La copa del mundo organizada por la FIFA es, sin duda, el torneo deportivo más rentable en términos económicos. Cada cuatro años la industria del libro aprovecha el torneo para lanzar novedades o relanzar títulos clásicos sobre futbol. Tiempo de compensación pertenece a la colección «Ediciones del Futbolista» de la editorial mexicana Ficticia, un proyecto que, independientemente de la circunstancia mediática, publica textos sobre este deporte desde 2002.
Formado por veintidós textos de distintos autores, Tiempo de compensación contiene una presentación firmada por «Los editores», sin mayores datos. Aparte de un primer párrafo que justifica a medias la elaboración del libro y de su temática («buscar los orígenes mitológicos que hacen del futbol lo que actualmente es: el ritual lúdico más repetido a la vez que irrepetible», p. 11), en dicha presentación encontramos las sinopsis de cada uno de los escritos, a veces con un breve comentario sobre el trasfondo de cada historia. Hay un párrafo más sobre la consigna que los autores invitados habrían de cumplir: «hacer un texto sobre viejas glorias del balompié o momentos de este deporte que consideraran trascendentes (p.11)». Sin embargo, se echa en falta un comentario de mayor profundidad sobre, por ejemplo, la organización de los textos, si su orden obedece a un interés preciso, a su filiación genérica o al simple azar. Quizá ése sea el único detalle por señalar en cuanto a la labor de quienes compilan la obra. Por otro lado, el libro tiene la deferencia (hacia los lectores y hacia los autores) de proporcionar semblanzas de quienes participaron en él, algo que parecería obvio, pero que demasiados trabajos de este tipo suelen pasar por alto.
Entre esos veintidós textos se encuentran muy pocos que pueden considerarse puramente ficcionales. Del resto, hay dos vertientes más o menos claras en cuanto a la manera de abordar la escritura del texto: la primera, como señalaba la consigna, recrea pasajes de campeonatos o anécdotas específicas de jugadores célebres, lo que da como resultado un cruce interesante entre historia del futbol y nota periodística (hay, por lo menos, tres que transcurren en una cantina, mientras el viejo conocedor habla); la segunda tendencia se acerca más al discurso intimista, donde el narrador expresa su relación con el futbol, en un tono de ensayo literario, ya sea mediante recuerdos de experiencias propias (en el llano o en el Football Manager) o mediante el vínculo emocional del autor con el deporte o con algún futbolista admirado (Zinedine Zidane, Pablo Larios, Fernando Redondo y hasta el Tilón Chávez).
De acuerdo con la sección que recopila los datos de los autores, veintiún colaboradores pertenecen al ámbito de la literatura. El único ajeno al círculo de escritores y editores invitados es Félix Fernández, comentarista deportivo y exportero profesional con el Atlante. En consecuencia, sorprende que su texto sea bastante más afortunado que muchos otros. «Moacyr Barbosa, el hombre que hizo llorar a un país» hace recordar las viñetas ya clásicas de El futbol a sol y sombra de Eduardo Galeano, publicado por primera vez en 1995 y con múltiples reediciones y actualizaciones hasta 2006. Félix Fernández no se enreda en cuestiones estilísticas ni estructurales, simplemente efectúa una crónica sobre el drama vivido por el portero de la selección brasileña en el Maracanazo. Por otra parte, «Historia de la esférica», de Javier García-Galiano, condensa de forma notable una de las versiones del origen del futbol mexicano (la versión de Orizaba) gracias a la llegada de un solitario inmigrante escocés; pero, sobre todo, el relato destaca por la metáfora del trayecto interoceánico del primer balón de cuero utilizado México.
«Fuera de lugar», de Alejandro Estivill, propone un diálogo circunstancial con el texto de García-Galiano, pues aquí se defiende la segunda versión de la llegada del futbol a México, no a Orizaba sino a Pachuca. Además de ese «mito indiscutible», Estivill mezcla el mito de la invención del futbol en Inglaterra y el de la creación de la regla del fuera de lugar, todo ello a través de la microhistoria de un ingeniero inglés afincado en Real del Monte, en el estado de Hidalgo. Juan Rivera, por su parte, escribe uno de los textos más notables del libro en lo que se refiere a la estructura cuentística. «El chiste final de Lev Yashin» acude a la figura del portero soviético más famoso para manifestar, sin el típico sentimentalismo que padecen algunas narraciones sobre futbol, la angustia del partido de despedida de un jugador; además, Rivera se arriesga al utilizar a Pelé como narrador incidental, testigo de ese partido de homenaje al portero, para cerrar el texto de una manera tan elegante como los uniformes de Lev Yashin, La araña negra.
Por fortuna, Atahualpa Espinoza elabora un buen ejercicio de crítica a los medios masivos en «Cuauhtémoc vs. los ñoños». En él, Espinoza traza un incisivo perfil de jugadores mexicanos cuya principal característica —independiente de su calidad— es la proyección mediática: futbolistas, como Rafael Márquez o el Chicharito Hernández, que sirven como imágenes de «ejemplo para la juventud»; no se cuestiona al jugador, ni siquiera se juzga su comportamiento intachable fuera de la cancha, sino el empleo que los medios hacen de estos deportistas «ñoños», así como su explotación por parte de las marcas comerciales. En resumen, se cuestiona su condición de productos.Porque, en contraste, si en algo abundan algunos de los textos es en el lugar común. No nada más en el recurso del viejo nostálgico que repasa sus recuerdos en un bar, cerveza tras cerveza, mientras alguien lo escucha, sino en la insistencia por hacer cada momento relatado como inigualable, como epifanía. Por ello, la condición expresa de la temática futbolística del libro se ve afectada por una serie de clichés en torno al juego. A veces se tiene la impresión de estar leyendo versiones distintas de hechos heroicos semejantes, porque incluso el tratamiento del lenguaje es bastante similar a pesar de tratarse de escritores distintos. A eso me refería, por ejemplo, al mencionar el sentimentalismo algo incómodo con que algunos autores escriben sus colaboraciones. Es difícil que un texto literario que celebre cualquier deporte, y más el futbol, carezca de pasión, pero en repetidas veces las propuestas de Tiempo de compensación caen en lo cursi. O aún peor, en panfletos ideológicos que terminan por opacar lo lúdico del libro. El análisis socioeconómico en este tipo de escritos es válido, incluso necesario, siempre que no se empeñe en reducir el texto a opiniones esencialistas sobre los buenos y los malos, los inquietos y los sumisos, como sucede en «De ratones y charros», de Gustavo Marcovich.
En «El Pampa Sosa no se vende» Rodrigo Márquez Tizano sabe eludir el discurso autocompasivo del perdedor. El narrador es un adicto al Football Manager. «Este es el juego de los que pierden. De hecho, el encanto radica en postergar la derrota el mayor tiempo posible», dice el ludópata al hacer el recuento de su experiencia en ese juego virtual, un juego que lo afecta más que la realidad práctica mientras dura enganchado. Por eso, a diferencia del resto de las colaboraciones, «El Pampa Sosa» resulta un gran elogio de los perdedores y, sobre todo, de los perdedores desconocidos (quienes, para mayor desdicha suya, triunfaron alguna vez), quizá los mejores personajes que cualquier deporte puede ofrecer a la ficción.
Me parece necesario recordar, aunque sea evidente, que la valoración crítica de un libro colectivo requiere una previa selección por parte del lector. Si sólo he elegido una porción mínima del amplio corpus incluido en Tiempo de compensación ha sido, primero, por motivos de espacio. En segundo lugar, me he detenido sólo en aquellos que mejor representan las propuestas escriturales de los autores y, en consecuencia, del libro. Cuando el crítico o reseñista funge como árbitro entre diversas opciones, debe apelar al criterio de apreciación, siempre discutible. Quizá por eso, entre los escritos del volumen, no haya uno solo dedicado a las figuras arbitrales del futbol, esas personas que comparten la cancha con los jugadores pero que, paradójicamente, son los más alejados de la gloria deportiva.