Éstos últimos son quienes más llaman la atención y hacen pensar que la novela es toda una metáfora sobre los secuestrados. Las crueldades de la guerra que ha marcado la historia colombiana reciente, en la que participan guerrilleros, paramilitares y fuerzas estatales han dejado éstas y otras lamentables víctimas: torturados, desplazados, muertos y desparecidos.
En una reciente visita a México, para participar en la edición 2013 de la Feria Internacional del Libro de Arteaga, Coahuila, en la que Colombia fue el país invitado, Rosero explicó la forma en la que abordó la situación de los secuestrados en esta novela:
En el Lejero trabaja el tema del secuestro desde un punto de vista muy onírico, a mi modo de ver […] me gustó la novela, me gusta como tal, quedé muy satisfecho con varios de sus tópicos surrealistas, de ambientes de pesadilla que se recrea en esa obra.
El escritor retomó este tema, de manera más directa, en su novela Los ejércitos, merecedora del premio Tusquets en 2006. Él mismo explica la relación que hay entre ambas obras:
Escribí En el lejero aproximándome a la realidad colombiana desde un punto de vista muy onírico, muy surrealista, tratando de tocar ese tema que a mí me ha afectado tanto, que me ha entristecido, no sólo como escritor, sino como colombiano: el secuestro. Es la degradación más profunda a la que puede llegar un ser humano: ser secuestrado, llevado a la fuerza a cualquier sitio y encerrado, maniatado, encadenado. Es para mí la degradación por excelencia. Entonces, En el lejero traté de abordar este aspecto, y al terminarlo pensé, no obstante, que había que ser más objetivo, había que acercarse a la realidad colombiana todavía con mucha más precisión, y comencé a trabajar Los ejércitos. De manera que En el lejero sí es el preámbulo, como quien dice, la preparación literaria que yo necesitaba para abordar Los ejércitos, un libro mucho más “objetivo” y que toca con otros recursos la realidad del secuestro.
En la novela destaca la descripción sensorial, el oído y la vista no resultan confiables en absoluto, pareciera que los sentidos de Jeremías lo engañaran a él y, de paso, a los lectores. Nada parece ser real, no se puede tener la certeza sobre ningún aspecto del pueblo, que no tiene nombre pero que podría llamarse Comala o Luvina. Jeremías duda continuamente y en varias ocasiones se explica a sí mismo que debe estar soñando, que lo que ven sus ojos no puede ser la realidad: “tengo que estar dormido” (Rosero, p. 37), intenta convencerse. El lector también siente incertidumbre porque no se sabe quién habla, la voz narrativa cambia sutilmente, en la mayoría de la novela el narrador es Jeremías aunque en ocasiones alguien le habla desde una segunda persona.
En el lejero es una novela desconcertante cuyo ambiente fantasmagórico por momentos recuerda a Pedro Páramo:
La sombra de Juan Rulfo planea aquí, en una geografía empero de volcán y abismo, de pueblo hundido entre selva y cordillera, por la especial textura visionaria, onírica, fantasmagórica de esta novela de Evelio Rosero donde se entrecruzan los niveles del sueño y la vigilia, de la visión y el recuerdo, de lo real e irreal, del sueño y la percepción sensorial.
En menos de cien páginas Rosero construye una historia densa que insinúa con sutileza temas tan graves como la pobreza, el abandono y la soledad en la que sobreviven algunas comunidades, así como el secuestro y desaparición de personas.