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Otros mundos culturales: Los cuentos de Lachibeyid de Mario Molina Cruz

Molina Cruz, Mario. Los cuentos de Lachibeyid. Oaxaca: Instituto Oaxaqueño de las culturas, 2003.

Los cuentos de Lachibeyid (2003) de Mario Molina Cruz (1955-2012), escritor y promotor cultural originario de Yalálag, Oaxaca, es un conjunto de ocho relatos publicado por el Instituto Oaxaqueño de Cultura, después de que éste le mereciera al autor el año anterior el Premio Internacional de Cuento, Mito y Leyenda Andrés Henestrosa. Cabe señalar que, de los dos textos narrativos escritos por Molina, esta obra fue publicada únicamente en español con algunas intromisiones en Dill Whall Yalhalhj, a diferencia de la novela Xtille Zikw Belé, Lhen bene nhálhje ke  Yu’ Bzao, Pancho Culebro y los naguales de Tierra Azul (2007) que fue publicada tanto en Dill Whall Yalhalhj como en español. Al parecer, algunos cuentos de la colección tuvieron una primera versión en zapoteco, pero aquellos nunca fueron editados quizás porque la convocatoria del premio que no contemplaba esa posibilidad en sus lineamientos de recepción y edición de la obra.

La mención de las circunstancias bajo las que el libro fue publicado y premiado es relevante porque habla del lugar discursivo de la narración y de la lengua del autor en el circuito literario; hay que recordar que hasta hace unas décadas comenzó a haber reconocimiento institucional a las producciones literarias en lenguas originarias, ejemplo de ello son el Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas instituido en 1993 y, ocho años después, el Premio Internacional de Cuento, Mito y Leyenda Andrés Henestrosa. Actualmente la situación ha cambiado un poco, ahora existen más premios y ediciones de textos en lenguas indígenas, pero estos no resultan suficientes para la difusión de las literaturas indígenas; además, a ello hay que sumar la complejidad de la recepción de las obras, ya que su producción y edición no va a la par de la alfabetización de las comunidades en sus propias lenguas para generar lectores. La mayor parte de las veces los talleres alfabetización que tienen un efecto real entre la población son los que realizan, frecuentemente de manera autogestiva, los propios miembros de la comunidad, el mismo Mario Molina Cruz es un ejemplo de ello.

Los escritores indígenas están en un continuo proceso de resistencia y de lucha por abrir caminos a sus literaturas, a su palabra, a sus mundos. En sus literaturas se hallan esas distintas cosmovisiones, su cosmolética, diría Gloria Chacón. En cuentos como los de Mario Molina Cruz puede observarse la emergencia de la voz del sujeto zapoteco. Cuando el narrador construye las ficciones, las historias suelen ser digresivas. En los momentos de pausa o de desviación de los relatos, el narrador hace aclaraciones de algunas características o costumbres zapotecas. El narrador, al tiempo que cuenta la historia, también construye la identidad de la colectividad representada en la narración y, “en este sentido, la mímesis no se enclaustra en su función re-presentativa de la realidad del mundo [… ], más bien, en cuanto construcción discursiva de lo real, en la mímesis el sujeto se define en la misma medida en que propone como mundo objetivo un orden de cosas que evoca en términos de realidad independiente del sujeto y que, sin embargo,  no existe más que como el sujeto la dice.”(Cornejo, 15)

En  “El sueño de Vicente Piche”, primer cuento de la colección, hay una insistencia por mostrar que los cuentos son zapotecos, pues el narrador aclara desde el principio que sus personajes hablan en una lengua distinta al español: “Vicente Piche tuvo un sueño a principios de enero que lo hizo despertar de un brinco. Despertó a Teófila, su joven esposa, y ambos lo comentaron en lengua zapoteca”. (1) La aclaración del narrador está investida de la intención de dejar claro sobre quiénes se hablará en la historia, es decir, de personajes que pertenecen a una realidad distinta a la del idioma en el que los cuentos son narrados.

En todas las narraciones de la colección hay constante traslado a otro mundo cultural. En los primeros párrafos de este mismo cuento, a pesar de que la historia que debería primar es la del sueño de Vicente Piche, el narrador concede un espacio notable del inicio del texto a la presentación de la adivinadora del pueblo y a la forma en que ésta predice el futuro, es decir, a la práctica de la adivinación con maíces, práctica que se remonta a tiempos prehispánicos y que aún es vigente en diversas comunidades del país. El narrador intenta mostrarnos un mundo que no es develado por la historia contada, sino que se va descubriendo a sí mismo y se construye, junto con la identidad colectiva a la que representa, a través de las aclaraciones o desviaciones que éste hace en la historia.

Otro de los momentos en los que observamos la recreación del mundo zapoteco y que proyecta las formas de concebir el mundo de manera distinta al occidental es el siguiente: “Don Apolonio ofrendaba a la tierra comida, aguardiente y tabaco cada que su calendario lo requería. A los cuatro puntos cardinales del terreno y en el centro ponía un pedazo de cazuela conteniendo brasa y copal. Platicaba con la tierra como la persona más confiable de su pedimento […]” (6)

Este mismo pensamiento de cercanía con la naturaleza y de aprendizaje de ella, propio de las culturas orales, se encuentra también en otros relatos, por ejemplo, en “Los pescadores del Río Cajonos”:

Muchos alimentos y medicinas nos los han enseñado los animales del monte, las aves, los insectos, y otro tanto ha descubierto el propio hombre. El bejuco blanco produce unas hojas tiernas. Cuentan los abuelos que han visto a las víboras más venenosas trepadas allí, comiéndolas. También la observación de nuestros ancestros los condujo a seguir a los venados heridos en combate o lastimados por armas de caza: van a escarbar la tierra y, al asomarse el camote, se lo comen; al día siguiente vuelven al mismo lugar a buscar más camotes. Así se descubrió el camorrean. Los mapaches y tejones le enseñaron al hombre a pescar truchas y langostinos. Los pájaros también trazaron el camino a los árboles frutales. Muchos de ellos murieron en la antigüedad por no saber si el fruto era venenoso. Así, el hombre fue eliminando lo malo para dejar lo bueno. Los pájaros nos enseñaron a comer chapulines, chicharras y larvas panales. El águila, por su parte, dio lecciones efectivas comiendo víboras, al igual que el armadillo. La escuela está en la naturaleza abierta. Hasta el perro come cierto pasto casero cuando tiene problemas del estómago. Curan, desde la lejía de la cal hasta la pata del grillo […] (105)

En el relato “Doña Crisanta, la curandera de Lachibeyid” leemos la historia de la  mujer sanadora del pueblo. Ahí aparece nuevamente la traslación del sistema cultural zapoteco a la narrativa escrita en español, sobre todo en dos momentos de la historia: el primero, en la descripción de la herbolaria y de los conocimientos de Crisanta para curar enfermedades y, el segundo, durante una digresión del narrador en la que señala cómo en el pueblo pervive una oposición entre el pensamiento de los habitantes originarios de Lachibeyid y el de la iglesia católica.

Además de lo anterior, dentro de diversos cuentos de la colección, el enaltecimiento de la figura de los sabios ancianos es remarcada. Lo vemos, sobre todo, en los personajes de Crisanta y de Juan Lache, que aparecen en diversos relatos y que hacen las veces de guías de los pobladores de Lachibeyid.

Estas otras formas de pensar el mundo también corresponden a poéticas diferentes a las del mundo occidental, asimismo, conforman otros sistemas literarios, marginales respecto al canon occidental que, a decir de Cornejo Polar, “son los que emplean las lenguas americanas y sus respectivas codificaciones culturales, diferentes pese a la presión aculturizadora ejercida sobre ellas, lo mismo que las literaturas populares cualquiera que sea su filiación lingüística”. (Cornejo, Las literaturas, 93).

 

Bibliografía

Cornejo Polar, Antonio. Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad cultural en las literaturas andinas. Lima: Editorial Horizonte, 1994 (Crítica Literaria, 11).

Cornejo Polar, Antonio. “Las literaturas marginales y la crítica: una propuesta”, en Augusto Roa Bastos y la producción cultural americana. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1986.

Acerca de la autora

Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM y egresada de la maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la UAM-A. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de narrativa durante el periodo 2015-2016 y profesora de asignatura en la UACM y en el SUAyED-UNAM/B@UNAM. Becaria del FONCA Jóvenes Creadores 2019 en el área de novela.

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