En la obra aparecen 5 personajes: Eva, su madre, Perón, una mucama y una enfermera. Eva es caracterizada como una mujer violenta y manipuladora que llega a apuñalar a su enfermera para escapar, dejando en su lugar un cadáver disfrazado. El tratamiento de la protagonista es agresivo, se expresa en un lenguaje vulgar, fuerte y ofensivo. Está representado por un travesti que, por medio de gritos y todo tipo de exageración escénica, demuestra las malas relaciones que tenía con su madre y con su esposo: « ¡Tengo cáncer! ¡Y estoy harta de las migrañas de Perón! ¡Un cáncer no se cura con una aspirina! ¡Voy a morirme y a vos te importa un pito! ¡A nadie le importa! ¡Están esperando el momento en el que yo reviente para heredarme! ¿Querés conocer el número de mi caja fuerte en Suiza? ¿Eh, vieja zorra?».
Por otra parte, el tema de la muerte de Eva ha sido abordado en varias ocasiones. Un primer ejemplo puede ser un relato de Borges, quien, por medio de «El simulacro» (1953) hace una parodia del velorio de Eva. Se narra la historia de un funeral en un humilde rancho en el Chaco que resulta ser una simulación, como sugiriendo que toda la política argentina era una farsa que creció exponencialmente con la muerte de la primera dama, suceso que el peronismo tomó y capitalizó a más no poder. El narrador dice que en ese velorio nada era real: «el enlutado no era Perón ni la muñeca rubia era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología».
Cortázar también tocó el tema de la muerte de Eva en su novela El examen, publicada post mortem en 1986. En ella una multitud animal, que proviene de todos los rincones de Argentina, se reúne para adorar un hueso y la gente espera que una mujer vestida de blanco les obre un milagro.
Asimismo, Néstor Perlongher escribió el cuento «Evita vive» en 1975. En él Eva baja del cielo para convivir con prostitutas y drogadictos y les asegura que volverá varias veces para cuidarlos: «Grasitas, grasitas míos, Evita lo vigila todo, Evita va a volver por este barrio y por todos los barrios para que no les hagan nada a sus descamisados».Ellos, sus más fieles seguidores, le creen ciegamente y confían en que la ayuda –en forma de lotes de marihuana para que «todos los humildes andaran super bien»- que prometía les iba a llegar.
Un relato más que sirve como ejemplo es «La señora muerta» (1963), de David Viñas, donde el autor describe las enormes filas de personas que esperaron horas para darle el último adiós a Eva, así como la sensación de desprotección que los invadía. Subraya la imposición del régimen de que el tiempo tenía que detenerse y todas las actividades debían suspenderse para honrar a la primera dama y cómo afectó esto a quienes no eran sus partidarios. Por último, Juan Carlos Onetti escribió «Ella» (1953) en donde relata lo que provocó la muerte de Eva y el gran velorio sin precedentes, la forma en la que las personas se arremolinaron para ver su cuerpo, hordas descritas como «miles de necrófilos murmurantes y enlutados».
Dentro del corpus novelístico se encuentra la obra de Mario Szichman, A las 20:25 la señora entró en la inmortalidad (1981) que, en un tono cómico e hiperbólico, habla del obligado duelo nacional que paralizó al país tras la muerte de Eva y cómo una familia no pudo enterrar a un pariente porque la prioridad era guardar luto y mostrar respeto por tan lamentable deceso.
Como se comentó hace unas líneas, muchos otros autores han centrado sus historias en el cadáver de Eva. Ejemplo de este interés temático es “El único privilegiado” (1991), relato de Rodrigo Fresán en el que el cuerpo de la difunta sirve como iniciación sexual a un adolescente de clase alta.
La pasión según Eva (1996), novela de Abel Posse, se desarrolla durante el tiempo transcurrido nueve meses antes de su muerte hasta que el cuerpo es devuelto a Perón en Madrid en 1971.
El cuento «Esa Mujer» (1965) de Rodolfo Walsh, que es para muchos críticos uno de los mejores que se han escrito sobre el tema, narra la conversación entre un periodista que busca descifrar el paradero del cadáver de una mujer de quien nunca se dice el nombre y un coronel que lo ha escondido porque lo quiere sólo para él. Durante la narración es claro que, aunque lo niegan, para ambos ese cuerpo es un objeto de deseo, los dos quieren tenerlo pero el coronel sentencia: «Es mía-dice simplemente-.Esa mujer es mía».