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Memoria, narración y resistencia: el Códice Ayotzinapa

Todos los días recordamos, reelaboramos vivencias para dar sentido temporal y causal al presente o para no olvidar, según el grado de afección hacia lo ocurrido, por lo que, aunque varios participaron en la misma situación, sólo algunos la recordarán, pues la fijación del recuerdo se relaciona con el grado de adhesión al suceso. Por otro lado, se encuentran las formas artificiales de la memoria (Ricoeur 81-123), elaboradas deliberadamente para la posteridad; entre éstas, se ubica el objeto de memoria, una pieza material que, mediante una serie de códigos simbólicos y semánticos, evoca un recuerdo y que se ancla en la memoria cultural.

Los objetos de memoria se presentan en diferentes formas, van desde un libro a una película, o desde una estatua a un anillo, y se manifiestan dentro de grupos que comparten algo que recordar; de esta forma, distintas sociedades se narran a partir de los objetos en que han codificado eventos de su pasado, un ejemplo de ello se halla en El Códice de Ayotzinapa (2014).

Portada de El Códice de Ayotzinapa.

El Códice recupera un evento ocurrido en México entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014: la desaparición de 43 normalistas de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa. El documento imita el formato códice, que servía como medio de registro en los pueblos prehispánicos; se compone de ocho folios, de los cuales cinco son narrativos, dos doxales y uno la portada del conjunto; fue elaborado por investigadores miembros del sindicato del INAH con testimonios de los familiares de los desaparecidos para servir como un memorial de agravios que se construye simbólicamente, pues establece símiles de los gremios actuales con los vigentes en las etapas de conquista y colonización de México; lo anterior encaminado a orientar y fijar una narrativa particular en el proceso de rememoración del evento ocurrido en 2014.1 Debido a estas características, abordaré el códice como un objeto de memoria, tratando las condiciones de formación del recuerdo que en él se contiene, su composición medial como objeto y, finalmente, su capacidad de evocación una vez distribuido.

Siguiendo a Astrid Erll (206-13), el proceso de formación de un relato desde estructuras de memoria inicia con la extracción del recuerdo, proceso que encierra una dimensión ética relacionada con la experiencia social previa y condicionada por la posición contextual del enunciador. En el Códice, el mecanismo se caracteriza porque la extracción y la posterior representación se realizan por parte de un grupo externo a los afectados, el cual construye la narración a partir de testimonios recabados en encuentros con los perjudicados. De esta condición como base del proceso de narrativización del recuerdo, surgen problemas relacionados con el enunciador, que es reconocido como el operador de la memoria, pero no como el poseedor de origen de ésta, y del material del que dispone para narrar, es decir, los testimonios.

El enunciador no pertenece al grupo representado, sino que es un observador de los sucesos que a las noticias primarias que tuvo sobre ellos suma otras provenientes de los testimonios con los que trabaja; en resumen: “a los recuerdos reales se añade así una masa compacta de recuerdos ficticios” (Halbwachs 28). Los recuerdos ficticios se encuentran orientados por quien los cuenta y son la elección de una postura sobre los hechos, en este caso, aquella en la que el Estado, gracias a sus medios de segregación, ha logrado imponerse. De esta manera, el recuerdo de la comunidad de origen se convierte en un acto de resistencia frente a la hegemonía.

Los investigadores del INAH se adhieren a esta postura y complementan los testimonios con sus propios conocimientos para aumentar la fuerza de la denuncia; el Códice, entonces, no se limita a evidenciar el hecho que interesa, sino que rescata las condiciones previas y sus consecuencias:

Folio 3.

Cabe destacar que la posición de los enunciadores concede una función adicional al documento, pues su posición de intelectuales los convierte en operadores y diseñadores culturales que configuran el espacio público. Así, el Códice se convierte en una denuncia más amplia, pero contiene un recuerdo intervenido para hacerlo socialmente valioso en el marco en el que opera, por lo que la elaboración ya no corresponde al recuerdo de origen, sino a una versión útil dentro del panorama conjunto mexicano.

Por otra parte, el testimonio sirve como materia prima de la narración estructurada en el Códice, el cual lo usa a partir de la noción clásica del discurso histórico: a) fase documental, en la que se recogen los testimonios —evidente en el proceso anterior a la elaboración material del Códice, es decir, las entrevistas con los afectados—; b) fase explicativa, en la que se establecen relaciones causa efecto para evidenciar la continuidad histórica; y c) fase representativa, la formalización de la historia por medio un soporte duradero (Cuesta 41-52).

            Para hacer evidente la fase b, basta mirar el folio 4, en el que se establece la relación de los eventos ocurridos en 2014 con hechos anteriores. El punto c se vuelve obvio al contener la narración en el soporte códice. La versión disidente, entonces, convive con la narrativa histórica y se vale de sus herramientas; sin embargo, no accede a ella porque se configura desde la alteridad.

Folio 4.

En el segundo momento de la configuración del relato, se establece la narrativa y las estructuras semánticas que la sostienen, lo que abre la puerta a procesos “gracias a los cuales la memoria de un colectivo se puede escenificar y sus complejos semánticos centrales […] se pueden transmitir en el texto” (Erll 209); de tal suerte que las narrativas estructuradas a partir de la memoria no sólo elaboran una visión en específico de los eventos, sino que, al mismo tiempo, permiten reconocer la situación de las sociedades en las que se originan.

A lo largo del Códice observamos que la historia se elabora a partir de choques, hay dos bandos: el hegemónico y el que no lo es; el primero se identifica con los conquistadores españoles y corresponde a las estructuras del gobierno y el segundo con los conquistados y representa a los estudiantes desaparecidos y su adscripción social. El Códice se elabora como una visión de los vencidos en pugna con sus vencedores; pues, en el contexto actual, resignificar la lucha entre conquistados y conquistadores implica el reconocimiento de procesos neocoloniales que intentan apropiarse del espacio de grupos sin medios para oponerse a través de herramientas similares a las de los procesos de colonización del XVI, lo que nos muestra un nuevo proceso de exterminio y silenciamientos para lograr la modernidad que el capital desmesurado busca desde la aparente modernización del entorno. La elección de este símil también nos muestra que estos grupos opositores a los procesos de modernización actuales se encuentran destinados al fracaso y que sus historias sólo serán rescatadas a través de medios no vigentes y marcados culturalmente, pues medios como el códice suelen ser considerados, con prejuicio, como objetos culturales provenientes de un sistema inferior; lo anterior restringe la posibilidad de construir futuro a estos grupos y los reduce a un papel histórico de memoria disidente.

Folio 2.

De ahí, y en una lectura paralela, que el espacio y el tiempo se configuren como una regresión al pasado colonial, mostrando un estado anti-histórico (pues el progreso no ha logrado la Modernidad) y evidenciando el nulo avance hacia la justicia social. Ahora bien, la comparación de los desaparecidos con guerreros prehispánicos, como se muestra en el folio ocho, les otorga simbólicamente el deber de liberar y defender sus tierras de los invasores. Defensa que, como se puede ver al final de la línea narrativa, queda reducida por las fuerzas hegemónicas y debe reagruparse como una resistencia.

Folio 8.

En esta configuración simbólica es posible rastrear el prejuicio direccionador de los investigadores del INAH, reconocidos como gestores de la memoria presente en el documento: el Códice narra para un público culto, se cuenta porque se quiere reivindicar un evento y lo que se dice es ajeno al enunciador.

Ahora bien, una vez reconocido el trazo debajo de la narrativa, es momento de revisar el Códice en su forma material final, la cual tiene dos funciones: provocar un recuerdo dirigido y causar un efecto en el receptor.

Folio 7.

El continente del recuerdo se trata de un códice a manera de los registros culturales prehispánicos. Se elige una forma no vigente, es decir, un registro atemporal que se mueve, por ello, en tres tiempos: pasado, presente y futuro; pasado en tanto recupera un formato asociado a los perdedores; presente porque contiene un hecho relevante para la sociedad donde surge; y futuro porque cifra algo con miras a ser visto después. Además, se trata de una forma no portable, comerciable y distribuible bajo medios convencionales, lo que deriva en que se encuentre dirigido a quienes tengan recursos para acceder a él. Así, el objeto de memoria, cuya intención es generar un recuerdo dentro de la conciencia pública, se aleja de su fin primario y se incorpora a los medios de distribución como una representación idealizada.

Folio 6.

El medio es el que resulta simbólicamente conveniente al enunciador y su intento de imitación de un objeto prehispánico es lo que impide la distribución necesaria para un efecto social, pues “es el terreno público el que convierte ciertas remediaciones en versiones mediales relevantes del pasado, mientras ignora otras” (Erll y Rigney 5). Al mismo tiempo, la memoria material se estudia en relación con “las conexiones entre [la] memoria y los medios culturales en circulación” (Zierold 299); en este sentido, el Códice no es un objeto de memoria pública, sino uno destinado a memorias privilegiadas, volviéndolo un registro con demasiadas pretensiones y diseñado para existir en núcleos hegemónicos, y que niega su intención primaria, pues al inscribirse en un campo de circulación restringida, no guarda la memoria de los guerrerenses, sino la memoria que poseen grupos hegemónicos, las minorías. El Códice, entonces, es un objeto de memoria que fracasa.

Como observaciones finales sostengo que aunque el Códice es un objeto de memoria que fracasa, forma parte de un proceso de interpretación de evidencias del pasado que crea referentes históricos, aunque inmediatos, a través del uso de imágenes y metáforas que ligan el recuerdo con la contemporaneidad aludida: da cuenta de acontecimientos y lugares, resignificándolos.

El Códice se aleja del suceso representado, pues lo focaliza y significa desde el punto de vista del intelectual. Al mismo tiempo, su materialidad lo separa de la memoria cultural del grupo de origen y lo incrusta en la memoria, aparentemente progresista, de los círculos menos marginales de México. Lo anterior cancelaría parcialmente los fines del Códice; sin embargo, éste mantiene vivos los sucesos de Iguala desde un punto parcialmente disidente, lo que deriva en que el suceso tendrá espacio en la memoria colectiva desde un punto de vista no oficial.

 

Bibliografía:

Cuesta, Josefina. “Los compromisos del testimonio según Paul Ricoeur”. Historia, antropología y fuentes orales, núm. 30, 2003, pp. 41-52.

Erll, Astrid. Memoria colectiva y culturas del recuerdo. Estudio introductorio. Traducido por Johanna Córdoba y Tatjana Louis, Universidad de los Andes, 2012.

—, y Ann Rigney. “Introduction: cultural memory and its dynamics”. Mediation, remediation and the dynamics of cultural memory, editado por Astrid Erll y Ann Rigney, Walter de Gruyter, pp. 1-11.

Halbwachs, Maurice. La memoria colectiva. Traducido por Inés Sancho-Arroyo, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004.

Ricoeur, Paul. La memoria, la historia, el olvido. Traducido por Agustín Neira Calvo, Fondo de Cultura Económica, 2013.

Zierold, Martin. “Memory and cultural media”. Cultural memory studies, editado por Astrid Erll y Ansgar Nunning, Walter de Gruyter, 2008, pp. 399-405.

Acerca de la autor

Félix J. Galván. Estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Se interesa por la representación literaria de la memoria, el papel de la literatura en la formación de culturas del recuerdo y la relación entre violencia y narrativa.

 

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Notas al pie:

  1. El Códice de Ayotzinapa se encuentra actualmente en el Museo de Antropología de Vancouver, fue exhibido como parte de las protestas de los trabajadores del INAH después de los eventos de Ayotzinapa en la entrada del Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México, fotografiado y subido con una voz en off a YouTube, y reproducido en el número 39 de la revista El volcán insurgente.