En el apartado “Nota del autor”, Palou cuenta que hubo tres versiones del libro y asegura: “Reemprendí así la redacción, experimentando con diversos puntos de vista y narradores, alejándome y acercándome de la amplia casa de la ficción, llena de ventanas, aunque de pronto me parecían tapias” (p. 371). No es aventurado pensar que una versión anterior contenía más páginas sobre Timoteo, mismas que fueron cortadas y condensadas en un capítulo, el primero. Ante esto, el narrador se vuelve problemático: se inmiscuye demasiado o narra poco de sí mismo, como quiera verse. Ahora bien, Timoteo y Saulo son equivalentes, los dos son impostores que constantemente están cuestionando la identidad (uno de los grandes temas del libro) y la pertenencia a un determinado grupo.
Aunque inexcusable, esta problemática se debe a la propuesta literaria del autor, quien no duda en sacrificar a Timoteo para que la vida de Saulo pueda ser narrada con precisión. Palou quiere dar a conocer al público una lectura que está muy extendida en el ámbito académico, pero que permanece desconocida para la sociedad. Como se ha mencionado numerosas ocasiones, la nueva novela histórica trata de poner en cuestión una verdad establecida y debatir el proceso de construcción de lo social; así comprendemos el deseo de Timoteo de reivindicar la empresa de Saulo y la importancia que tuvo para el desarrollo de su tiempo: “la vida suya, la de Saulo de Tarso —o Pablo, como vino a llamarse él mismo un día, inventándose un lugar de nacimiento— fue la de un grandísimo fingidor; el mejor a mi juicio, si acaso importa” (p. 14).
Por razones de espacio, detengámonos en la búsqueda de Palou por narrar la historia de un espía que cimentó el cristianismo cuando eliminaba las insurrecciones contra el Imperio. Es fundamental señalar que la erudición está al servicio de los lectores y de la obra: las disputas con Séneca, las conversaciones con Pedro, Juan o Santiago no sólo informan al lector, sino que expresan el contexto de una época que esperaba el fin del mundo. En este sentido, el libro es coherente con la propuesta literaria que persigue el autor (no los críticos y, quizá, tampoco los lectores). En la advertencia al lector, Pedro Ángel Palou escribe: “Esta es una obra de ficción documental. Lo que significa que todo lo que aquí se cuenta pudo haber ocurrido […]. Los personajes también son estrictamente reales; la libertad del novelista consiste en imaginarlos conversando, soñando y pensando” (p. 7). Así, el libro se concibe como un diálogo con otros textos, sobre todo académicos; así lo deja ver la bibliografía escogida y detallada. El impostor es la continuación (más que el resultado) de seis años de investigación. Ahora bien, ¿a qué se refiere la propuesta literaria del autor? Sin mayores explicaciones, Palou escribe: “Entrego ahora, más allá de un libro, mi metafísica de la ficción” (cursivas del original, p. 372). Por el momento, más allá de los lugares comunes de la novela histórica que darían pie a más polémicas que este texto no puede contestar, aventuro un primer acercamiento que está en el cuerpo del texto: “Recuerda que saber demasiado conlleva peligros infinitos. Pero no se trata de no saber; sino de ocultar que sabes y manejar la información a tu antojo. Ese es el verdadero genio del espía: poder crear miedo en quien debe sentirlo y seguridad en quien te paga por esa información preciada” (p. 17). Si cambiamos espía por escritor, el resultado podría darnos una idea más acabada de la propuesta literaria.
Fuentes
Beltrán Félix, Geney. “Dos falseamientos”. Letras libres [sitio web], 2012. Disponible en: https://goo.gl/e0YKcB