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Arroja la piedra porque no estás libre de pecado: matanzas de estudiantes en obras de José Revueltas y Diana del Ángel

En la historia contemporánea de México, la relación del Estado con la juventud estudiantil de nivel superior se encuentra marcada por dos acontecimientos que establecen entre sí una serie de tristes vinculaciones a partir de la matanza, la cerrazón gubernamental y la impunidad. Los dos hechos referidos son el Movimiento Estudiantil de 1968, que culminó con la matanza perpetrada por el ejército en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco y, en 2014, los asesinatos y desapariciones forzadas cometidos por autoridades mexicanas y el crimen organizado en Iguala, estado de Guerrero, contra normalistas de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, ubicada en la localidad de Ayotzinapa.

Si bien es cierto que, desgraciadamente, estos hechos no son los únicos que dan cuenta de la represión y la violencia estatal ejercida contra el magisterio y la juventud disidente y crítica, la relevancia histórica del movimiento del 68, así como la repercusión mediática que tuvo a nivel internacional la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, han convertido estos sucesos en trágicos representantes de las pugnas históricas entre los estudiantes y el Estado.1

Los personajes y las organizaciones que dieron lugar a la matanza ocurrida el 2 de octubre de 1968 han sido la raíz de no pocas obras periodísticas, cinematográficas, históricas y literarias. Ya sea inspirados por la propia vivencia de los hechos o mediante la investigación de archivo, diversos autores retrataron el 68 en sus páginas desde perspectivas muy variadas; algunos de los títulos más célebres son Los días y los años (1970) de Luis González de Alba (Charcas, 1944-2016), La noche de Tlatelolco (1971) de Elena Poniatowska (París, 1932), La Plaza (1971), de Luis Spota (Ciudad de México, 1925-1985), Palinuro de México (1977) de Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935), y México 68: Juventud y revolución (1978) de José Revueltas (Santiago Papasquiaro, 1914-1976). Esta última obra será objeto de análisis en esta investigación.

Los deplorables hechos acaecidos entre el 26 y el 27 de septiembre de 2014 en Iguala también han sido la semilla de obras de índole variada. El libro colectivo de origen argentino 43 por Ayotzinapa, de distribución gratuita vía electrónica, fue publicado en 2015 por el Fondo Editor Cooperativo Los Juegos del Temps2 y, de acuerdo con el prólogo escrito por Estela de Carlotto3 (Buenos Aires, 1930), reúne las disertaciones de 43 autores de diversos campos del conocimiento y el arte, “cada uno de los 43 textos es un reclamo de justicia. Cada uno de los 43 textos es la voz de los olvidados de nuestro continente”.4 También de autoría colectiva es posible citar Ayotzinapa. La travesía de las tortugas, una iniciativa mexicana del proyecto Marchando con Letras que guarda varias semejanzas con el título descrito antes, pues la obra recopila el trabajo de 43 periodistas en un esfuerzo por acercarse a las historias de cada uno de los 43 estudiantes desaparecidos.

Entre los proyectos emprendidos fuera de proyectos artísticos u organizaciones periodísticas, cabe destacar el trabajo del escritor y periodista Sergio González Rodríguez (Ciudad de México, 1950-2017) Los 43 de Iguala. México: verdad y reto de los estudiantes desaparecidos (2015), texto en el que el autor ofrece “el contexto histórico para complementar lo registrado más allá de la trampa de reducir todo a una pugna entre buenos y malos”5 y afirma la culpabilidad del Estado y los gobiernos mexicanos respecto a la masacre de Iguala. Francisco Cruz Jiménez (Ciudad de México, 1956), Félix Santana Ángeles (Estado de México, ?) y Miguel Ángel Alvarado López (Toluca, 1971) realizan una investigación periodística titulada La guerra que nos ocultan (2016), con el propósito de esclarecer los motivos de la ejecución de Julio César Mondragón Fontes, uno de los normalistas guerrerenses. Procesos de la noche (2017), de Diana del Ángel (Ciudad de México, 1982), retoma lo sucedido a Julio César en un terreno que, como se explicará más adelante, oscila entre el ejercicio periodístico y el literario.

La denuncia entre lo íntimo y lo colectivo

Las dos obras en las que se centra este análisis, México 68: Juventud y revolución y Procesos de la noche, instauran un diálogo a través del tiempo en la medida en que emprenden la tarea de significar y denunciar la tragedia y la ignominia de un Estado que pretende silenciar por medio del asesinato y la impunidad. A continuación, se expondrán algunos elementos coincidentes en la escritura que José Revueltas y Diana del Ángel desarrollan a partir de su percepción de los acontecimientos.

La obra de Diana del Ángel relata los procesos burocráticos y jurídicos llevados a cabo por la familia de Julio César Mondragón Fontes, normalista de Ayotzinapa que participó en las manifestaciones organizadas por los alumnos para acudir a la conmemoración del 2 de octubre y cuyo cuerpo, sin rostro, se encontró la mañana del 27 de septiembre. La escritora crea Procesos de la noche con el objetivo de esclarecer los eventos que desembocaron en el desollamiento del rostro y el asesinato del estudiante. La obra se construye a partir de dos narraciones que se intercalan a lo largo del libro: la primera registra las penurias sufridas por los seres queridos de Mondragón en su lucha con las autoridades mexicanas por exhumar y obtener una segunda necropsia del cadáver; la segunda se conforma de los testimonios recogidos por la autora de personas cercanas a Julio, en un afán de reconstruir su rostro y su vida. La combinación de estas dos miradas origina un texto desgarrador, capaz de indignar al lector al enfrentarlo con la ineptitud y la cruda miseria del sistema jurídico mexicano.

La crónica efectuada por Diana del Ángel fluctúa entre el trabajo periodístico y la escritura literaria. La joven autora participó en los eventos que relata mientras acompañó a la familia Mondragón Fontes, a la esposa de Julio y a la abogada Sayuri Herrera y procuró generar un relato fiel de todo lo testimoniado.6 Sin embargo, cabe destacar que en las descripciones conmovedoras de los personajes, en el uso de la ironía que increpa las respuestas y las decisiones de las autoridades judiciales, en las preguntas que desafían y muestran la pobreza de las instituciones gubernamentales y en la reconstrucción del rostro de Julio, la autora muestra una sensibilidad estética que evidencia el carácter literario de Procesos de la noche. El siguiente fragmento, perteneciente al primer encuentro de la narradora con la familia del normalista, da cuenta de lo anterior:

Esta tarde, nuestra presencia fue el pretexto para traer a Julio en sus palabras y sus recuerdos. Esta familia en pleno duelo nos ha abierto las puertas de su casa, nos ha dado de comer a manos llenas, nos ha contado sus historias, nos ha dado sus risas. Nunca estreché la mano de Julio, pero esa tarde supe que era valiente por su herencia normalista; que amaba por la risa de su hija y, por la ofrenda en medio del cuarto, supe de su generosidad hasta la muerte.7

La escritora describe la reunión con la familia de Julio desde una percepción íntima, mostrando la candidez y la generosidad de quienes la reciben. Si bien tiene el cuidado de elaborar una descripción fiel del encuentro, Diana del Ángel no renuncia a su propia perspectiva de todo aquello que la rodea y restaura la existencia de Julio César con base en la bondad que advierte en las personas cercanas a su vida y a su fallecimiento. Conforme la narración avanza, la empatía de la autora con los seres queridos del joven asesinado ejercerá un devastador contraste con la insensibilidad de las autoridades mexicanas. En este sentido, las palabras de Iván Cruz Osorio son especialmente atinadas: “Diana del Ángel ha escrito una crónica puntual, sin esa pusilánime objetividad por la que muchos claman, sino con la clara consigna de que su trabajo es una crónica de denuncia”.8

La naturaleza fragmentaria y heterogénea de México 68: Juventud y revolución impone distintos retos al momento de comenzar el análisis, pues bajo este título se agrupan los múltiples documentos redactados por Revueltas para y sobre el movimiento estudiantil desde mayo de 1968 hasta mayo de 1971. A pesar de que en la Obra reunida del autor estos textos están catalogados como parte de su obra cronística, lo cierto es que México 68 se compone de escritos pertenecientes a modalidades discursivas muy diversas, no todas necesariamente correspondientes con un relato ordenado de los acontecimientos que antecedieron y precedieron al 2 de octubre. Para los propósitos del presente estudio, se prestará especial atención a los textos que surgen después de los hechos del 2 de octubre y que tienen como tema principal la matanza de Tlatelolco.

José Revueltas. Foto: el universo.com

En México 68: Juventud y revolución, José Revueltas incorpora sus primeras impresiones tras los terribles acontecimientos, haciendo uso de un tono que, como en el caso de Diana del Ángel, recupera una visión íntima de los hechos en los que él ha sido partícipe a pesar de no haber estado en la Plaza de las Tres Culturas. Revueltas ha asistido a las reuniones, las huelgas y las manifestaciones de los jóvenes que fueron víctimas de la violencia militar y, por lo tanto, escribe en medio de un dolor profundo. Las siguientes líneas fueron redactadas por el escritor el 4 de noviembre:

No quieren que seamos habitantes. Somos sospechosos de ser intrusos en el planeta. Nos persiguen por eso; por ir, por amar, por desplazarnos sin órdenes ni cadenas. Quieren capturar nuestras voces, que no quede nada de nuestras manos, de los besos, de todo aquello que nuestro cuerpo ama. Está prohibido que nos vean. Ellos persiguen toda dicha. Ellos están muertos y nos matan. Nos matan los muertos. Por esto viviremos.9

Cabe resaltar que en los fragmentos citados de Los procesos de la noche y los textos revueltianos tiene lugar un procedimiento similar: la escritura invierte la realidad para devolver la vida a las víctimas de la violencia y la ignominia. Retomando el comentario hecho por Osorio, ambos escritores reconocen la superficialidad de intentar hacer un recuento objetivo de los hechos y, en lugar de esto, asumen una responsabilidad histórica de contar, interpretar y denunciar la tragedia. Mientras que en el texto de Diana del Ángel la resurrección se logra por medio del testimonio amoroso de quienes sobrevivieron a Julio Mondragón, los apuntes de Revueltas declaran la muerte de los propios asesinos: la labor de aniquilamiento de los criminales ha terminado con su propia vida y sólo sus víctimas, los que caminaban y gritaban “sin órdenes ni cadenas”, tendrán una existencia imperecedera, “por esto viviremos”.10 Revueltas utiliza la primera persona, pero en su escritura se trata de una primera persona plural. De esta manera, Revueltas une su ímpetu combativo, la represión que él también ha sentido en carne viva, una experiencia compartida con sus compañeros de la militancia comunista y que, en ese momento histórico, lo vincula con la juventud estudiantil. A pesar de que generalmente Diana del Ángel describe y relata desde un punto de vista individual, en su narración es posible percibir que su voz crítica y denunciante no es única, pues continuamente se identifica la presencia de colectivos y organizaciones que apoyan a los familiares de Julio y a su abogada, Sayuri Herrera:11 “Esta parte final de la marcha ha sido encabezada por Marisa, que carga la cruz a la altura de su pecho. Atrás de su camino se oye: «Marisa, escucha / el pueblo está en tu lucha»”.12

En el marco dialógico del que hablaba Bajtín el enunciado entra en diálogo con las palabras de aquellos que precedieron al hablante, quien puede apropiarse de ese discurso ajeno, o bien, matizarlo y debatirlo. A la par de este aspecto retrospectivo, la potencialidad dialógica del lenguaje también se manifiesta en la respuesta, pues todo enunciado aguarda la réplica que, a su vez, se apropiará o discutirá sus palabras. La escritura de Diana del Ángel se apropia y hace eco de las consignas cantadas por los manifestantes que acompañan a la esposa del normalista. Las denuncias contenidas en México 68 y en Procesos de la noche, aunque firmadas con el nombre propio de sus autores, integran también acusaciones y defensas esgrimidas desde la colectividad.

Diana del Ángel. Foto: Ciudadanía express.

La raíz amarga de México y el Estado

Diana del Ángel comienza Procesos de la noche vinculando la Palabra con la Historia: “Según el Corpus diacrónico del español (CORDE) la palabra desollado aparece ciento ochenta y tres veces en ciento treinta y cuatro documentos históricos y literarios”.13 Este gesto dista de ser un mero recuento histórico, pues la autora, de entre los ciento treinta y cuatro documentos, cita la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España y la Historia general de las cosas de la Nueva España, señalando las significaciones rituales, bélicas, religiosas y culturales que la piel y el desollamiento tenían para las culturas indígenas. La escritora inscribe la historia de Julio Mondragón en estas prácticas ancestrales de desollamiento; sin embargo, indica el triste devenir que este acto ha tenido en nuestra historia y en nuestra tierra: la tortura, la desaparición de la piel y la clandestinidad.

Por su parte, Revueltas describe los pensamientos que lo embargaban la fatídica noche del 2 de octubre en que, en compañía de otros jóvenes, se oculta y espera junto al teléfono noticias sobre el desconocido paradero de sus amigos: “La cultura. La primera, la segunda, la tercera. Las tres culturas. La cuarta ha sido ésta: la sangre que corre en Tlatelolco, sobre la piedra de los sacrificios, como antes y después de Zumárraga”.14 Una vez más, la violencia ritual de las culturas prehispánicas y la perpetrada por los españoles durante la Conquista funcionan como signos de la violencia que se encuentra en la raíz de la cultura mexicana. La sangre derramada constituye la sentencia que define y acaba con el futuro de la juventud en nuestro país, ya sea a manos del Estado, o bien, del crimen organizado, sin que, en distintas ocasiones, sean claras las delimitaciones entre uno y otro.

La crueldad y la coacción que tanto Revueltas como Diana del Ángel identifican en el seno mismo de la cultura mexicana se extenderán, en nuestros tiempos, a los aparatos gubernamentales. Al analizar las medidas de represión usadas por el gobierno en contra del movimiento estudiantil en el 68, Revueltas teorizará que

Este instrumento constituye el arma predilecta de los gobernantes en virtud de su enajenación natural, congénita, al Poder, pero su uso y la generalización creciente de este uso es el síntoma más claro, al mismo tiempo, de que tal enajenación ha llegado a ese punto de su desarrollo en que se atrofia toda capacidad política, se anula la autocrítica, desparece la lucidez más elemental en el análisis.15

Estas palabras recuerdan a los recientes aportes de la necropolítica, teoría que deviene del concepto de biopolítica propuesto por Michel Foucault (Poitiers, 1926-1984) y desarrollado, también, por el filósofo Giorgio Agamben (Roma, 1942). Este último en su obra Homo sacer I. El poder soberano y la nuda vida expone que

La pareja categorial fundamental de la política occidental no es la de amigo-enemigo, sino la de nuda vida-existencia política, zoé-bios, exclusión-inclusión. Hay política porque el hombre es el ser vivo que, en el lenguaje, separa la propia nuda vida y la opone a sí mismo y al mismo tiempo se mantiene en relación con ella en una exclusión inclusiva.16

El pensador italiano reconoce la escisión del ser humano en dos dimensiones: zoé, la condición orgánica del individuo equiparable a la existencia de los animales, y bios, vida racional reconocible por medio del lenguaje. Agamben propone el ejemplo histórico de los estados totalitarios, como la Alemania nazi, para exhibir la manera en que el Estado tiene la facultad de disminuir la vida humana a la dimensión de zoé. En este sentido, la existencia del ser humano oscila entre las vidas reconocibles y la nuda vida.

Precisamente en el momento en el que surgen las nudas vida o vidas no reconocibles, desechables, emergen los recursos empleados por la necropolítica, caracterizados por una violencia atroz que se encuentra en relación con la desvalorización total de la dignidad humana: “la destrucción del cuerpo, su retención en el dolor o su mutilación, nos hablan de procesos de desechabilidad y producción de nuda vida propios del régimen de flexibilidad”.17 Esta desvalorización de la vida también se advierte en varios pasajes de Procesos de la noche, como “El lenguaje bien trajeado” ―título por demás elocuente―, capítulo en el que la familia de Mondragón y Sayuri Herrera se encuentran con Palemón Jaime Salazar Hernández, representante del Tribunal Superior de Justicia del Estado de México. La abogada de la familia de Julio le explica al funcionario la importancia de que se oficie una segunda misa en la reinhumación del cuerpo, petición ante la que:

Salazar Hernández se limitó a preguntar en tono tranquilo y desprovisto de emociones: ¿Acaso no hubo ya una misa cuando se realizó el primer sepelio? La abogada respondió con otra pregunta: ¿Qué haría usted si fuera de su familia?
El ominoso silencio que siguió a esa pregunta podría llenarse con otras tantas: ¿Cómo se atreve a pensar que alguien de mi familia se pueda encontrar en esta situación? ¿Cree usted que alguno de mis hijos estudiaría en una Normal Rural? ¿Cree que alguno de los míos podría morir de ese modo?18

La agudeza de la pluma con la que Diana del Ángel llena el silencio del funcionario obedece a una realidad cruda que se asoma en la falta de respuesta de Salazar Hernández: para el Estado mexicano, unas vidas valen más que otras. Resulta interesante que las oraciones interrogativas predominen en las líneas citadas, ya sea en el breve diálogo que efectivamente sostienen Sayuri y el funcionario o en las palabras que la narradora imagina en el pensamiento de Hernández. Generalmente, el ser humano pregunta para requerir información que desconoce o, simplemente, para indagar con mayor profundidad en algún tema o asunto que despierta su curiosidad; no obstante, la pregunta de Sayuri, “¿qué haría usted si fuera de su familia?”, en su carácter retórico, se dirige precisamente a eliminar cualquier diferencia de opinión que pueda tener Salazar Hernández acerca del nuevo entierro de Julio, recurriendo a los sentimientos provocados por relaciones básicas y universales como las de parentesco.

“Ideario”. Dibujo de Gustavo Santaella Cruz.

La estrategia discursiva de la abogada no obtiene el efecto deseado, es decir, el consentimiento del funcionario gubernamental. Diana del Ángel, haciendo gala de una observación sumamente crítica e irónica de lo testimoniado, sustituye la respuesta ausente con nuevas preguntas que coloca en la voz del representante del Tribunal Superior de Justicia del Estado de México. Las palabras que la autora escribe “¿Cómo se atreve a pensar que alguien de mi familia se pueda encontrar en esta situación? ¿Cree usted que alguno de mis hijos estudiaría en una Normal Rural? ¿Cree que alguno de los míos podría morir de ese modo?” dan cuenta del flujo contradictorio de opiniones que provoca la interpelación de Sayuri. Como representante del Estado, Salazar Hernández se ve impedido a responder con toda sinceridad y reconocer que ni él ni su familia se encuentran en el mismo nivel de desprotección y abandono que padecen personas como Julio Mondragón y sus seres queridos.

El primer artículo de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos sentencia que “todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección”.19

La igualdad de todos los mexicanos ante la ley constituye la base a partir de la cual se asentará todo el discurso jurídico que rige la nación. El funcionario calla porque su posición oficial le obliga a negar que en México, sin importar lo consignado en la Carta Magna, unas vidas poseen un valor mayor que otras y que, efectivamente en nuestro país existen los ciudadanos de segunda. El ejercicio retórico empleado por Diana del Ángel subvierte el silencio del representante del Tribunal de Justicia y, al evidenciar la incapacidad empática de Salazar Hernández con la familia del normalista, transfigura el silencio en una declaración que, desde el poder institucional, afirma la existencias de nudas vidas en nuestro país.

Conclusiones

México 68: Juventud y revolución y Procesos de la noche son dos textos claves para acercarse a la realidad mexicana contemporánea y su pasado. José Revueltas y Diana del Ángel dialogan en torno al crimen y la impunidad por medio de una escritura combativa, elaborando denuncias que, lamentablemente, tienen la misma vigencia en este 2018 que en el 2 de octubre de 1968. Aunque las instituciones gubernamentales continúan aprovechándose de la vulnerabilidad de los movimientos sociales y de las comunidades que viven en la marginalidad económica y política, Diana del Ángel registra que, desde el movimiento del 68, el Estado ha encontrado nuevas maneras de perpetuar la represión dispersando el pavor por medio los medios de comunicación ―la fotografía del cuerpo de Julio circuló en las redes sociales a las pocas horas de lo ocurrido en Iguala, sin que hasta la fecha se conozca la identidad de la persona que difundió la imagen― y socavando los esfuerzos por encontrar la verdad mediante la burocracia excesiva y carente de sentido.

En la realidad doliente de nuestro país, obras como las del autor duranguense y la joven escritora de Procesos de la noche adquieren un carácter urgente y necesario, pues sus páginas acompañan y dignifican el dolor de quienes sobreviven a los estudiantes asesinados, al mismo tiempo que restituyen la identidad de los desaparecidos. El lenguaje literario brinda la posibilidad de redescubrir el rostro amoroso de Julio y señalar la ignominia del Estado que, con guantes blancos, disparó contra los estudiantes en Tlatelolco. Desde la escritura literaria y el vínculo que establecen con otros episodios históricos de violencia, imposición y silencios forzados, las crónicas que elaboran Revueltas y del Ángel se inscriben en la larga tradición que este género tiene en el continente americano, desde la llegada de los primeros conquistadores. Sin embargo, el género se ve resignificado en su capacidad de registrar la voz de los vencidos y reconstruir una historia que, aunque negada por el Estado, encuentra ecos y diálogos para denunciar la corrupción de las instituciones, señalar la impunidad del crimen y analizar los recursos estatales que niegan la dignidad y el derecho a la vida de todos los ciudadanos por igual.

Bibliografía:

Agamben, Giorgio, Homo Sacer I. El poder soberano y la nuda vida, trad. de Antonio Gimeno Cuspinera, Pre-textos, Valencia, 2006.

Ángel, Diana del, Procesos de la noche, Almadía, México, 2017.

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Aristóteles, Retórica, trad. y notas de Quintín Racionero, Gredos, Madrid, 1994.

Bajtín, Mijaíl M., Estética de la creación verbal, trad. Tatiana Bubnova, Siglo XXI, México, 1999.

Benjamin, Walter, “Sobre el concepto de historia”, en Obras, libro I, vol. 2, trad. de Juan Barja, Félix Duque y Fernando Guerrero, Abada Editores, Madrid, 1989, pp. 303-318.

Beristáin, Helena, Diccionario de retórica y poética, Porrúa, México, 1995.

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Cruz Osorio, Iván, “La pantomima de justicia en México. Procesos de la noche, de Diana del Ángel”, Casa del Tiempo, Vol. V, Núm. 50, marzo 2018, pp. 76-77.

Fuentes Díaz, Antonio, “Necropolítica y excepción. Apuntes sobre violencia, gobierno y subjetividad en México y Centroamérica”, en Necropolítica, violencia y excepción en América Latina, ed. de Antonio Fuentes Díaz, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, pp. 33-50.

González Rodríguez, Sergio, Los 43 de Iguala. México: verdad y reto de los estudiantes desaparecidos [epub], Anagrama, Barcelona, 2015, recuperado de www.anagrama-ed.es.

Padilla, Tanalís, “Las normales rurales: historia y proyecto de nación”, El Cotidiano, Núm. 154, marzo-abril 2009, pp. 85-93.

Revueltas, José, México 68: Juventud y Revolución, en Obra Reunida. Tomo 6, ERA / CONACULTA, México, 2014.

Tcach, César, “Los ’70: la voz de las consignas”, Anuario IEHS: Instituto de Estudios Histórico Sociales, No. 16, 2001, pp. 39-57.

Colaborador invitado

Andrea Silva

Estudiante de la Maestría en Literatura hispanoamericana, Universidad de Guanajuato.

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Notas al pie:

  1. La historia de las normales rurales y del magisterio de origen campesino es especialmente compleja en su relación con el Estado. Durante la Guerra Cristera, “ser maestro significaba enfrentar no sólo el aislamiento y las dificultades de habitar tierras lejanas, sino exponerse a la violencia de los que defendían el antiguo orden. De allí la imagen del maestro que cargaba el libro en un brazo y el rifle en el otro, un heroísmo celebrado tanto en círculos populares como en oficiales”. Tanalís Padilla, “Las normales rurales: historia y proyecto de nación”, El Cotidiano, Núm. 154, marzo-abril 2009, p. 87.

    Como resultado de la Revolución, las escuelas normalistas rurales buscaban formar profesores que lograran alfabetizar a la población campesina y, a la vez, estuvieran adiestrados en técnicas de cultivo. La combinación de estos elementos dio como resultado una clara inclinación socialista en los contenidos enseñados en estas instituciones. En los últimos años las escuelas normalistas rurales han sido relegadas al olvido del Estado y han sufrido una campaña de desprestigio por parte de los medios de comunicación, “que cubren las luchas de los normalistas rurales y, cuando lo hacen, se recurre a una fórmula conocida: estudiantes revoltosos, jóvenes holgazanes, instituciones que pertenecen al mundo de ayer”. Ibíd., p. 85.

  2. El Fondo Editorial Los Juegos del Temps consiste en una cooperativa literaria independiente y sin fin de lucro.
  3.  Activista argentina y presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
  4. Estela de Carlotto, “Prólogo”, en 43 por Ayotzinapa, Varios Autores, Fondo Editor Cooperativo Los Juegos del Temps, Santa Fe, 2015, p. 16.
  5.  Sergio González Rodríguez, “Confesión”, en Los 43 de Iguala. México: verdad y reto de los estudiantes desaparecidos (epub), Anagrama, Barcelona, 2015, recuperado de www.anagrama-ed.es
  6. La pretensión de configurar un relato fiel y completo de los procesos judiciales también se ve reflejada en las referencias documentales que la autora cita a lo largo de su texto, y que pueden consultarse en la red fácilmente gracias a los links proporcionados por ella en un apartado final del libro.
  7. Diana del Ángel, Procesos de la noche, Almadía, México, 2017, p. 33. El énfasis es mío.
  8. Iván Cruz Osorio, “La pantomima de justicia en México. Procesos de la noche, de Diana del Ángel”, Casa del Tiempo, Vol. V, Núm. 50, marzo 2018, p. 77.
  9. José Revueltas, México 68: Juventud y Revolución, en Obra Reunida. Tomo 6, ERA / CONACULTA, México, 2014, p. 79. El énfasis es mío.
  10. Esta idea de Revueltas se repetirá cuando afirme: “La muerte ―así quedemos, para nuestra desgracia, vivos― será la noche del alma, las torturas sin fin, el candado en los labios, la miseria del cuerpo y del espíritu”, Ibíd., p. 91. El último elemento, la miseria del cuerpo y del espíritu, remite a la muerte en vida de aquellos que asesinan desde el amparo y la impunidad que proporciona el poder del Estado.
  11. Es importante mencionar que uno de los últimos capítulos de Procesos de la noche vio la luz antes de la publicación del libro, el 15 de febrero de 2016, con el título de Crónica de la inhumación: una semilla de justicia, como parte de la página web del colectivo El Rostro de Julio.
  12. Sobre las consignas políticas, César Tcach afirmará que “constituyen una suerte de bisagra entre lo público y lo privado. En la dimensión pública, sus contenidos manifiestos explicitan ―objetivan― líneas políticas, elecciones estratégicas, opciones tácticas. En su dimensión más particular, acompañadas de una musicalidad que varía desde el molde del estribillo deportivo al ritmo de cumbia, y asociadas siempre a una gestualidad en cuyo código prevalecen la rabia, la burla, el odio, la ironía, o el afecto a un líder, expresan el costado más íntimo de la subjetividad política”, en “Los ’70: la voz de las consignas”, Anuario IEHS: Instituto de Estudios Histórico Sociales, No. 16, 2001, p. 40.
  13.  Diana del Ángel, Procesos de la noche, op. cit., p. 25.
  14. José Revueltas, México: Juventud y revolución, op. cit., p. 81. El énfasis es mío.
  15. Ibíd., p. 127.
  16. Giorgio Agamben, Homo Sacer I. El poder soberano y la nuda vida, trad. de Antonio Gimeno Cuspinera, Pre-textos, Valencia, 2006, p. 18.
  17. Antonio Fuentes Díaz, “Necropolítica y excepción. Apuntes sobre violencia, gobierno y subjetividad en México y Centroamérica”, en Necropolítica, violencia y excepción en América Latina, ed. de Antonio Fuentes Díaz, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, p. 49.
  18. Diana del Ángel, Procesos de la noche, op. cit., p. 76.
  19. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1_150917.pdf