Eme Vazquez, Alejandra. Su cuerpo dejarán. México: Enjambre Literario/Kaja Negra/El Periódico de las Señoras, 2019.
Descarga gratuita en: http://kajanegra.com/su-cuerpo-dejaran/
Eme Vazquez, Alejandra. Su cuerpo dejarán. México: Enjambre Literario/Kaja Negra/El Periódico de las Señoras, 2019.
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“There is no such thing as free care”, dice Katrine Marçal en su libro ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, reformulando una de las máximas de la economía y que nos recuerda que, en el mundo y el sistema económico en el que vivimos, nada sucede por arte de magia. Siempre hay alguien haciendo trabajo doméstico o de cuidados, cuya labor es invisibilizada para que el resto de las cosas pueda continuar su curso habitual.
¿Qué tiene que ocurrir para que el plato de comida llegue hasta nuestra mesa? Además de ser una pregunta fundamental en el texto de Marçal para entender los engranajes de la economía, esta cuestión también detona —en varios sentidos y en distintos niveles— el ensayo Su cuerpo dejarán, de Alejandra Eme Vázquez. Este libro fue ganador en 2018 del Premio Dolores Castro en la categoría de ensayo, y narra, mediante once textos unidos como una colcha de retazos hilvanados por la experiencia y la reflexión, la vivencia en torno al trabajo y al espacio doméstico, a los cuidados, a la vejez y a los afectos.
La autora nos lleva por caminos heterogéneos en el ensayo: anexos, tests, listas de canciones, fragmentos, fuentes bibliográficas integradas a la narrativa, extractos de una novela aún por escribirse, digresiones, citas falsas que igual disertan sobre la noción de trabajo en el arte popular, como de la historia de las ollas exprés y el peligro que representan. Se trata de un texto híbrido y que evidencia sus costuras: es académico y literario, íntimo y documentado, triste y con momentos de humor… como la vida misma.
La narradora es la sujeta de la enunciación a partir de la propia experiencia, la cual es proyectada sobre sus potenciales lectores, creando horizontalidad hacia ellos y hacia los personajes. Esto no ocurre de manera jerárquica y tradicional, como aquellas en que el autor representa una especie de ente superior y lejano, sino que se establece una cercanía a través de «la exhaustiva puesta en palabras» (p. 31) y mediante un planteamiento ético de dichas relaciones.
Más que certezas, Su cuerpo dejarán nos llena de cuestionamientos no sólo en cuanto a las temáticas que aborda, sino también acerca de su propia factura. La narradora se cuestiona la temática del libro y la manera como se refiere a él, duda y apela al lector constantemente. Es un libro-proceso, que va mostrando su progresiva configuración y con ello nos lleva a repensar las nociones de autoría e incluso nuestro papel como lectores: «Escribir este libro es, necesariamente, escribir la historia de cómo ha sido escrito este libro» (p. 61).
«¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidar?» La autora lanza la pregunta sabiendo que se enfrenta a un terreno difuso, con fronteras poco claras y del que se habla muy poco. Y aunque el libro se centra en el trabajo de cuidados, éste resulta sólo el punto de partida para pensar y evidenciar la precariedad laboral generalizada, que cada vez más penetra en otros ámbitos.
El ensayo de Alejandra Eme resulta de gran importancia para detonar conversaciones, traer al centro discusiones habitualmente marginales en los ámbitos académicos y literarios. Sin embargo, el texto genera también puntos de encuentro en temas como los cuidados, la vejez, el consumo ético, lo colectivo, la memoria, la escritura femenina, la división sexual del trabajo y la remuneración ante distintos tipos de labores, entre muchos otros. Se trata de un libro que evidencia lo invisible, que pone los reflectores en lo normalizado y que vuelve un asunto de discusión pública cuestiones históricamente restringidas al mundo de lo privado.
Entrevistamos a Alejandra Eme Vázquez a propósito de Su cuerpo dejarán y también para conocer un poco más acerca de su labor como creadora, editora, docente y cuidadora. Este diálogo recoge también algunas ideas sobre otros temas que atraviesan su trabajo, como lo doméstico, la escritura y la lectura de mujeres, o el género ensayístico, entre otros.
Cristina Díaz: Con Su cuerpo dejarán obtuviste el Premio Dolores Castro 2018 en la categoría de ensayo. Sin embargo, no se trata de un ensayo común, sino que lo caracteriza su hibridismo: listas, notas, tests, digresiones, anécdotas, mensajes. ¿Cómo te vinculas con la tradición del ensayo?
Alejandra Eme Vázquez: Creo que mi gran oportunidad de pensar la literatura intensivamente fue ser profesora de secundaria por muchos años. El hecho de acercar estos formatos a personas tan jóvenes obliga, o al menos a mí me obligó, a encontrar otros abordajes porque no sólo se trataba de que leyeran, sino de que escribieran a partir de leer. Cuando veíamos ensayo, por ejemplo, se trataba de revisar con ellos un amplio inventario, desde Montaigne hasta textos muy pop, y fue un privilegio increíble atestiguar, en procesos individuales, cómo escribir se trata mayormente de encontrar formas naturales y conscientes de acuerpar este catálogo de posibilidades que obsequia la tradición literaria. Como el ensayo es mi cajón de sastre elegido como escritora, estas experiencias lectoras compartidas ya me estaban influyendo desde antes y me habían hecho probar tonos y formas en mis columnas semanales, entonces cuando vi la posibilidad de entregar un ensayo de largo aliento en este libro, mi manera de resolverlo fue poner en juego todo lo que había aprendido en mis exploraciones y que me había emocionado.
CD: ¿Cuáles son tus referentes para escribir ensayo?
AMV: Soy del bando que sí se cuadra ante Montaigne como referente principal, la nota al lector de sus Ensayos me parece un banderazo inicial insuperable para un género literario. Lo admiro y quiero mucho, entonces aprecio un montón cuando los ensayos tienen este espíritu que yo reconozco en su propuesta, de jugársela a cada paso, aunque este juego puede darse de muchas maneras y por eso me gusta leer el género, una se vuelve avispada al estar en contacto con él. Todas y todos los ensayistas que se la juegan a su modo son para mí referentes, pero para Su cuerpo dejarán tengo a cuatro autoras que fueron mis guías claras: Juana Inés Dehesa, Rosario Castellanos, María Elena Walsh y Susanna Clarke, esta última por el marco teórico que ficcionaliza para su narrativa. Tener una compañía tan brillante y diversa hizo el proceso muy iluminador, pero también me reforzó la certeza de que para mí ensayar es escribir leyendo, en este caso leyéndolas a ellas. Muchas decisiones del libro sí surgieron de plantearme: “¿Qué haría aquí Rosario, cómo lo resolvería Juana Inés?”. Y esa especie de ventriloquia, que es un mecanismo del que reflexiono en mi libro, me ayudó a escucharme.
CD: Creo que todo lector de tu libro, cuando de inicio se enfrenta con el test acerca de la existencia del propio trabajo, acaba por ponerse un poco en los zapatos de la narradora. ¿Crees que tu escritura busca hacer un ejercicio de empatía con el lector? ¿Quiénes son tus lectores?
AMV: Como soy ante todo una lectora que escribe, cuando supe que esto que escribía era mi primer libro decidí que iba a hacer todo de mi parte para que interpelara, hiciera cómplice y acompañara a quien estuviera del otro lado. Creo que esto fue todavía más consciente porque mis primeras lectoras reales fueron mi madre y mi tía, que tienen un lugar muy importante en el libro, entonces hay muchas cosas que están ahí para ellas; pero también deseaba escribir algo que ganara la confianza de personas que cuidaran, sobre todo mujeres, porque ansiaba saber si lo que leían les sonaba familiar y si ponía un punto de partida para añadir a sus reflexiones. Por basarse en mis propias experiencias lectoras, mis cálculos sobre cómo se lee el libro son totalmente subjetivos, pero lo que deseaba era que los recursos que yo tenía a la mano estuvieran orientados a crear la sensación de que había una conversación ocurriendo, que el ritmo variara en momentos muy específicos, que se rieran conmigo o de mí, según el caso, y que hubiera cierta dosis de sorpresa en lo que leyeran. Ya cada lectora y lector dará su veredicto.
CD: El trabajo de cuidados ha sido un poco «el patito feo» del feminismo, en el sentido de que no suele ocupar un lugar central en las discusiones, las teorías, las luchas más evidentes. ¿Qué piensas de la relevancia que, poco a poco, y a través de textos como el tuyo, ha ido adquiriendo el tema?
AMV: Creo que es muy importante que el enfoque de cuidados se esté convirtiendo en un asunto no a abanderar, sino a desmenuzar y conversar mucho más profundamente. Estos temas han estado siempre ahí, pero se encuentran con obstáculos para ocupar la conversación pública, un poco porque perpetuar la dicotomía entre lo público y lo privado es una fuerte base de la socialización de las mujeres, y otro poco porque nombrar las realidades materiales puede ser muy abrumador y hasta paralizante: dar cuenta de cómo nos atraviesa la división sexual del trabajo, cómo se siente transitar por múltiples jornadas, cómo cuidar en este sistema termina estando al servicio del capital, cómo seguimos la tendencia de estandarizar y culpar o sentirnos culpables, cómo eso que llaman “autocuidarnos” es más imposición que goce y los etcéteras que queramos ponerle. Con todo, es muy importante que se estén haciendo esfuerzos por poner los cuidados y las dinámicas de lo doméstico en el centro, recuperar también lo que se ha dicho, y creo que el puente para dar este paso pueden ser estos abordajes que reivindican la imaginación, la configuración de nuevas narrativas y la sabiduría compartida como ejes para conversar, acordar, construir.
CD: Cuidar es, en muchos sentidos, poner el cuerpo. Envejecer es, poco a poco, dejar el cuerpo. La idea de habitar un cuerpo sensible, que disfruta y vive a través de los sentidos, está muy presente en el libro. ¿Cómo abordas esta cuestión de la corporalidad?
AMV: Como dices, los cuerpos que cuidan están puestos todo el tiempo, pero el asunto es si los vemos, si hablamos de ellos, si nos importan, incluso cuando entre esos cuerpos está el propio. Tomé el título del libro de un soneto de Quevedo, “Amor constante más allá de la muerte”, en el que se reproduce esta visión, hoy hegemónica, de que lo terrenal es apenas un escalón para llegar a un plano trascendental que se promete como verdadera realización, y el trabajo de cuidados siempre está revestido de este halo sacrificial e “impagable” que termina por invisibilizarlo y, en consecuencia, legitimar muchas violencias. Elegí el título para exponer abiertamente mi desacuerdo con esta idea y proponer que lo que nos importe sea precisamente hablar de los cuerpos: los cuerpos que cuidan, los cuerpos que envejecen, los cuerpos que trabajan, a ver si vamos dejando de fomentar un sistema que se agencia y explota estos cuerpos impunemente. La trascendencia qué.
CD: Además del trabajo de cuidados, otro tema que atraviesa a Su cuerpo dejarán es la vejez. Tú lo exploras en dos direcciones: tanto de los que ahora están en ese momento de sus vidas y requieren de cuidados, como de los viejos que nosotros mismos seremos y nuestras futuras circunstancias precarias. ¿Cómo hablar de un tema que es un tabú en nuestra sociedad como lo es la vejez?
AMV: Para mí es un tema importantísimo, no se puede evitar pensar en la vejez propia cuando nos cruzamos con una persona envejecida, mucho menos si está a nuestro cuidado. Por eso mi casi obsesión por analizar experiencias ajenas de vejez, leer sobre cómo va cambiando el cuerpo, intentar conectar de otras maneras. Y pensarlo mucho, poner la luz ahí, porque se trata de darnos cuenta de nuestro propio cuerpo y asumirnos a nosotras mismas. Vamos a necesitarnos unas a otras en el futuro para cuidarnos y hacer comunidad, porque las condiciones no van a ser las mismas que para la generación de mi abuela o mi madre, así que hacernos cargo de nuestros cuerpos me parece un buen principio.
CD: Me parece que algo muy esperanzador de Su cuerpo dejarán es la manera en que nos deja ver que la memoria y lo colectivo pueden representar una salida ante el panorama del mundo actual. Tú lo vuelves no sólo un tema, sino un recurso de escritura a partir del ejercicio de que varias personas eligieran una canción “para una vejez ficticia”. Creo que la música se vuelve no nada más un lei motiv, sino un punto de encuentro en tu texto. ¿Cómo se articulan la música, las canciones y nuestros recuerdos en tu ensayo?
AMV: Descubrí este vínculo por un accidente feliz, diría Bob Ross, y fue tan potente que la anécdota pasó a formar parte del libro. Pedí en Twitter canciones para terminar de escribir Su cuerpo dejarán y la experiencia fue memorable, así que le dediqué un capítulo y se ha convertido en emblema del libro, la playlist colaborativa se puede encontrar en Spotify, creada por Kaja Negra. Justamente creo que entrar por otros temas a abordar la vejez puede propiciar una conversación más luminosa al respecto, quizá por ello ha hecho cierto eco en las y los lectores, porque hablar de estos temas nos pone sombríos pero cruzados con la música se crea un ambiente distinto. También vale, como digo en el libro, imaginarnos otra vejez posible, en la que nuestra canción favorita aún no se escribe o en la que logramos abolir la nostalgia, pero lo que propongo es que al menos la puerta de entrada a esa discusión sea más generosa.
CD: El libro fue coeditado por tres editoriales independientes (Kaja Negra, El Periódico de las Señoras y Enjambre Literario) a las que les interesa publicar desde otras formas, otras voces. ¿Cómo fue trabajar en conjunto para que Su cuerpo dejarán llegara a los lectores?
AMV: La colectiva se formó de una manera muy orgánica en cuanto a alianzas, pero era un reto porque estábamos en tres lugares del planeta distintos: Kaja Negra y yo en la Ciudad de México, El Periódico de las Señoras en Querétaro y Enjambre Literario con Brenda Navarro en Madrid, lo que añadía incluso una diferencia importante de horarios. Yo no puedo hablar por ellas, pero creo que aprendimos mucho. Vivimos momentos de gran presión y de gran disfrute al mismo tiempo, pero siempre que se trataba de velar por el libro, estábamos todas sosteniéndolo. Es un libro afortunado en ese sentido, ha sido muy cuidado y ha provocado pensar también en los cuidados. Ahora estamos en el proceso de aprender cómo compartir nuestras experiencias también, porque lo interesante es que aportemos procesos y metodologías que puedan replicarse.
CD: Desde hace algún tiempo coordinas el curso-taller para mujeres “Pensar lo doméstico”. ¿Hay algún diálogo entre el taller y tu escritura? ¿Cómo los vinculas?
AMV: Sin el espacio de Pensar lo Doméstico no podría haber Su cuerpo dejarán. Este taller fue la primera oportunidad que tuve para conversar las dinámicas de lo privado, lo familiar, lo doméstico y los cuidados con otras mujeres, y al principio era muy fuerte ir construyendo ese ambiente en el que lográramos sentirnos seguras y confiadas, pero también que reconociéramos que nuestra voz es importante, que hablar de esto es importante y que nuestras aportaciones también lo son. El libro es producto de muchas conversaciones y lo que me dio Pensar lo Doméstico fue toda la estructura de pensamiento para el proceso de escritura, desde reconocer que quería escribir un libro sobre esto hasta qué tipo de conversación podía sostener con él.
CD: ¿Qué autoras nos sugieres para pensar lo doméstico y el trabajo de cuidados?
AMV: Podría comenzar planteando que la escritura de mujeres suele implicar, de hecho, una perspectiva del mundo que ya tiene algo de pensar lo privado, lo doméstico y los cuidados, así que también es interesante leer autoras con esta premisa porque los aportes suelen ser magníficos en cuanto a que representan perspectivas que el canon literario no suele representar. También hay algunas autoras o ciertos textos que parecen usar más intencionadamente el filtro de estos “asuntos de mujeres” y puedo nombrar algunas que nos han aportado mucho al proyecto de Pensar lo Doméstico, como: Rosario Castellanos, Amparo Dávila, Lucia Berlin, Alice Munro, Brenda Navarro, Ursula K. Le Guin, Gabriela Damián, Martha Riva Palacio, Marie-Aude Murail, Selva Almada, Carla Zúñiga, Itzel Lara, Elena Garro, en fin, seguramente podemos construir una lista muy larga con muchos fundamentos y reflexiones. Y, justamente, esa es la idea.
Cristina Díaz
Es egresada de la Licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara, México, y de la Universidad de São Paulo (USP), Brasil, donde también estudió cuestiones…
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