos caras de la luna, donde no hay un juego específico con los léxicos, y Goza la gula, ¿en cuál has vivido una mayor libertad creativa? ¿Podrías compartirnos tu experiencia al respecto?
DG: Creo que la libertad creativa estuvo presente en la escritura de los dos libros. La diferencia tal vez es que la constricción que impone la escritura de tautogramas, paradójicamente, contra lo que pensaríamos, permite nuevas formas de creación, tal como descubrieron los integrantes del OuLiPo.
Dina Grijalva Monteverde nació en Ciudad Obregón, Sonora. Es doctora en Letras por la UNAM, profesora e investigadora en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Ha publicado los libros de ensayo: Eldorado: evocación y mito en la narrativa de Inés Arredondo, y Eros: juego, poder y muerte. El erotismo femenino en la narrativa de Luisa Valenzuela. Además de dos libros de microrrelatos: Las dos caras de la luna y Goza la gula.
Fuentes
Luisa Valenzuela. Brevs. Microrrelatos completos hasta hoy. Córdoba: Alción, 2004, p. 17.
Guillermo Cabrera Infante. Exorcismos de esti(l)o. Barcelona: Seix Barral, 1976, p.13.
Realizó la licenciatura en Literatura Latinoamericana por la Universidad Iberoamericana, la maestría en Letras Mexicanas por la UNAM, desarrolló estancias de investigación en la…
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