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Yo es otres

Rovira, Guiomar. Activismo en red y multitudes conectadas. Comunicación y acción en la era de Internet. México: Icaria, UAM, 2017.

¿Qué ha pasado con las luchas emancipatorias en las últimas dos décadas? ¿Cómo hacer un mapeo de sus devenires en Internet? ¿Qué tipo de narrativas, potencialidades, aprendizajes posibilitan? ¿Cómo abordar, por ejemplo, la lucha zapatista o la irrupción de la plaza pública en países tan diferentes y complejos como España, Turquía, Estados Unidos? ¿Cómo leer la disputa simbólica de blogs de colectivos como Blogueiras Negras o Mídia Ninja, en Brasil, o Somos el medio en México, sin poner el acento en el fenómeno performático de las redes, en la forma de asociación, de debate, de construcción de sentido, de reconfiguración de discursos e identidades, de ocupación de espacios? Guiomar Rovira, profesora e investigadora del posgrado en Comunicación y Política de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, autora de Zapatistas sin fronteras, abre estas discusiones en Activismo en red y multitudes conectadas. El trabajo es, a la vez, el testimonio de la mancuerna solidaria entre investigación y activismo, teoría y acción, educación y protección a víctimas, creada por periodistas, artistas e investigadores en los últimos años en nuestro país. El texto se organiza en cuatro capítulos: «Redes de captura: tecnología y capitalismo»; «Del ‹no future› a las redes activistas»; «Comunicación para la acción» y «Las multitudes conectadas». Incluye un anexo en el cual se cruzan estas narrativas activistas y sus formas de participación en movimientos como #YoSoy132 o el caso #Ayotzinapa.

Language is a Virus

Hay otro lenguaje, masivo, popular, que ha ampliado la esfera pública y que construye historias, rastros, experiencias del hacer, de mediar, de activar complots y disputar la palabra. Los nodos o los «paisajes imaginarios» transnacionales (de los que habló alguna vez Arjun Appadurai) posibilitan en nuestros días nuevas formas de participación y disputas de sentido. La antigua ciudad letrada con sus controles de paso en la frontera-imprenta, con sus autorizaciones y permisos aún en escritos «menores» o «minoritarios» sufre hoy un desajuste frente a la proliferación, en la Web, de testimonios de comunidades históricamente relegados.

De estos nuevos saberes en Internet, que mantienen literalmente con vida a varias comunidades, Rovira aprende y toma nota dando forma a una historia alterna a la homogeneización narrativa de los grandes conglomerados mediáticos. Si existe un mapa posible, la autora apuesta por dos momentos: el de las redes de solidaridad con el movimiento altermundista y el reciente, con la Web 2.0 y sus multitudes conectadas.

Radio Insurgente. https://www.documenta14.de/en/south/469_when_the_dead_silently_speak_out

Nadie sabe lo que puede un cuerpo

Un repaso por los movimientos alternativos que desde los años sesenta prefiguran una serie de prácticas de autogestión, de reutilización de los materiales, de parasitación de las estructuras discursivas establecidas, se vuelve central en el texto. ¿Qué tipo de genealogías vemos en estos esfuerzos? ¿Cómo comenzó este ejercicio de crackeo de las narrativas pedagógicas restringidas?

El movimiento punk conformó una red de acceso divergente a la música, la literatura, la vestimenta. La red hacía y enseñaba a hacer sin titulaciones ni autorizaciones. El fanzine es un ejemplo: mediante el intercambio de algunos pocos acordes de guitarra, cualquiera podía hacerse de los elementos necesarios para formar su banda musical. La cultura del Do It Yourself asimiló el pastiche, el montaje. La autora señala ecos del situacionismo en estos esfuerzos políticos de autonomía: los de desacreditar los valores impuestos y ejercer un reempleo de los elementos. La intervención de una estructura (hackeo) y la reconfiguración (remix) se vuelven nodales para el actual activismo en red. Por ello, la acción, la potencia asociativa y el movimiento, entendido como desterritorialización de un eje identitario impuesto, son coordenadas inestables y extremadamente eficaces del ejercicio político actual.

Fuente: http://fuckcopsdiy.blogspot.com/2010/07/cultura-de-rua-zine.html

En el caso de las predios okupas, por ejemplo, las «redes de distribución de material alternativo: discos, maquetas y cassettes, chapas, pegatinas, camisetas ilustradas con serigrafía, revistas» se constituyeron en modos alternos de intercambio y aprendizaje para trabajar el marcaje de tiempos y territorios propios. Estos ejercicios de asaltar espacios, de arrasar con una gramática para crear una nueva lógica topográfica (el carácter destructivo-creativo benjaminiano se insinúa en cada página), hoy se hace de las herramientas que posibilitan las redes: «sólo gracias a la arquitectura distributiva de Internet puede producirse una diseminación favorable a la actividad discursiva de los movimientos sociales». Y continúa: «la red como tal permite salir de la marginalidad de los fanzines, las radios libres y los carteles, que ponían a circular objetos culturales pero de forma muy limitada, no sólo por el costo económico sino por su circunscripción territorial» (90). Un territorio ampliado y a la vez una heterogeneidad desbordante aparecen, por ejemplo, en los movimientos feministas expandidos por la Web que lejos de caer en determinismos, desconocen el fin último, reductor, uniforme, de la masa masculinizada (194).

On life

Existe una relación política abierta, compleja, de contagio, de sinergia entre las experiencias de las asambleas y las comunidades conectadas en Internet. Activismo en red… nos recuerda la necesidad de perder el miedo a la ineficacia a la hora de tomar decisiones unilaterales en estas reuniones multitudinarias y la importancia de las convocatorias para reconocerse en lo común. Estos territorios no perseguirían un fin determinado. O en todo caso, el «fin» sería abrir territorios donde pueda circular la palabra (153). Rovira retoma ideas de Fernández Savater para afirmar que la política no pasa primeramente por la concientización o la denuncia, por convencer o seducir, sino por «abrir todo tipo de espacios donde hacer una experiencia de otra forma de vida». La plaza no es sólo la plaza. «Es la red». En ella conviven las apuestas corporales y discursivas de un mundo que ya no puede soñarse desde un binarismo modernista que separa tajantemente realidad y fantasía, discurso y cuerpo. De esta forma, asistimos a lo que la activista feminista Donna Haraway ha denominado como una heteroglosia radical cyborg, una forma de política extrema e híbrida en la cual las redes de Internet aprenden y se retroalimentan de las de la calle dando forma a un espacio público complejo y ampliado (sin dudas, las redes de Internet han posibilitado también una pluralidad de voces emitidas por un solo cuerpo desorganizado, una especie de travestismo vocal, una Regan MacNeil Anonymous que descompone la voz humana poniendo en jaque a ese humanismo repollito de Bruselas, edificante, reconfortante para el alma, como alguna vez ironizó desde su trinchera cyberpunk el enorme Kodwo Eshun).

¿Puede chatear el subalterno?

La desautorización del lugar totalizante del habla –como afirmara Djamila Ribeiro– aparece con el ejemplo del colectivo Rhizomática y su trabajo en el pueblo Talea de Castro, Oaxaca. Rovira apunta de qué forma la cultura del hackeo excede la red de Internet para convertirse en una estrategia de intervención estético política, un sorteo creativo que aprende de las demandas y prácticas comunitarias. Descartado por las grandes compañías comunicacionales, el pueblo logró construir su primera red de telefonía celular autogestionada. El caso interpela la idea de que el capitalismo construye y se vale de la diferencia para comerciar. Si bien en parte es así, con el caso de Talea de Castro vemos que existen diferencias radicales, espacios negados aún para esa lógica. En todo caso, el territorio conjuntado entre las prácticas, el paisaje de adobe, el zapoteco o español transmitidos a través de las ondas electromagnéticas, construyen nuevas formas de apropiación y utilización de la tecnología.

La posibilidad de extensión de las radios comunitarias por Internet a lo largo de toda Latinoamérica; la desarticulación del discurso gubernamental por parte del movimiento ciudadano YoSoy132; las redes transnacionales de solidaridad activadas con el Zapatismo; los espacios hacker abiertos en el continente; los mapas educativos inaugurados en los últimos años en la Web que retoman tradiciones como el cooperativismo, la autonomía, la organización horizontal; la interpelación radical que se hace hoy a temas como la autoría, el copyright, o a los centros elitistas del saber desde barrios del gran Buenos Aires o desde las periferias de São Paulo; todos estos ejemplos, con sus diferencias, potencian una nueva realidad de la palabra, o siguiendo a Chakravorty Spivak, un espacio en blanco, ese entre disonante que se cuela en la lógica discursiva y que reclasifica inéditos archivos cognitivos y comunicacionales.

Y sin embargo, Rovira evita confundir (como también recomendó alguna vez Aníbal Ford) el estudio de los medios con su apología. El problema no es la tecnología; el problema es la propiedad, la concentración y restricción, la gobernanza algorítmica y el uso excluyente que se hace de Internet. Como afirma la autora, las bases de datos no aprenden solas, siempre son mediadas por una subjetividad. Está comprobado el sesgo racista o clasista de centros de emisión, el punto de vista excluyente de ver el mundo. No obstante, las redes activistas y las posibilidades tecnológicas permiten momentos imprevisibles. A estos desbordes que producen una inédita ruidocracia es a los que se aboca Activismo en red y multitudes conectadas, de Guiomar Rovira, un texto apasionante e imprescindible, que viene del futuro para comenzar a discutir no tanto lo que sucede, como lo que ya nos ha sucedido.

Acerca del autor

Iván Peñoñori

Iván Ezequiel Peñoñori (Buenos Aires, 1973), es maestro en Comunicación y Política por la Universidad Autónoma Metropolitana y miembro del Seminario de Estudios  sobre Narrativa Latinoamericana Contemporánea…

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