Portada. De noche andamos en círculos

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El espectáculo está en todas partes

Daniel Alarcón. De noche andamos en círculos. Barcelona: Seix Barral, 2014, 378 p.

De noche andamos en círculos 1 es la más reciente novela de Daniel Alarcón, escritor nacido en Lima pero radicado en Estados Unidos desde los tres años de edad. Su obra está escrita en inglés aunque la mayoría de los temas que aborda son peruanos y latinoamericanos. Ha publicado los libros de cuentos War by candlelight (Harper Collins, 2005)2 y El rey siempre está por encima del pueblo3; la novela Los City Radio (2007)4; la novela corta The Provincials5, y la novela gráfica Ciudad de Payasos6, en coautoría con la ilustradora Sheila Alvarado.

En De noche andamos en círculos hay dos historias principales, las que protagonizan Nelson y Henry. El primero es un joven actor decepcionado en varios aspectos de su vida, parece que ninguno de sus planes llega a buen puerto: su deseo de emigrar a Estados Unidos se frustra con la muerte de su padre, su novia lo deja con el corazón roto y no consigue trabajo.

Portada. De noche andamos en círculos

La vida le cambia cuando es elegido por el dramaturgo Henry Núñez, a quien admira profundamente, para representar un papel en su legendaria obra El presidente idiota7, cuya puesta en escena significó su encarcelamiento durante los terribles “años ansiosos” del conflicto interno que azotó a Perú en los años ochenta. La crueldad del presidente ficticio provocó que el real se sintiera aludido, por ese motivo fue acusado de “apología del terrorismo”. Esto da pie para conocer el pasado de Henry y la terrible situación a la que se enfrentan los presos, las condiciones precarias y violentas de las cárceles, en las que el espacio es insuficiente y la supervivencia se gana día con día.

Aunque lo intentaba, a Henry le resultaba imposible olvidar su encierro, los recuerdos le llegaban por medio de los sentidos: “la cárcel era un lugar espantoso, el más aterrador en el que había estado. Había hecho todo lo posible por olvidarlo, pero si algo de aquella época aún lo hacía temblar, era el frío: sus días en la cárcel, el miedo, su desesperación, todo reducido a una temperatura. Comida fría. Manos frías. Pisos de cemento fríos” (p. 22). La estadía en el penal de Recolectores lo cambió para siempre, fue un parteaguas en su vida. Tras esta experiencia nunca volvió a ser el mismo, vivía en un estado de melancolía permanente del que ni siquiera su hija Ana lograba sacarlo para anclarlo a la tierra por completo.

La situación en la cárcel era terrible: “era un lugar fétido e insalubre […] se caía a pedazos. Los inviernos húmedos habían carcomido los ladrillos, y las paredes se encontraban cubiertas de moho. Cada día llegaban nuevos reclusos. Los liberaban y dejaban sueltos en el interior, obligados a pelear por un lugar donde dormir en el ya hacinado infierno de Recolectores” (p. 214). El título de la novela es un famoso palíndromo en latín: In girum imus nocte et consumimur igni, que significa: “de noche andamos en círculos y somos consumidos por el fuego”, haciendo referencia a la forma en la que los reos caminan en un espacio cada vez más saturado.

En medio de tanto horror y una profunda soledad, su compañero de celda, Rogelio, le dio la paz que necesitaba para poder sobrevivir, fue su mejor amigo en un momento en el que necesitaba a uno más que nunca. Le enseñó todo lo que tenía que saber para no morir ahí dentro, de qué reclusos mantenerse alejado, a cuáles no debía ignorar, cuándo estar dentro de la celda, en qué momentos salir al patio, es decir, le enseñó a interpretar el estado de ánimo general, a leer a los hombres clave, a los barómetros de la violencia. Por eso el golpe de su muerte fue tan duro para Henry. Rogelio murió trágicamente durante un bombardeo a Recolectores, junto con otros 342 reclusos más.8

Daniel Alarcón / Adrian Kinloch

Quince años después de su salida de la cárcel, Henry y su amigo Patalarga deciden volver a representar El presidente idiota, la obra que prematuramente había terminado con sus carreras. Así se cruzan con Nelson que se integra al grupo con el fin de realizar una gira por la provincia que conmemorara el vigésimo aniversario de la fundación del colectivo teatral, Diciembre. Esta parte es una especie de road movie por los pueblos andinos, por “el corazón del corazón del país (p. 30).

Durante este viaje entran en contacto con ecos de la guerra, con cicatrices visibles que marcaron a los lugares y a las personas. El más impresionado es Nelson quien, además de ser el más joven, confiesa avergonzado que nunca antes había salido de la ciudad. Hasta ese momento se da cuenta de que era verdad lo que tanto le habían repetido: “siempre le habían enseñado que había dos países diferentes: la ciudad y todo lo demás” (p. 91). El, como citadino, padece un clima que nunca antes había imaginado, se enfrenta a la pobreza, a la falta de infraestructura y de comunicaciones. Pero, paralelamente, aprende a medir el tiempo de otro modo, a conocer el silencio y la tranquilidad, la amabilidad y la calidez de la gente. El problema era que se encontraba tan perturbado que eso difícilmente le permitía sentirse satisfecho. Sus compañeros de gira decían que parecía que “una tristeza le fluía a borbotones desde lo más profundo” (p. 136).

Ninguno de los tres actores estaba completamente convencido de que el viaje fuera una buena idea y el tiempo y los acontecimientos se los terminarían confirmando. En algún punto de la gira, en un pueblo “donde en vez de morir, la gente desaparecía muy lentamente, como una fotografía que se desdibuja con el tiempo” (p. 280), se enfrentan, por un lado, al doloroso pasado de Henry y, por otro, al desconsuelo presente de Nelson, cuya combinación desemboca en una situación totalmente inesperada.

La novela es muy atractiva, atrapa al lector de principio a fin y le impide abandonarla hasta responder varias preguntas. Llama la atención el narrador sin nombre que hace toda una investigación en la que intenta solucionar una intrincada trama que incluye relaciones  complicadas, muertos que no son llorados  y un asesinato misterioso. El lector quiere saber quién es este narrador y por qué se esfuerza tanto en conocer la verdad de este caso. Además, se interesa por el futuro de Nelson, quiere que se le revele lo que le sucedió, ese enigma que se va anunciando paulatinamente, como dice el narrador que se anuncian los grandes acontecimientos en la vida: “esos momentos de emoción real e incluso intolerable, tienden a anunciarse  solo si uno presta atención, del mismo modo como el océano se abulta antes de cada ola” (p. 304).

En De noche andamos en círculos todos los personajes representan distintas versiones de sí mismos o incluso de otros personajes, con esto, Alarcón parece decirnos que las historias están llenas de juegos de espejos en donde los protagonistas actúan y pretender ser alguien más, trastocando los límites de la ficción y diluyendo las identidades.

Acerca del autor

Brenda Morales Muñoz

Licenciada, maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos (área de literatura) por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Realizó…

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Notas al pie:

  1. At night we walk in circles, Nueva York, Riverhead Books, 2013. 
  2. Cuenta con dos traducciones al español: Guerra en la penumbra (Rayo, 2005) y Guerra a la luz de las velas (Alfaguara, 2006).
  3. Los relatos en inglés habían sido publicados en diversos medios, por lo que el libro se editó sólo en su traducción al español en tres países: en Perú por Planeta en 2009, en el mismo año en México por Sexto Piso y en España por Alfaguara en 2010.
  4. Radio Ciudad Perdida, Alfaguara, 2007.
  5. Publicado originalmente en el número 118 de la revista Granta (invierno 2012) y en su versión en español como Los provincianos, Lima, Solar, 2013.
  6. El cuento forma parte del libro War by candlelight.
  7. Está basada en una adaptación de la obra El mariscal idiota del dramaturgo peruano Walter Ventosilla y Diciembre es una clara alusión al grupo teatral Septiembre.
  8. Esta matanza de reclusos recuerda a aquella cometida durante la guerra peruana en El Frontón, una prisión ubicada en un islote frente al puerto del Callao, en donde, en 1985, las autoridades decidieron resolver un motín de presos mediante un brutal operativo que dejó un saldo de 119 muertos.