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El escritor como espía

Pedro Ángel Palou. El impostor. México: Planeta, 2012, pp. 376.

En 2012 Editorial Planeta publicó El impostor, libro cuya temática no podría estar más cercana a la polémica: el apóstol Pablo era en realidad un espía al servicio de Roma que buscaba aniquilar las insurrecciones en contra del Imperio. A pesar del planteamiento, la obra pasó casi desapercibida en el ámbito intelectual, como una novedad más condenada al olvido en el incesante flujo de los best-sellers que aprovechan las modas sociales para tener el éxito.

Una de las reseñas que se hicieron del libro estuvo a cargo de Geney Beltrán Félix, quien desde la tribuna de Letras Libres se dio a la tarea de desmembrar, con extraño celo, la novela histórica de Palou. En el artículo, que lleva por título “Dos falseamientos”, Beltrán Félix lanza dos críticas a la obra: la primera, que en ella existe un mal uso de la erudición que afecta el resultado final, puesto que existen anacronismos que son el resultado del deseo del autor de “dirigirse al siglo xxi”; la segunda, que el personaje, Pablo, no logra estar a la altura del Adriano de Marguerite Yourcenar, y no se convierte en un “perfil arquetípico” que sea “el portador de una posibilidad de la conducta humana”. Es decir, por un lado, se acusa al autor de entrometerse en la ficción para que ésta resulte más comprensible para el lector; por el otro, se le imputa no crear un personaje que represente algo para quien escribe. En el fondo, la problemática que subyace en esta crítica es la forma de escribir una novela histórica; ya encaminado, el crítico aprovecha el despliegue de sus recursos para aconsejar al escritor sobre cómo debió hacerlo: “Un reto de la escritura de El impostor habría estado en rejuvenecer, con un giro iconoclasta o una estrategia de extrañamiento, el uso religioso de la lengua por el cristianismo, quizá trastocando la gracia directa e ingenua de los evangelistas”.

Ahora bien, aunque los puntos expuestos por el crítico llegan a ser certeros (como la idea de que Pablo no logra alcanzar la complejidad de Adriano o el Virgilio de Broch), el comentario yerra e impone un prejuicio de lectura, debido a su planteamiento inicial: Palou simplemente busca el éxito comercial y El impostor lo prueba. En este sentido, Geney Beltrán Félix quiere demostrar una actitud de mercado por medio de la literatura; así, se comprende la advertencia que lanza al autor (y no al lector): “la literatura te expulsa y el mercado te olvida, apenas cambian los gustos”. Esta crítica parece no diferenciar al autor de la obra y olvida que esta última no puede ser juzgada artísticamente por la finalidad que persigue el primero. Pensada o no para las grandes masas, El impostor se bate sólo ante los lectores; desde esta premisa parte esta reseña.

Primeramente, pensemos que El impostor es una novela lograda que, a pesar del cuidado del autor, no alcanza la genialidad de novelas como Las memorias de Adriano o Yo, Claudio (como lo asegura la cita de Jorge Volpi en la portada del libro). ¿Por qué?, por el simple hecho de que persigue otros fines: el libro es una propuesta literaria de Palou. Una vez establecido esto y señalado la calidad de la obra a la que se le exige tan altos estándares, revisaré brevemente los aciertos y las inconsistencias de El impostor.

 

No hay reparo en asegurar que el libro tiene una abertura memorable: en el primer capítulo, narrado por Timoteo, un espía y compañero de Pablo, se presenta a una Roma siempre joven en donde el culto al cuerpo y el disfrute del placer dan forma al fuego histórico. En los labios del joven extranjero, la ciudad rejuvenece y se materializa por medio de los sentidos:

Roma era una ciudad interminable: en sus calles podía uno perderse. Pronto supe que también en sus mujeres, que me brindaron cobijo. La belleza abre puertas insospechadas: los que para otros eran umbrales infranqueables se convertían para mí en pasillos de placeres y licencias que la edad o el dinero de otra forma prohíben. Era demasiado joven, sin embargo, para entender que si uno encuentra miel debe comer lo justo, porque si no, se harta y vomita (p. 15).

 Elijo esta cita por dos razones: uno, porque permite observar el aprendizaje de Timoteo (el placer unido a la política) mientras se convierte en espía; dos, porque revela a un narrador capaz de sintetizar su tiempo en sensaciones. El personaje genera empatía: desde sus ojos nos adentramos en un mundo desconocido y seguimos su entrenamiento basado en una orden: ser siempre otro. En este caso, el narrador es un espía para el lector; por ejemplo, al hablar de sus amigos Calígula y Agripa, menciona: “los jóvenes se adentraron en el mar; eran dos jóvenes que jugaban como niños pero se preparaban para gobernar el mundo” (p. 18).

El conflicto del lector (no del libro) comienza cuando Timoteo y el apóstol se baten por la supremacía del relato. Palou encontró una voz narrativa consistente y atractiva que debe, muy pronto, ser relegada a un segundo sitio: “Esta no es mi historia, es la de Pablo de Tarso. […] Yo soy un aventurero, su acompañante y ahora su memoria” (p. 13). El cambio no es brusco, pero con las páginas, el lector extraña las descripciones de un anciano que es capaz de expresar pensamientos como el siguiente: “en la juventud se anhela vivir mil años; yo ahora, a mis ochenta y dos, como Sibila de Cumas, sólo deseo morir. Nadie es tan viejo, sin embargo, como para no ser digno de un nuevo día” (p. 14).

Por tal motivo, las reflexiones del narrador son reducidas al diálogo que tiene con su amanuense. En numerosas ocasiones, este hecho rompe el ritmo de lectura; asimismo, recrea una y otra vez el pacto que se estableció desde el comienzo: “Dicto estos recuerdos que no son los míos sino los de mi amigo y compañero de misión, y calculo que pasaron todavía seis años desde esa visita que él me contó hasta que yo llegué a conocerlo. Pero voy demasiado deprisa y no vale la pena. Espera, amanuense, déjame hacer memoria; aunque sea memoria ajena” (p. 28). No es necesario que Timoteo explique cómo sabe lo que sabe, Palou olvida que se continúa leyendo porque se respeta el pacto de la primera página.

 

En el apartado “Nota del autor”, Palou cuenta que hubo tres versiones del libro y asegura: “Reemprendí así la redacción, experimentando con diversos puntos de vista y narradores, alejándome y acercándome de la amplia casa de la ficción, llena de ventanas, aunque de pronto me parecían tapias” (p. 371). No es aventurado pensar que una versión anterior contenía más páginas sobre Timoteo, mismas que fueron cortadas y condensadas en un capítulo, el primero. Ante esto, el narrador se vuelve problemático: se inmiscuye demasiado o narra poco de sí mismo, como quiera verse. Ahora bien, Timoteo y Saulo son equivalentes, los dos son impostores que constantemente están cuestionando la identidad (uno de los grandes temas del libro) y la pertenencia a un determinado grupo.

Aunque inexcusable, esta problemática se debe a la propuesta literaria del autor, quien no duda en sacrificar a Timoteo para que la vida de Saulo pueda ser narrada con precisión. Palou quiere dar a conocer al público una lectura que está muy extendida en el ámbito académico, pero que permanece desconocida para la sociedad. Como se ha mencionado numerosas ocasiones, 1 la nueva novela histórica trata de poner en cuestión una verdad establecida y debatir el proceso de construcción de lo social; así comprendemos el deseo de Timoteo de reivindicar la empresa de Saulo y la importancia que tuvo para el desarrollo de su tiempo: “la vida suya, la de Saulo de Tarso —o Pablo, como vino a llamarse él mismo un día, inventándose un lugar de nacimiento— fue la de un grandísimo fingidor; el mejor a mi juicio, si acaso importa” (p. 14).

Por razones de espacio, detengámonos en la búsqueda de Palou por narrar la historia de un espía que cimentó el cristianismo cuando eliminaba las insurrecciones contra el Imperio. Es fundamental señalar que la erudición está al servicio de los lectores y de la obra: las disputas con Séneca, las conversaciones con Pedro, Juan o Santiago no sólo informan al lector, sino que expresan el contexto de una época que esperaba el fin del mundo. En este sentido, el libro es coherente con la propuesta literaria que persigue el autor (no los críticos y, quizá, tampoco los lectores). En la advertencia al lector, Pedro Ángel Palou escribe: “Esta es una obra de ficción documental. Lo que significa que todo lo que aquí se cuenta pudo haber ocurrido […]. Los personajes también son estrictamente reales; la libertad del novelista consiste en imaginarlos conversando, soñando y pensando” (p. 7). Así, el libro se concibe como un diálogo con otros textos, sobre todo académicos; así lo deja ver la bibliografía escogida y detallada. El impostor es la continuación (más que el resultado) de seis años de investigación. Ahora bien, ¿a qué se refiere la propuesta literaria del autor? Sin mayores explicaciones, Palou escribe: “Entrego ahora, más allá de un libro, mi metafísica de la ficción” (cursivas del original, p. 372). Por el momento, más allá de los lugares comunes de la novela histórica que darían pie a más polémicas que este texto no puede contestar, aventuro un primer acercamiento que está en el cuerpo del texto: “Recuerda que saber demasiado conlleva peligros infinitos. Pero no se trata de no saber; sino de ocultar que sabes y manejar la información a tu antojo. Ese es el verdadero genio del espía: poder crear miedo en quien debe sentirlo y seguridad en quien te paga por esa información preciada” (p. 17). Si cambiamos espía por escritor, el resultado podría darnos una idea más acabada de la propuesta literaria.

Fuentes

Beltrán Félix, Geney. “Dos falseamientos”. Letras libres [sitio web], 2012. Disponible en: https://goo.gl/e0YKcB

Acerca del autor

Edivaldo González Ramírez

Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Maestro en Letras (Latinoamericanas) de la misma institución con una tesis sobre la apropiación del…

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Notas al pie:

  1. Para ver estas polémicas se recomienda acercarse al texto de Begoña Pulido Herráez: Poéticas de la novela histórica contemporánea, México: UNAM, 2006, reseñado con anterioridad en este blog.